El pasado sábado 21 de enero en la Villa y Puerto de Tazacorte se celebraba, por primera vez, el torneo San Borondón de Fútbol Sala.
En dicho torneo, a las 18 horas aproximadamente se disputó la final entre Ventacayce y Onice Femenino. El partido transcurría con normalidad, con juego intenso por ambas partes, disputándose el balón con fuerza,… lo “típico” en una final.
Pero a falta de 5:50 minutos de juego ocurre lo siguiente: hay un saque de banda a nuestro favor, nuestra jugadora número 17 se dispone a coger el balón, que estaba bajo el brazo de la jugadora contraria y cuando lo tiene, recibe un puñetazo en un pecho; seguidamente, mi jugadora reacciona y empuja a la rival y le da un golpe en la frente con la palma de la mano. En consecuencia, y debido a que esto ocurre al lado del banquillo contrario, nuestra jugadora quedó atrapada en medio de todo el equipo del Ventacayce.
Inmediatamente, mi segundo entrenador y yo salimos a separarlas y nos encontramos con que a mi jugadora la tenían agarrada por el cuello y estaba siendo golpeada por otras jugadoras, no por una, sino por varias.
Destaco también, que en ningún momento, o al menos que yo lo viese, el entrenador del equipo contrario intentó separar a ninguna de las jugadoras. Tampoco se intentó reanudar el partido, ya que yo, como entrenador, tomé la decisión de irme del partido con mi equipo, pues tal y como estaba el ambiente creí que, en ese momento, era lo mejor para el equipo.
En el momento en que la jugadora número 17 del Onice cruza la cancha por detrás del banquillo del equipo contrario, mi jugadora es incapaz de decir nada, simplemente camina con la cabeza baja y entre lágrimas. Con esto quiero dejar “zanjado” este tema.
Adrián Rodríguez, entrenador del F.S. Onice Femenino.
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