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Opinión
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Francisco Pulido

La Palma que sí nos merecemos

  • Construyamos un movimiento que marque un nuevo rumbo para La Palma

Francisco Pulido, profesor de Secundaria.

La Palma que NO NOS MRECEMOS

Sin duda, la globalización y el pensamiento neoliberal son elementos que tienen mucho que ver con la situación social y económica de crisis actual. La globalización favorece una serie de tendencias que son peligrosas. Se produce un desplazamiento del poder real de los gobiernos a los mercados. Estamos ante la mayor crisis del sistema capitalista mundial desde 1929. A todo ello se une una política conservadora contra el estado de bienestar, que está creando más desigualdad, más exclusión y una sociedad más vulnerable.

En este contexto, inmersos en esta crisis y en las penumbras de las políticas neoliberales, está la isla de La Palma. Una isla vulnerable, que sufre además de una forma tan devastadora como imprevisible. Situación, aún más grave, cuando los gobiernos locales o autonómico no tienen herramientas que le permitan enfrentar la crisis y actuar sobre ella. El escenario social, económico y cultural de la isla de La Palma es preocupante. Lo es ya históricamente, al arrastrar un retraso evidente, como lo vienen demostrado los indicadores económicos y sociales. Tenemos una población envejecida, con un baja índice de retorno, un poblamiento disperso, con una presencia aún importante del mundo rural, que aún siendo una oportunidad para promover una nueva ruralidad, se convierte en un serio problema por la falta de estrategias multinacionales.

La superficie agraria de La Palma representa el 12% de su territorio, respecto a un 7% de Canarias. El PIB palmero es aún ligeramente inferior a la media canaria. Tiene la isla un importante caudal de recursos hidráulicos, pero que ha conducido a que la isla tenga el consumo más alto del archipiélago, en torno a unos 2.800 m3/hab/año, frente a los 700 de Tenerife, por ejemplo. Pero el déficit cultural y los estereotipos se han convertido en un obstáculo, y, por ello, pervive una cultura especulativa en la gestión del agua y del territorio.

Aún teniendo recursos y condiciones para mejorar la autosuficiencia energética, ésta aún mantiene una fuerte dependencia del petróleo, inexplicablemente en torno al 95%. Apenas existe energías renovables. Incluso en el escenario de crisis que vivimos se añade el problema de que sólo existen para 120 días. El 20% además del consumo de combustibles fósiles se destina a bombeo para extracción de agua. La acción política en la isla ha sido más bien un freno que un avance hacia la consolidación de un modelo 100% renovable.

La agricultura en la isla ocupa el 4% del VAB, frente al 24% del sector secundario, un 25% del sector público y un 47% de otros sectores, lo que muestra una preocupante dependencia socio-económica del sector público. Preocupante por diversos motivos, pero sin duda, por la transferencia de recursos de lo público al ámbito privado y por la reducción presupuestaria. En la isla ha habido un notable desarrollo de la agricultura ecológica, y, sin embargo la producción tradicional del plátano sigue ocupando el primer lugar, basado en un modelo que genera una contaminación difusa de nitratos, un alto consumo de agua, y unos incentivos a la producción que perjudican otros sectores. Y a ello se añade que el sector del plátano se sostenga por las ayudas comunitarias, que causa aún una mayor dependencia y una decidida por la búsqueda de alternativas.

Los indicadores económicos son rotundos con la isla, cuando muestra la evidencia de que el turismo en La Palma no ha alcanzado el desarrollo que sí ha tenido en las islas orientales o Tenerife. Esto, en sí mismo puede considerarse un factor añadido, ya que se ha evitado una mayor degradación del territorio y de la cultura tradicional. Sin embargo, los niveles que ha logrado el turismo y el ecoturismo en La Palma tiene su gran culpa de responsabilidad el sector privado, ya que el sector público y las instituciones locales están lejos para comprender y estimular este sector. Se han mostrado más preocupados por buscar inversiones y modelos que luego no funcionan en la isla, y en promociones sin rumbo, como el reciente ejemplo con el turismo polaco.

Es evidente que La Palma ofrece grandes potencialidades para un turismo sostenible y responsable. Potenciar el turismo de las estrellas, de la naturaleza y de salud son los objetivos, y lo saben las administraciones palmeras. Pero se equivocan claramente en las soluciones. Por eso, se necesitan cambios profundos en la manera y en las formas de ejercer la gobernanza en la isla, que incluso el propio Consejo Económico y Social así lo ha expresado. Sin embargo, la ceguera política es manifiesta. A los gestores insulares del Cabildo sólo les motiva la certeza de mantener las cotas de poder, consolidarse en el mismo y seguir dando la espalda a la gran mayoría del pueblo palmero.

Es la juventud palmera la que más sufre en silencio el estancamiento de la isla. En cuanto puede, emigran, y difícilmente retorna a la isla. A pesar de que La Palma cuenta con uno de los mejores niveles de capital intelectual y humano, con un alto índice de población con estudios superiores, mayores a los de otras islas, sentimos que la isla sufre una "fuga de capital humano". Nunca se ha sabido revertir esta situación. Las políticas públicas en este ámbito ha estado cargada de errores en el diseño, en la gestión y en el desarrollo de la formación profesional de los palmeros.

Si la crisis y las políticas neoliberales están produciendo una fractura en la estructura social, un gran malestar ciudadano y democrático, un descrédito y una desconfianza hacia amplios sectores e instituciones democráticas, en la isla de La Palma todo ello se convierte en resignación y humillación. La corrupción se ha instalado en la política y en las políticas locales, de tal forma que muchos las ven natural, e incluso a pesar de la complicidad entre los poderes financieros e institucionales. Pero en La Palma esa complicidad con los poderes económicos locales, que se ha traducido en determinados tratos de favor, ha asfixiado determinadas iniciativas empresariales que podrían aportar mucho a la isla.

El desempleo es un grave problema, en general, y en La Palma aún más, porque siempre ha tenido índices altos, como si fuera una realidad endogámica e irreversible. La preocupación es obvia, por tanto, ya que incluso en los mejores momentos de la economía canaria los índices de desempleo eran altos. Es un hecho evidente que prueba las debilidades de la economía palmera, el alto nivel de economía sumergida, el elevado porcentaje de parcheo institucional, a través de planes de empleo, o la enorme desrregulación del empleo, como consecuencia de la fragilidad de un modelo que está siendo incapaz de forma continuada de generar empleo, y en el que predomina la fuerte dependencia del empleo en el sector público.

Esta es la isla que que no nos merecemos los palmeros, sus habitantes y sus visitantes. Una isla con una rica biodiversidad y un paisaje envidiable que debería ser un valor añadido que no es estimado por la propia población ni por sus gobernantes. No nos merecemos el desprecio que se genera cuando se es incapaz de hacer que esta riqueza natural genere a su vez riqueza y empleo en la isla, cuando la sensación es que en muchos casos se percibe más como un obstáculo para el desarrollo.

La Palma que SÍ NOS MERECEMOS

Ante la evidencia de que hay una isla de La Palma que no nos merecemos, no cabe la resignación, sino la rebeldía. Porque La Palma que sí nos merecemos necesita una nueva economía. Un nuevo modelo productivo y económico que hoy más que nunca se hace más necesario y urgente, conocedores de que las consecuencias de la actual crisis nos impedirán volver al modelo de crecimiento anterior. Nos merecemos una isla que revalorice el papel de las personas, porque las personas son el único agente de cambio eficaz. Nos merecemos una isla que ofrezca a sus habitantes y visitantes nuevas herramientas y enfoques para afrontar la nueva economía.

Porque somos muchos los que queremos una isla de Palma construida sobre las bases de una economía ecológica y socialmente avanzada, que posibilite el desarrollo de alternativas transformadoras de empleo en un escenario medioambientalmente sostenible y socialmente inclusivo. La Palma que nos merecemos debe ser 100% renovable, avanzada en agricultura ecológica, diversificación productiva y potenciadora de la comercialización de su producción. Por que en la isla que nos merecemos es posible la soberanía alimentaria.
La Palma que nos merecemos es una isla que apueste por un turismo sostenible, apoyado económica y fiscalmente por sus gobernantes. Una isla con empleo de calidad. Una isla culta, educada y formada, como elemento catalizador, porque su capital humano es el que mejor potencia la emprendeduría y la cogestión. Nos merecemos una isla, donde los mayores recursos del sector público se dirijan hacia la formación y la creación de empleo en los sectores sociosanitario y educativo. Una isla con una economía diversificada que nos exige asentar sobre su territorio nuevos instrumentos y herramientas de desarrollo socioeconómico, con una industria propia agroalimentaria.

La Palma que nos merecemos necesita una nueva economía, desde dentro y desde fuera. La ceguera de la clase política es enfermedad porque es la vieja política la que se ha convertido en virus de muchos males que padece la isla. No se quieren aportar recursos mediante bonificaciones para la contratación de personas en riesgo de exclusión, o no se quiere promover una fiscalidad verde. La Palma que nos merecemos necesita de personas que hagan una gestión de lo público con capacidad para luchar contra el fraude fiscal y económico.
La Palma que nos merecemos además debe tener gentes sanas y saludables. Una isla con más recursos para el sector sanitario. Una isla donde la los ciudadanos palmeros intervengan directamente en la gestión de los asuntos de salud que les conciernen. Y una isla más educada debe tener más dotación para la educación pública y una formación profesional creadora de empleos y favorecedora de una economía más diversificada. Una isla donde se potencie un consumo local más sostenible, solidario y saludable.

La Palma que nos merecemos tiene que ser más democrática. Necesitamos rebeldía y voces con capacidad de reclamar, exigir y lograr instituciones que estén al servicio de la ciudadanía, abiertas, plurales y sostenibles. Porque nos merecemos una isla que se reinvente, que asuma el debate, el diálogo y la búsqueda de soluciones en marcos adecuados. Donde se genere nuevas formas de participación sobre bases colectivas, abiertas, transparentes y plurales, a través de consejos ciudadanos u otras formas de participación. Donde sus cargos públicos se sometan a la confianza y a una posible revocación por parte de la ciudadanía, y no al dictado de los interesados poderes del partido.

La Palma que nos merecemos las personas que vivimos y trabajamos en la isla no puede ignorar el ingente capacidad intelectual de sus ciudadanos, de dentro y de fuera de la isla. Se necesitan sinergias capaces de convertir a la isla en laboratorio de referencia para la investigación, la creación la cultura o el arte. Necesitamos una isla en la que cuenten las personas capaces de ayudar a cambiar los malos hábitos por un nuevo modelo de desarrollo social, económico y cultural que facilite el intercambio de información, que garantice en la isla la accesibilidad a todas las formas culturales y la máxima protección para el patrimonio cultural e histórico. Nos merecemos una isla comprometida en reducir el impacto de nuestros residuos, paliar la pérdida de biodiversidad, en mantener los espacios naturales y los valores económicos y paisajísticos del territorio, que promueva entornos más habitables, un uso eficiente de nuestras aguas y que avance hacia una nueva ética de la vida y del respeto por los animales.

La Palma que nos merecemos debe ser una isla abierta, para recibir y dar. Una isla que nos acerque a las personas lo que nos exige una movilidad sostenible. con inversiones en infraestructuras que permitan mejorar la accesibilidad mediante la potenciación del transporte público y la eficiencia energética. Y una isla comunicada, atractiva, sugerente y encantadora, para recibir visitantes, a través de su puerto y aeropuerto, y a través de las redes.

La Palma que sí nos merecemos necesita de aquellas personas, que son minoría, capaces de desplegar todo su potencial de indignación. Esas personas, con capacidad de movilización, acción y convicción. Por ello, La Palma, la isla, el territorio, hace un llamamiento a todas esas personas, con capacidad de debate, con actitud abierta, con voluntad de participación y de actuación, en la medida de cada cual y todos juntos estén dispuestos a implicarse en aquellos aspectos que hagan posible la isla que nos merecemos.

¿Y dónde, cuándo y cómo para actuar? Usemos todas las herramientas, aprendamos de todas las experiencias cercanas y lejanas, porque si la indignación y la insurrección pacífica nos debe animar para enfrentar la isla que no queremos, aún mas poderosa es la transformación social, ambiental y económica que hay que construir. Esa minoría de personas no podemos defraudar ni desesperanzar al conjunto de la sociedad, sino que tenemos que indignarlos junto a nosotros, para ilusionar y moverla en la dirección que haga posible y creíble la isla que nos merecemos. Le debemos a esta isla la fuerte firmeza en que podemos y debemos mover a la sociedad palmera, a ayudarles a construir utopías alcanzables y a definir metas posibles. Porque La Palma que sí nos merecemos nos exige que actuemos. Cada pueblo de la isla de La Palma tiene que construir su propio camino. Ha llegado la hora de indignarnos, de encontrarnos y de actuar.

La Palma que sí nos merecemos está por construir. Empecemos por hablar, escucharnos, ilusionar, motivarnos y pasar de la indignación a la acción. Convencidos de la necesidad de que los compromisos necesitan honestidad y nobleza, esa isla que nos merecemos nos llama para poner freno a los desmanes de la actual clase política. Para construir La Palma que nos merecemos esa parte de la sociedad palmera, comprometida y activa, debe encontrarse en ámbitos de espacio y tiempo, construyendo procesos que movilicen conciencias y dinamicen iniciativas. Asumamos la responsabillidad construyendo un movimiento ciudadano, abierto, flexible, horizontal y transformador.

Francisco Rodríguez Pulido, profesor de Secundaria

 

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