Santa Cruz de La Palma acaba de celebrar con meritoria brillantez las fiestas en honor de la Virgen de Luz y de San Telmo. Es ésta una cita de enorme arraigo entre los vecinos de uno de los barrios más característicos de nuestra capital. Es también un ejemplo palpable de cómo la participación popular resulta determinante a la hora de garantizar el éxito de nuestras fiestas tradicionales.
Basta echar un vistazo al rico y variado programa de actos sociales y culturales elaborado en esta ocasión para darse cuenta del peso que la implicación ciudadana puede llegar a tener: originales cuadros plásticos, sentidas loas, vistosas exhibiciones de fuegos artificiales, desfiles de mascarones, festivales para niños y jóvenes, actuaciones musicales, pruebas deportivas, gastronomía… Una relación considerable para una fiesta de estas dimensiones, que en buena medida ha sido posible gracias a horas de esforzada dedicación de los vecinos, a las aportaciones económicas desinteresadas de muchos de ellos y a la implicación de toda una comunidad.
Justo es reconocer también el esfuerzo y la colaboración prestada por la iglesia católica en el desarrollo de estas solemnidades, que responden en definitiva al firme y ancestral arraigo que la devoción mariana tiene entre los palmeros.
Similares manifestaciones festivas podemos disfrutar a lo largo de todo el año en otros puntos de nuestra capital: en el barrio de La Encarnación, donde se ha llevado a cabo una meritoria semana socio-religiosa. O en la zona de la Huerta Nueva, que organizará próximamente sus celebradas fiestas de El Pilar. Igualmente en Mirca, Velhoco y La Dehesa, barrios de la zona de medianías que han sabido conservar con enorme esfuerzo de sus habitantes toda la autenticidad y sabor de sus tradiciones. O la populosa urbanización Benahoare, que cuenta también con una asociación cultural joven y dinámica que en los últimos años ha revalorizado sus fiestas locales. Y no podemos olvidar un barrio de las características de San Sebastián, que resiste con tesón a que sus celebraciones desfallezcan. En fin, en todos y cada uno de los barrios capitalinos, con mayores o menores medios, pero con idéntico entusiasmo, se vuelcan cada año los vecinos a la hora de engrandecer sus fiestas.
Cuando en el horizonte vislumbramos ya una nueva edición de la Bajada de la Virgen de Las Nieves, creo que es importante recordar este papel determinante que desempeña la implicación ciudadana. Aunque en última instancia la organización y elaboración del programa de actos festivos corresponde al Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma (en consonancia, claro está, con el programa de actos religiosos), es la sociedad civil la que, lustro tras lustro, ha asumido el protagonismo absoluto con su inventiva, su esfuerzo y su devoción. Y así debe seguir siendo.
Uno de los grandes retos pendientes (al que no son ajenas otras realidades), es lograr una mayor participación de los jóvenes en los festejos, para que la conservación y la renovación de nuestro legado más querido quede garantizada. La corporación municipal no cejará en su empeño de buscar fórmulas para lograr una mayor implicación juvenil, de manera que las generaciones que nos suceden recojan el testigo de nuestras fiestas tradicionales con la misma ilusión, entrega y esfuerzo con que en su día nos fue legado por nuestros antepasados.
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