Mary Nieves Hernández, una palmera que vive en Venezuela. Archivo.
En este glorioso día
escribo para ti, Canarias.
Escribo para una tierra donde cada mañana
las flores asoman sus húmedas pestañas
y el polen viste de novia a la primavera
Escribo a los volcanes orlados de poleo
a los nidos de luz, cristal de tus altares.
Escribo para el azul que envuelve tus orillas
el que enreda encajes y se encrespa
para dejar colgada su blancura
en las oscuras atalayas que lo esperan
Escribo para los picos solitarios
donde el tiempo esculpe sus hazañas
y alas de sol bruñen las piedras.
Escribo para una tierra hecha a retazos,
a su estirpe de viento encarnizada
corona de almendros serenados
que anda por el mundo enarbolando
todo el arraigo bordado en su bandera
Yo te escribo cada noche cuando sueño
con los barrancos de lirios, orillas de retamas,
olas que engullen las laderas,
piedra tricolor de los volcanes
púrpura crepuscular sobre la arena,
malpaíses sin ojos ni guitarras
voces de soledad, acantilado y beso
Escribo a tu luna coronada,
a las estrellas todas cuando bajan
derramando brillo perfumado
sobre la herida silenciosa de los cactus.
A esa tierra temerosa en los temblores
cuando hunde su pecho hasta el abismo
para surgir en luminoso parpadeo
con el blanco, azul y amarillo
sobre las aguas que en clamoroso canto
bruñen el elíxir de sus andares.
Marynieves Hernández.
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