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Opinión
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Investidura fallida

 

Hay momentos delicados en los que la autocrítica en el seno de una organización debería convertirse en un deber si no quiere convertirse en una religión donde lo que prima es la fidelidad y la fe ciega hacia el líder. Dado que yo no he participado ni en las fallidas negociaciones para formar gobierno entre Unidas Podemos y el PSOE, ni siquiera en la elaboración de la táctica de Podemos de estos días, probablemente esté cayendo en aquello que criticaba hace un par de meses a la hora de analizar los resultados electorales, esto es, el hacer “autocrítica a otros”, pero la ocasión lo merece, siendo sobre todo con el ánimo de mejorar un camino que considero ha sido errático.

Y tratándose de una “autocrítica a otros” quisiera empezar precisamente no por mi organización, sino por la otra parte, el PSOE. Es evidente que el PSOE no se encuentra cómodo en el actual ciclo político post-bipartidista  que para ellos es preferible una repetición electoral, que reorganice el mapa del Congreso de los Diputados volviendo a la dicotomía PP-PSOE, aunque dicha repetición suponga que finalmente gane la derecha. Y es que el PSOE teme gobernar en minoría en las actuales circunstancias, pero más aún teme formar un gobierno de coalición con Unidas Podemos en quienes no confía y, de fondo resuenan los tambores de las posibles políticas regresivas que los psoístas aplicarían en caso de que llegue el anunciado nuevo embate de la crisis económica, por no hablar también de su poca disponibilidad para una solución real a la cuestión catalana. El PSOE no quería formar gobierno con Unidas Podemos y buena parte de su actuación ha estado destinada a culpar a Unidas Podemos de no haber podido formarlo. Como acertadamente señaló Enric Juliana, es la lucha por el relato.

Pero Unidas Podemos tampoco ha sido inocente en todo esto y hemos llevado una táctica un tanto incomprensible y con demasiadas dosis de prepotencia y autorreferencialidad, convirtiendo el partido en un fin en vez de en un medio, y mostrando una evidente torpeza. Hay que ser conscientes de la correlación de fuerzas existentes en cada momento, y en estos momentos carecemos de la fuerza suficiente para poder retar al otro a un pulso. La negativa a reconocer nuestra debilidad es un síntoma más de dicha debilidad. Es pertinente la pregunta de si realmente, aún formando parte del gobierno con ministerios decisivo hubiésemos tenido la fuerza suficiente para llevar adelante aquellas políticas que consideramos redundarían en beneficio de la gente, o sí, por el contrario, nos encontraríamos con la impotencia de no poder hacer todo aquello que pretendíamos, convirtiéndonos en más de lo mismo y generando decepción en aquella parte del pueblo que confió en nosotros. Pero es que además, formando parte de un gobierno de coalición tendríamos que afrontar las contradicciones de tener que tragarnos, ser corresponsables, de las políticas regresivas que el PSOE pudiera aplicar y, ahí de nuevo, dos fantasmas acechan, políticas socio-económicas regresivas (beneficiando a las grandes empresas en detrimento de la mayoría social) y posible nuevo embate represivo sobre Cataluña. En las actual correlación de fuerzas se impondría de un modo más claro la línea política del PSOE que la línea política de Unidas Podemos. Es obvio que, de cualquier modo, por lo pronto no parece que vaya a haber ninguna revolución, y a lo máximo que podemos aspirar es a pequeñas reformas a la espera de que se den nuevas condiciones objetivas y subjetivas, pero dichas reformas podrían hacerse también desde la presión parlamentaria y no sólo desde el gobierno, además, aquellas que rechace el PSOE desde el Congreso de los Diputados probablemente también habrían sido frenadas con un gobierno de coalición.

Pero hay otro elemento fundamental. ¿Realmente queremos formar parte de un gobierno de coalición con un PSOE que nos desprecia? ¿Queremos formar parte de un gobierno de coalición con un partido que ha demostrado explícitamente estos días que sus relaciones con nosotras son más que problemáticas? ¿Merece la pena tanta insistencia y mendigar ministerios? Hubiera sido mejor haber investido a Pedro Sánchez, teniendo la libertad de no formar parte del gobierno, convirtiéndonos en aliados del PSOE en aquellas políticas progresistas y en oposición al mismo en aquellas políticas regresivas y, mientras, trabajar en el fortalecimiento interno de Podemos.

La investidura fallida al final no sólo puede generar, en caso de nuevas elecciones, un regreso al bipartidismo, perdiéndose la pluralidad parlamentaria, sino también el regreso al poder de una derecha cada vez más reaccionaria. Esperemos que en septiembre pueda reconducirse la situación, pero el PSOE parece haber tirado la toalla, o más bien parece que no, que su pretensión desde el principio es la repetición electoral hasta tener una mayoría holgada. . A no ser que utilice el plan B de gobernar con el apoyo o abstención de la derecha.

Cuando leo libros de historia acerca de la Guerra Civil española, aunque sé obviamente cuál fue su final, en el fondo de mí hay una ingenuidad infantil que desea un giro en los acontecimientos de modo que, finalmente, gane el bando republicano. Que la historia no haya sido como ha sido. Esa ingenuidad infantil la tuve en el día de ayer, deseando un giro táctico genial e inesperado de última hora en el cual Unidas Podemos hubiese terminado votando votando sí  a la investidura de Pedro Sánchez. Esa debiera de haber sido la línea a seguir por Unidas Podemos, apoyar la investidura sin formar parte del Gobierno, pero haciendo uso de nuestra presión parlamentaria. No sería un cheque en blanco, es más, dudo incluso que el PSOE la desease, pero hubiese sido lo mejor para evitar el vergonzoso espectáculo de ayer donde quien único supo estar a la altura de las circunstancias fue Gabriel Rufián de ERC. Con todo esto quien ha salido perdiendo no es sólo el PSOE o Unidas Podemos, sino el conjunto del pueblo.

Dailos González Díaz – Militante de Podemos y exconsejero del Cabildo Insular de La Palma.

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