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Máximo Pérez Tejera

Pragmatismo perverso

  • Ahora con la retirada de la Ley del Aborto, la patata se calienta aún más

Sin duda vivimos tiempos de cambios en los que los conceptos pierden su significado o pervierten el mismo.

En la política de "andar por casa" sin demasiadas complicaciones teóricas, entendíamos como "pragmatismo" aquella forma de entender la política contraria al dogmatismo o corriente marcada por el mantenimiento de principios férreos, eternos e intocables. El pragmatismo en cambio supone que es verdadero lo que funciona y adopta las ideas que se supone que se adaptan mejor a la situación presente o que resuelven mejor los problemas de la sociedad actual. Como ejemplo podemos citar la aceptación de la ley de divorcio por parte de la derecha o el abandono del marxismo por parte de la izquierda.

Se consideraba normal que las líneas ideológicas de los partidos políticos sufran "cada cierto tiempo" cambios o modificaciones de sus principios haciendo gala de un "pragmatismo" por exigencias sociales o por supuestos mejores resultados. Estos cambios lógicamente se daban a conocer a los votantes, marcaban los programas electorales y se les daba una vigencia mínima para demostrar su procedencia o no.

Últimamente aparece en escena un "pragmatismo" que yo denominaría perverso. La larga cadena de incumplimientos programáticos de este gobierno se pretende justificar como medidas pragmáticas coyunturales o temporales y nada más falso, pues para ser válidas políticamente tendrían que ser conocidas antes de las elecciones o incluir ese pragmatismo de hoy para mañana como base electoral.

Ahora con la retirada del anteproyecto de La Ley del Aborto, la patata se calienta aún más. No se trata de una medida secundaria, se trata del abandono de una línea ideológica de partido, algo, por otra parte, que debió hacerse antes, pero que como vemos está levantando ampollas en el ala derecha. No es que se haya consultado al pueblo, no es que el partido haya optado por una línea consensuada más laica, es simple y llanamente cuestión de matemática electoral.

Parece que los sociólogos encargados de interpretar las encuestas han concluido que alejarse de Rouco Varela y de los radicales de la derecha les restaría menos votos. La caída de Gallardón también nos trae un nuevo ministro que en su toma de posesión ya tantea la rectificación de las tasas. A ver si el resto de asesores y ministerios hacen lo propio y dan marcha atrás a tanto desaguisado. Sería muy bueno que floreciera una buena dosis de humildad, que se reconozcan equivocaciones, que se expulsaran a todos los imputados y que se aclare cuántos y cuáles recibían "cartas dentro de los sobres". Es una pena que no se haga así, porque eso si que daría votos y credibilidad y no sería necesaria esa batalla paternalista y desesperada, que intenta alentar a los ciudadanos incautos, de los "peligros" que entrañan unas elecciones en las que entrarían otras fuerzas emergentes.

En fin, esa batalla y ese esfuerzo para tener un pueblo medianamente educado que vote libremente y con responsabilidad, también es digno de consideración, porque aumenta la cultura de un pueblo. No cabe la menor duda de que si hace tres años hubiésemos tenido más información sobre los "peligros" que entrañan unas elecciones, otro gallo nos hubiera cantado y posiblemente tendríamos menos desafección, menos abandonos y menos fuerzas emergentes.

Continuamos.

 

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