Mary Nieves Hernández, una palmera que vive en Venezuela. Archivo.
Somos de otro tiempo
del tiempo de los lagares
cuando las uvas
hacían montañas almibaradas
y Dios andaba entre los parrales.
Los tomillos crecían floridos
en las orillas,
las ortigas rompían el paso
por las veredas,
íbamos vestidos
con el color de las tunas,
en los atardeceres
colocábamos alhelíes en la solapa.
Somos de otro tiempo
cuando el repique de las campanas
tornasolaba los festejos,
la luna
era algo más que un satélite
en su romántico vuelo
y mirada misteriosa,
empapándonos de sueños,
llevándonos silenciosa
por los caminos del cielo.
Lo cotidiano tenía forma de Dios,
el horizonte nos envolvía siempre,
notas de aleluya, efluvio de azucenas.
Gotas de rocío
nos esperaban cada mañana.
Nos despertábamos
con la sonrisa del Creador en la ventana
y felices sonreíamos con Él.
Somos de otro tiempo.
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