Grabados rupestres de Bejenao.
Examinar cualquier lugar donde existan huellas de los primeros habitantes de las Islas Canarias (observación) debe ser un primer paso para el aprendizaje; luego, nos queda acometer un esfuerzo holístico ineludible para encontrar respuestas (interpretación). Cuando tratamos lo cognitivo en ámbitos como la espiritualidad debemos proponer diversas figuraciones para experimentar y luego acotar los resultados desde la hermenéutica -su sentido-. Nuestro principal objetivo, por lo tanto, no se asienta solo en la descripción y la clasificación; se basa, sobre todo, en la interpretación.
La enorme cantidad de símbolos rupestres existentes en la isla de La Palma (más de 500 estaciones distribuidas en más de 1.100 paneles y 15.000 motivos) nos introduce de lleno en un pensamiento -ideología- o dispositivo inconsciente que descansa sobre un conocimiento implícito. No nos cansamos de repetir que se trata del territorio insular que contiene el mayor número de grabados rupestres de tipología geométrica del mundo confeccionados con percusión lítica. Se caracterizan por exteriorizar formas curvas unidas armónicamente en un solo movimiento. Se nos revelan como un espejo y una señal de la memoria, contienen sabiduría y orden, provocan asombro, son admirados por sus cautivadoras formas reveladoras de otros niveles del conocimiento, tanto en el campo de las significaciones como en el espíritu de los locutores. Encierran toda una sabiduría ancestral que empezamos a distinguir.
Los grabados rupestres, como concepto construido, dieron coherencia a la cimentación de un mundo simbólico de amplias perspectivas más allá de los sentidos, de lo propiamente cotidiano y que define toda funcionalidad. Dentro de su universal polisemia, la única alternativa significativa es su absoluta vinculación al mundo físico -entorno terrestre y celeste- y, consecuentemente, espiritual, acomodado al contexto en su orden de existencia y según su propio proceder hasta asumir que trasciende la condición humana en virtud de su tránsito hacia lo sagrado. Es el proceder de correlación con una realidad sagrada o cosmológica que de ninguna otra manera se puede mostrar.
Un ejemplo de esta hierofanización es el conjunto rupestre de Tierras Nuevas, citado por F. Jorge Pais como Lomo del Estrecho VII, emplazado sobre la montaña más sacralizada por los awara: el Bejenao, máxima expresión cosmogónica de un territorio que mira e imita permanentemente el cielo. Ascender los lomos de Bejenao y advertir los vestigios de nuestros ancestros comporta descubrir el sentido de una particular dimensión espacial como puntos de apoyo que nos acercan al centro del mundo.
No es un lugar que destaque en el terreno, es tan solo un punto muy concreto con presencia de rocas pequeñas y medianas en una superficie de apenas unos 10 m2 que dispone de 12 motivos geométricos combinando meandros, espirales, círculos concéntricos… ejecutados mediante técnica de percusión, exhibiendo una repetición de ritmos, de líneas curvas que van y vuelven o que se expanden en busca de una simetría por la redundancia o repetición de las formas. Todo esto con la idea de revelar un verdadero y manifiesto espíritu religioso donde los awara se orientaban y procuraban dotar de sentido al mundo.
La realidad no visible, aparentemente irracional y siempre discutible, se manifiesta cuando se talla y se representan símbolos en la roca. Esta determinación absoluta de apariencia heterogénea es una práctica universal donde el mensaje está codificado y asociado a uno o varios significados, no limitado por el tiempo, sino todo lo contrario, expuesto íntimamente a un perpetuo, perdurable y eterno espacio/tiempo. A partir de este momento, la simbología representada está fuera del ámbito humano.
Construir un espacio sagrado no es algo que se pueda improvisar, equivale a una cosmogonía; por ello, requiere elegir el rincón del territorio, el soporte pétreo y la cara de la roca, todo debe estar perfectamente calculado según la orientatio que les permita una comunicación permanente con los dioses.
¿Por qué se localiza en ese lugar un conjunto rupestre que presenta hasta seis orientaciones diferenciadas? Un imperceptible promontorio rocoso, de los muchos que se localizan en todo el entorno de Bejenao ¿qué lo hace diferente para albergar esa cantidad de símbolos sagrados? ¿Por qué lo eligieron? ¿Qué razones tan poderosas eran esas? Los awara se encontraron con este rincón -“ser ahí”- y observaron, frente a sus ojos, una realidad de fenómenos desde el espacio cósmico que conecta con su cosmovisión. Por eso, la respuesta la encontraremos en el entorno espacial y temporal, proyectando la mirada hacia los lugares que direccionan los soportes que luego fueron tallados. De este modo, toman consciencia de lo que significa la realidad que los cubre y los envuelve, pues ser consciente del mundo que lo circunda es ser consecuente de sí mismo, después de descubrir la manifestación de lo sagrado en el horizonte.
Nos encontramos ante la realidad que se puede cuantificar y medir, donde lo infinito se manifiesta en lo finito. Una realidad permanente que destaca por su existencia y su esencia, la excelencia de lo sagrado. En estos lugares descubrimos la patente de lo sagrado.
Fijemos los detalles. El petroglifo situado más al norte es un meandriforme que se orienta con la parte superior, entre el Risco de Los Cuervos y El Topo, del edificio Bejenao, precisamente el lugar por donde se ocultaba la Osa Mayor, en la aurora, durante el equinoccio indígena de primavera. Desde los siglos VI-VII se ve con máxima regularidad, aunque también es observable en siglos posteriores. En este caso concreto, la Osa Mayor se usó como referencia temporal para oficiar la llegada del equinoccio de primavera.
Otra estrella de vital importancia en la cosmovisión indígena canaria era Canopo. Existen dos motivos casi pegados que orientan sus soportes hacia el lugar exacto por donde se oculta la estrella. Les aseguro que no es una casualidad, se repite en muchos lugares del Archipiélago Canario.
Con respecto a los rastros solsticiales, encontramos tres caras de las rocas que miran hacia el sureste, en un punto de Cumbre Nueva, lugar por donde surge el sol cada vez que llega el solsticio de invierno. Existe otro soporte que dirige su proyección hacia el extremo donde se oculta el sol en esos mismos días, concretamente donde se une la tierra con el mar, algo que no deja de ser muy significativo. En todos son dominantes los meandriformes con giros en círculo o espiral.
Nos quedan dos figuras meandriformes que miran al cenit como modo de sacralizar todo el cielo y otros dos motivos espiraliformes que se proyectan en dirección a la misma cima del Bejenao. Ahora nos preguntamos ¿qué suceso astronómico de envergadura ocurre allí? Lo intentamos con el sol y no cuadraba; a continuación lo proyectamos con la luna y saltó la sorpresa, el día del lunasticio de invierno Mayor Norte, que sucedió el pasado 25 de diciembre de 2015, el astro de plata se ocultó por la misma cima del Bejenao. Volverá a repetirse 18 años más tarde (ciclo lunar).
Esta es una manera de comprender lo sagrado por situarnos en un ámbito distinguido, una consecuencia de encontrarse espacial y temporalmente conectados al cosmos. El principio de lo sagrado es la realidad misma estructurada en la conciencia humana del pueblo que la crea y la recrea periódicamente como parte de un sentimiento de poder, de potencia absoluta. Si alguien todavía tiene alguna duda, debería salir al campo, visitar este tipo de lugares en los intervalos temporales precisos, levantar la mirada y observar. Sólo los que lo han hecho han distinguido la hierofanía (la manifestación de lo sagrado)1.
Cada petroglifo es una página de un libro eterno, una ventana al infinito, una ideología que trasciende el tiempo, la expresión de un diálogo o la recreación de un significado asociado, lo que demuestra un alto grado de reflexión, de conciencia, identidad y de proyección para comunicarse consigo mismo y con lo otro. Nos incita a explorar lo desconocido y a recuperar, al menos, una parte de su memoria mediante un proceso de búsqueda abierto. Por medio del símbolo, la realidad ausente se hace presente en una religiosidad o espiritualidad de modalidad cósmica.
¿Cómo interpretar (significado) los símbolos dentro de su contexto referencial desde las proyecciones mentales de nuestros ancestros? Los objetos y vicisitudes del cielo jugaron un papel fundamental en la evolución cultural. Si la perfección última reside en el cosmos, en el movimiento cíclico de los astros, por qué no pensar que, como mejor posibilidad, los que elaboraron esta tematización simbólica esté reproduciendo una hierofanía. Todo parece indicar que nos conduce a la voluntad de fijar un espacio, reactualizar y re-crear constantemente el tiempo sagrado. Éste se manifiesta a través de un soporte material que adquiere naturaleza sobrenatural sin dejar de ser lo que es.
Lo sagrado, aunque parezca oculto o sea misterioso, siempre se manifiesta. En este universo experimentado o basado en la repetición sistemática, la roca es el vehículo y aunque sea solo una piedra, al estar trabajada deja de ser una simple roca para convertirse en una hierofanía, pues manifiesta lo sagrado y participa del medio cósmico circundante.
El ritmo circular del cosmos, su carácter cíclico, así como la sucesión infinita de los ciclos de la naturaleza, bien podrían estar representados en este tipo de figuras geométricas talladas sobre la roca. Una forma de figurar el orden de las cosas como símbolo de un todo, de lo absoluto y lo infinito, pues no tiene ni principio, ni final.
NOTA
1 En este caso concreto, le conferimos a la hierofanía un significado de toma de consciencia (humano), del espacio (lugar), en el tiempo extraordinario (astros), a través de la materia (grabados rupestres).
Miguel A. Martín González es historiador, profesor y director de la revista Iruene.
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