…Ociosos retornaron los dioses a su hogar…
…Sí, retornaron al hogar, y se llevaron consigo
todo lo bello, todo lo grande,
todos los colores, todos los tonos de la vida
y sólo nos quedó la palabra sin alma.
De Los dioses de Grecia, de Schiller
Con este nuevo título Los dioses palmeros, parece que Luis León Barreto intenta atraernos a aquellos dioses de cuya existencia nos hablan estatuas y santuarios, a las eternidades que vibran en la poesía de Homero o que intenta llamar la atención de los hacedores que veneraban nuestros aborígenes.
Ahora bien, una vez que te metes en la lectura de este libro de relatos recién publicado por Cajacanarias en la colección La Caja Literaria observas que encierra muchas más cosas y que tal vez los argumentos no tienen nada que ver con esas eternidades que corretean con plena libertad modificando las actitudes y los comportamientos de nuestra existencia o quizás sí, porque los casi cincuenta cuentos discurren por ese mundo de incongruencias y contradicciones, por esos pequeños azares dirigidos por una u otra casualidad o por pequeños dioses que algunas veces transcienden sobre los humanos.
En la sociedad en donde nos movemos entre la prisa y el estrés, el relato se ha puesto de moda y se nota una inclinación por las novelas de aliento breve y las narraciones cortas, por los cuentos espontáneos que estimulan la imaginación. Algunas veces con fórmulas narrativas llena de leyendas con elementos sobrenaturales y realistas de esos que hemos heredado de la tradición literaria latinoamericana desde la época de los conquistadores.
Ese realismo que ha venido en llamarse "realismo mágico" y que León Barreto sabe manejar con soltura en algunos de los relatos que te encuentras en el libro. Otros son temas muy actuales como las relaciones de pareja, la violencia urbana, o la vida que se nos escapa.
Con el registro que sea lo planifica, lo trabaja, lo estructura y le da carácter y precisión a cada palabra y a cada elemento. Logra que los personajes se cuestionen si sus vidas están dominadas por el azar o si existe una lógica en este mundo despiadado y poderoso. Sabe introducir la ironía como un soplo de aire fresco, jugar con los finales sorpresivos llenos de efecto y precisión con esa literatura al estilo borgiano.
El romance entre lo sobrenatural y lo científico es muy antiguo y son temas que han nutrido con generosidad a habladurías, al cine, a la literatura. A los miedos. Porque el ser humano no se ha liberado de la mentalidad de sus ancestros.
Y en las islas en general y en particular en La Palma conviven todavía los fenómenos paranormales con ese deseo por conocer la Naturaleza como el origen y el porvenir del género humano.
Así en el relato Megatsunami narra con esa socarronería propia de nuestra gente, las predicciones catastróficas y el peligro al que estamos sometidos los que vivimos sobre arenas movedizas, sobre volcanes.
Unas veces como si el autor tuviese necesidad de realizar el viaje hacía sí mismo, hacia su propio yo, se acerca a los recuerdos de la infancia, a la inmensidad del alma, a los paisajes que se le grabaron en su mente cuando acompañaba a su madre a las huertas como en el "Paraíso encontrado".
Otras cuentos abordan la leyenda como en La luz del Time desde la conciencia de un niño que escucha las historias increíbles de su abuela. Leo:
Mi abuela Antonia me confesaba con toda naturalidad tener conversaciones cuando de noche salía al patio a beber agua de la talla y se le aparecía su hijo Gregorio…
…Incluso me enseñó algunos versos algo torpes que ella había garabateado en un papel de estraza:
…Algunas almas benditas
se buscan entre la brisa,
hacen señas desde lejos
para que seamos buenos
y sepamos advertir
la senda del porvenir…
Pero León Barreto no sólo habla de la isla de La Palma sino que a lo largo del libro se materializan historias inquietantes con personajes diferentes en espacios diversos. Unas violentas y deshumanizadas, otras tiernas y apasionantes llenas de despedidas.
Algunos cuentos parecen reales porque diseccionan los vicios humanos, como la mezquindad, la vanidad o los deseos. Nos hacen sentir la más extraña mezcla de emoción y desengaño. En otros nos introduce en la ensoñación, en el mundo de lo onírico. También nos encontramos con argumentos sobre la eutanasia como en el relato de Zurich.
O en cuentos de dificultades, de engaños, de las penas y alegrías del amor. Historias donde se refleja la soledad de los personajes, la incapacidad para la comunicación y la profunda paranoia del ser humano de la que el lector no puede dejar de sonreír, acaso porque en el fondo una parte de nosotros nos identificamos con ellos, como en el relato Chico busca chica, chica busca chico.
Admiro la obra de Luis León Barreto, su barroquismo visual, su talento y esa acumulación narrativa espléndida a la que nos tiene acostumbrados. En los últimos años su literatura se ha hecho más directa, más actual, con una lectura fácil, escritos de una forma sensible y llenos de mucha iluminación.
En Los dioses palmeros participa en un juego de disfraces lingüísticos. Maneja diversos registros pertenecientes a lo cotidiano, a las luces y a las sombras pero siempre surgidos de la realidad mezclados con la ficción imaginativa que es donde cualquier cosa puede ocurrir.
León Barreto nos agita en descripciones detallistas, en historias tan absorbentes que de nuevo ha conseguido atraparnos, esta vez ha sido con Los dioses palmeros aunque pensándolo bien quizás haya sido también porque en el fondo aquellos dioses glorificados en los cantos de Píndaro, nos siguen importando.
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