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No hay mal que bien no venga: medicina en tiempos de guerra

José Vicente González Bethencourt.

Una tarde de marzo, como tantas otras, fui caminando desde el Club Náutico de Bajamar hasta la ermita de San Juanito, en la Punta del Hidalgo, 15 kilómetros ida y vuelta de casi salvaje sendero litoral. Ya de regreso, anocheciendo, un jeep de Protección Civil, a través de potentes altavoces, me instó a que me metiera en casa. Rápidamente cogí el coche en dirección a mi vivienda, encontrando dos vehículos de la Policía Local de La Laguna, dos de la Policía Nacional, y dos de la Guardia Civil, todos con la misma recomendación, “métase en casa”. A los pocos días, un jeep de la Unidad Militar de Emergencias anunciando a todo volumen la orden de “permanezcan sin salir de sus casas”, me produjo tan potente escalofrío que no había lugar a dudas: estábamos en guerra.

Una guerra, inicialmente, de un virus contra todo el planeta, y como respuesta, otra inmediata de toda la humanidad (excepto Trump, Johnson y Bolsonaro) contra el coronavirus, guerra sanitaria en la que los soldados de un bando son virus, y los del contrario, sanitarios. Los virus, letales y bien armados, disparando a muerte, a la caza de humanos, y éstos, indefensos, parapetándose en los sanitarios, a su vez desarmados y cogidos por sorpresa. Una guerra, que, aunque digan que comenzó en China, rápidamente se extendió por todo el mundo, y una vez más la Medicina juega en ella un decisivo papel, no solo como testigo, también como protagonista principal.

Una historia, la de la Medicina, que aunque parezca caduca no lo es, porque conocerla nos puede ayudar a poner en valor muchas cuestiones actuales sin olvidar las aportaciones de los científicos que nos han precedido, lo que nos posibilita, aprendiendo de ella, que seamos más conscientes de los acontecimientos actuales y dimensionar nuestras acciones de cara al futuro.

Por ello nos conviene recordar momentos históricos como el Código del rey babilónico Hammurabi, escrito en el año 1750 antes de Cristo, que establece el comportamiento ejemplar de los médicos como profesionales que manejan lo más importante de la vida, la salud. Un código que habla de honorarios, ética, aborto, heridas de guerra y lactancia mercenaria (los pudientes contrataban amas de cría para amamantar a sus hijos), estableciendo sanciones 13 siglos antes del Juramento Hipocrático por negligencias profesionales, basándose en la ley del Talión (ante un error del médico, idéntico castigo).

Considerado el padre de la Medicina, Hipócrates, que vivió en la Grecia clásica en el siglo de Pericles los años 460-377 antes de Cristo, decía que la Medicina se desarrolla en tiempos de bienestar, pero si una sociedad vive embargada por la agitación, continuos enfrentamientos y carencia de bienes básicos (alimentos, vivienda, trabajo, etc.), como sucede actualmente, es difícil pensar en mejoras sociales, porque los recursos se dedican a luchar entre nosotros mismos, a la confrontación política y la industria bélica, y, paradójicamente, como ahora, surgen oportunidades para el enriquecimiento ilícito.

Los avances médicos, tanto en investigación como asistenciales, se producen siempre en las sociedades más avanzadas en tiempos de bonanza, porque entonces los hombres no solo se dedican a sobrevivir y prestan atención a la Ciencia y la Medicina, tal como ocurrió en la Francia del Siglo de las Luces, durante el Imperio británico (siglo XIX), o en la Norteamérica del siglo XX, así que si queremos prevenir rebrotes del coronavirus o nuevas pandemias, facilitemos el trabajo de los científicos mejorando antes nuestra sociedad.

Durante las guerras se han producido grandes avances médicos, especialmente en la Cirugía; en el siglo XVI Ambroise Paré participó en las Guerra de Piamonte y del Pas de Suze, mejorando las amputaciones y heridas por armas de fuego; las ambulancias fueron creadas en el siglo XVIII por Dominique-Jean Larrey durante la guerra franco-prusiana (hasta entonces eran carretas sin techo); y el trascendental invento de Alexander Fleming, la penicilina, no se extendió hasta que demostró su eficacia durante la Segunda Guerra Mundial. En general la asociación medicina-guerra ha traído importantes avances, si bien persiste la amenaza de armas biológicas (empleadas desde la antigüedad,) o que los conflictos bélicos sean una excusa para investigar poblaciones vulnerables. Así que ojalá la Medicina avance sin necesidad de guerras como la del coronavirus.

(*) Doctor en Medicina y Cirugía

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