Templo de Monserrat, en Los Sauces.
Catorce municipios, la mayoría ocupan franjas que van desde mar a cumbre, se reparten las tierras palmeras en una superficie total de 706 km2, de la llamada isla corazón, isla verde, isla bonita, isla de las estrellas. El contorno de isla de La Palma recuerda a la de un triángulo isósceles, con su vértice más agudo en dirección sur. La anchura máxima, entre los municipios de Puntagorda y Puntallana, es de unos 28 kilómetros, y la longitud entre la punta de Juan Adalid en Garafía y Fuencaliente, de 45 kilómetros.
El 3 de mayo de 1493 el Adelantado de Castilla Alonso Fernández de Lugo, sentó su real en las playas del reino prehispánico de Tedote. Comenzaba así la fundación de la ciudad, capital de la isla, Santa Cruz de La Palma, a la sombra de una rada constituida por un cráter semiderruido en forma de anfiteatro. En las cuevas de Carías, palacio del jefe aborigen Bentacayse, se constituyó el primer gobierno insular. El puerto fue la primera obra civil, después de la conquista, a la que le seguirían iglesias, conventos, hospital, aduana, fortificaciones, casas consistoriales y lujosas viviendas para los nuevos colonos. Las clases sociales menos favorecidas levantaron viviendas de una plata o de dos de piedra seca y techos vegetales de sementera o paja de caña de azúcar. Recientemente se ha reproducido una de esas sencillas viviendas, de cubierta de sementera, en el entorno de la casa Luján de Puntallana.
En los primeros años del siglo XVI, se dibuja la traza urbana renacentista de Santa Cruz de La Palma, con dos núcleos fundacionales repartidos entre los dos márgenes del barranco de Dolores. Entre 1567 y 1568, visitó la ciudad el viajero portugués Gaspar Frutuoso, quien la describió como rica por sus abundantes frutos, soberbia por su gran comercio, vana, lozana, pomposa y bien provista que propició la codicia de aventureros y corsarios. Varias fueron las incursiones y, de nuevo, la ciudad se reconstruyó aumentado su esplendor.
Cinco siglos después, calles adoquinadas, callejones y plazas pavimentadas con piedra de callao o cantos rodados, edificios solariegos, conventos y fortificaciones continúan erguidos, desafiando a la historia y al tiempo. Enmarcada por elegantes palmeras reales, la parroquia de El Salvador (s. XVI) erigida en el más puro estilo renacentista con pórtico organizado sobre un arco de triunfo romano, preside la triangular plaza de España. A su lado, una fuente construida en 1588.
Frente al poder religioso, el poder civil, el Ayuntamiento (s. XVI), sede del antiguo Concejo o Cabildo de la isla. Los elementos y la ornamentación de la fachada son asimétricos, tan armónicamente conjugados que es preciso detenerse para encontrarlos. La iglesia de San Domingo guarda, además de magníficos retablos barrocos, la mayor y más extraordinaria colección de pinturas flamencas del siglo XVI.
En el recinto del antiguo convento de San Francisco se encuentra el Museo Insular, próximo a la plaza de la Alameda. En esta última varado, a perpetuidad, el barco de la Virgen, sede del museo Naval Municipal, y símbolo permanente de las fiestas lustrales de la Bajada de la Virgen.
Cada lustro se renueva el voto de bajar a la Virgen, patrona de La Palma, Nuestra Señora de las Nieves, desde su santuario del monte, cargado de historia y devoción cristiana que se palpa entre las valiosísimas muestras de arte sacro que posee, hasta la ciudad capital que la recibe con regocijos festivos como es, entre otros, la espectacular, única y mágica Danza de los enanos. En la remozada plaza de la Alameda, un enano de bronce se alza, a modo de monumento de esta peculiar danza palmera.
Anualmente el ciclo festivo de la capital insular recorre, la Navidad con villancicos arropados en las estrechas calles por la suave humedad marina; el carnaval con la Batalla de polvos de talco en la parodia de la Llegada de los Indianos; la suntuosidad y solemnidad de la Semana Santa con valiosas imágenes flamencas y barrocas sevillanas; las fiestas fundacionales de la ciudad en honor de la Santa Cruz con engalamiento de multitud de cruces recubiertas de ricas telas en las que en algunos casos penden valiosas joyas, próximo al santo madero los curiosos mayos, grotescos muñecos de trapo que originalmente pertenecían a la fiesta, no religiosa, del primero de mayo.
Hacia el norte de Santa Cruz de La Palma, la carretera general de la isla va recorriendo continuos barrancos, desgarrados como cascos de una naranja desde la cumbre, donde entre uno y otro se han ido asentado sucesivamente los caseríos de los municipios de Puntallana, San Andrés y Sauces y Barlovento. En estos parajes cargados de exuberante naturaleza, el beso de los húmedos vientos alisios choca frontalmente con la barrera natural de montañas y cumbres. Aquí, entre mar y riscos, quedan los alisios atrapados derramando llanto, en forma de una fina lluvia, que beben las múltiples variedades de la flora de laurisilva. Tierras viejas y barrentas producen afamadas hortalizas en Puntallana; plátanos, ñame y cañaverales en San Andrés y Sauces y en Barlovento, plátanos y frutas.
En San Andrés y Sauces, tierras de ñame y cañadulce, se encuentra el Parque Arqueológico de El Tendal, dependiente del Cabildo insular. Lugar elegido para construir un centro de visitantes por justificar su interés en ser el lugar dónde por primera vez se encuentra en una excavación arqueológica semillas de cereal y otros que venían a confirmar un avance agrario en la alimentación aborigen.
En el templo de Nuestra Señora de Montserrat se encuentra en el baptisterio una magnífica tabla del antiguo Flandes del siglo XVI y una magnifica pila bautismal de barro vidriado en color verde procedente de Sevilla del siglo XVI. Una imagen de La Piedad, también flamenca, es otra de las piezas destacadas en el catálogo de arte sacro del municipio.
La geografía del auténtico norte de La Palma la ocupan los municipios de Barlovento y Garafía. Son tierras de abismales acantilados donde desembocan los más profundos barrancos de la isla. A pesar de este agreste panorama, los pequeños y blancos caseríos de Gallegos, Franceses, Juan Adalid y Don Pedro, coronan las crestas de los márgenes de los inexpugnables barrancos. Tierras de buenos pastos, de ganadería caprina y vacuna y las más famosas frutas carnosas de La Palma. En contraposición a la más sencilla y bucólica vida cotidiana, sólo a pocos kilómetros, la más avanzada tecnología mundial rastrea, desde los observatorios astrofísicos del Roque de los Muchachos, en Garafía, los misterios del cosmos, puesto, desde una pequeña isla perdida en el Atlántico, al servicio de la Humanidad.
Las más avanzadas técnicas cubren los montes garafianos contraponiéndose al riquísimo legado arqueológico en numerosos yacimientos, entre los que destaca La Zarza y la Zarcita, descubierta en 1941, con paneles de petroglifos y un centro de interpretación para visitantes.
Ya en la vertiente de poniente, los municipios de Puntagorda y Tijarafe. En el primero, una alfombra de miles de almendros tapiza sus tierras por febrero. De antiguo le viene a la isla el cultivo de la almendra, pequeña, dulce, y aceitosa, indispensable para la repostería tradicional y, en algunos casos, para darle un pequeñísimo punto de dulzor a carnes y pescado.
En Tijarafe, que en voz prehispánica significa lugar de sombra y frescura, un extraordinario retablo barroco preside la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria quien, en la madrugada del 8 de septiembre, vence al mal, representado éste en la figura enloquecida de la danza del Diablo, que arroja infernales fuegos artificiales, mientras las gentes lo esperan ansiosos en una verbena en la plaza de la iglesia.
El murallón de El Time –en voz prehispánica ‘risco alto’- se alonga, como un balcón hacia el Valle de Aridane, sobre tres municipios: entre almendros, El Paso; entre plataneras y el mar, Los Llanos de Aridane y Tazacorte. Los tres, al abrigo de Cumbre Nueva, Cumbre Vieja, de la inmensa concavidad de la Caldera de Taburiente y del mar Océano que mira y conduce camino recto hacia el encuentro con América.
En El Paso, naturaleza protegida y artesanía sedera. Con una extensión territorial de 13.592 hectáreas -el municipio de mayor suelo-, el parque nacional de la Caldera de Taburiente que con el preparque ocupa 6.790, casi el 50% del total, a lo que hay que agregar otros espacios naturales que determinan una protección de casi el 89 % del territorio pasense. En la entrada al mirador de La Cumbrecita se encuentra el centro de visitantes del parque nacional.
En esta localidad perviven, milagrosamente, las técnicas medievales de la crianza y transformación de capullos de seda en las más preciadas y bellas piezas textiles. En los talleres privados de Seda Artesana Doña Maruca y en el Museo Municipal de la Seda, lugar donde se halla la empresa Las Hilanderas, se encuentran telares de tea, tornos, devanaderas de caña, gusanos (bichos), calderas de cobre, husos y el saber milenario del tratamiento de la seda hasta convertirse en la muestra artesana por excelencia de la artesanía palmera. La escritora cubana Dulce María Loynaz –Premio Cervantes 1992- disfrutó en El Paso de las labores sederas escribiendo una bella reflexión sobre su coste: “Nunca son caros los finales heroicos y humildes de un arte, de una tradición… Nunca es caro el primor que se nos va”.
Los Llanos de Aridane, el municipio de mayor población de la isla, con algo más de 20.000 habitantes, conjuga el pasado histórico, que tiene su origen en sencillos campesinos y labradores con la prosperidad emanada de la agricultura platanera y los centros turísticos en torno a la playa de Puerto de Naos. El presente cultural lo recoge el novedoso proyecto municipal de La ciudad en el museo. Foro de arte contemporáneo (CEMFAC) con grandes cuadros de madera, que cuelgan de paredes ciegas de sus edificios titulados: Bulevar de la melancolía (135m2) de Hugo Pitti; Las ciudades de San Borondón (46 m2) de Fernando Bellver; La ciudad de la mirada (59 m2) de Francisco Rossique; Volcán-Torre de Babel en Los Llanos de Aridane (72 m2) de Luis Mayo; Hay mil vientos posibles, hay mil rumbos a elegir de Javier de Juan (140 m2) Dentro de este mismo proyecto, ahora en escultura, se ha erigido Cabeza guanche que mira al sol de Fernando Bellver y otros que se han ido incorporando.
En contraposición a tiempos y culturas, se encuentra en el Museo de Arqueológico Benahorita, dependiente del Cabildo Insular, con proyecto del arquitecto Antonio G. Garritano, que alberga las muestras más destacadas de la economía pastoril del pueblo prehispánico de La Palma. Cazuelas de barro, útiles domésticos, petroglifos, recursos y costumbres alimenticias, ritos funerarios, industria lítica y ósea se exponen en este museo dedicado al enigmático pueblo que habitó en la isla con anterioridad a 1492.
Entre 1517 y 1518, se empezó a edificar el templo mudéjar de Nuestra Señora de los Remedios, imagen flamenca catalogada como de escuela brabanzona realizada entre 1510 y 1520, con jurisdicción eclesiástica sobre los actuales tres municipios del Valle de Aridane. A su alrededor, comenzó el repartimiento de solares y la consecuente traza urbana de la actual ciudad aridanense.
En el barrio de Argual, se levanta una esbelta araucaria junto a un acueducto del siglo XIX. Rodean el Llano de Argual viejas casonas solariegas del siglo XVII que atestiguan el esplendor económico de las producciones de caña de azúcar y vid. En el fondo del barranco de las Angustias se encuentra el santuario del mismo nombre, con una magnífica talla policromada de estilo gótico-flamenco del siglo XVI, con iconografía de La Piedad. Dentro de una pequeña hornacina se custodian las reliquias que dejaron, en 1570, en recuerdo de su paso por el lugar, el beato jesuita Ignacio de Azevedo y sus 39 compañeros, conocidos como Santos Mártires de Tazacorte.
El segundo más joven municipio canario es la villa y puerto de Tazacorte, segregado de Los Llanos de Aridane en 1925. Su economía se reparte entre el cultivo del plátano y la pesca. A principios del siglo XVI, el cultivo de la caña de azúcar propició el establecimiento de acaudaladas familias del reino de Flandes, de las que se conservan viejas casonas solariegas y la imagen de San Miguel, patrono de la isla. En el caserío de El Puerto, lugar de mayor número de pescadores de la isla, se ha acondicionado una acogedora playa y se última el segundo puerto comercial y de pasaje de la isla que no ha entrado a prestar servicio para lo que fue construido.
En el vértice sur de La Palma, el municipio de Fuencaliente reparte su territorio a las bandas del poniente y naciente de la isla. La vid ocupa el 60% de las tierras fuencalenteras que producen extraordinarios caldos, afamados universalmente desde que Shakespeare, Robert Stevenson y Walter Scott los recogiera en su literatura. El llamado néctar de los dioses, extraído de la dulce uva malvasía, presidió las mesas de las cortes europeas, llevadas por comerciantes y tratantes de vinos británicos que se establecieron en La Palma. En reconocimiento a su tradición vinícola, en Fuencaliente se ha establecido la sede del Consejo Regulador de la denominación de origen “La Palma”, que agrupa, por ahora, unas 19 marcas o bodegas de diferentes caldos.
Lugar marcado por la huella de volcanes recientes, la última, la del Teneguía en 1971. Entre 1677 y 1678, la erupción del volcán de Fuencaliente, -con anterioridad se decía que había sido el de San Antonio- sepultó la Fuente Santa o Fuente Caliente, que dio nombre al municipio, de extraordinarias propiedades medicinales. Después de ser encontradas en el año 2005, excavando bajo las lavas, en este momento se sigue estudiando su aprovechamiento, asunto que lamentablemente se dilata en el tiempo y ha causado discrepancias políticas vergonzosas.
La puerta aérea de La Palma se encuentra en Villa de Mazo, lugar donde se estableció un nuevo aeropuerto inaugurado en 1971. Municipio de caseríos diseminados, escalonados de mar a cumbre, blancas casas de tejados de cuatro aguas y pequeñas bodegas de piedra seca. A la sombra de roque Niquiomo, se estableció la capitalidad municipal – El Pueblo-, con la Casa Roja, sede del centro municipal divulgativo del Corpus Christi y Museo del Bordado, la Escuela Insular de Artesanía y la iglesia de San Blas que además de un importante legado sacro de platería e imaginería alberga el descanso del presbítero Jacinto Martínez Puntallana, fallecido en 1729, y a quien la religiosidad popular lo tiene por el patrón de las cosas y causas perdidas.
En el año 1752 se descubrieron, casualmente, los grabados prehispánicos de la cueva de Belmaco, término municipal de Villa de Mazo, reproducidos sobre papel por Domingo van de Walle y Santiago Alvertos y que, remitidos al culto obispo de Canarias Antonio de Tavira, informó que “no eran conocidos aquellos caracteres en las lenguas cultas”. Más de 250 años después el enigma continúa y se han dado las más dispares interpretaciones de estos grafismos sobre piedra. Recientemente, se ha acondicionado y es visita obligada, así mismo como al próximo Molino donde un taller artesano reproduce, de forma fidedigna, la cerámica aborigen.
Breña Alta y Breña Baja, dos municipalidades colindantes. En Breña Alta, dos esbeltos dragos, llamados Los Gemelos, guardan una de las más bellas leyendas de La Palma. Cuentan que, hace cientos de años dos hermanos gemelos amaban por igual a una misma mujer. Ésta tenía dudas para elegir al que sería su esposo. El duelo y la lucha, cuerpo a cuerpo, dirimiría la elección entre los dos jóvenes. Pero el destino quiso que murieran los dos. Ella, desconsolada y con pesar, sembró, en el lugar donde murieron los hermanos, dos dragos (dracaena draco) que fueron creciendo hasta que quedaron abrazados y entrelazadas fuertemente sus dos copas. Ahora el abrazo fraternal rememora amor y perdón.
El Risco de la Concepción, sobre la cúspide de un hidrovolcán no histórico, aloja la pequeña ermita de Nuestra Señora de la Concepción, lugar donde oró el Papa Pío IX antes de ascender a la cátedra de San Pedro. Mirador sobre la ciudad de Santa Cruz de La Palma, el puerto de la isla y la escalonada vertiente de los campos de las dos Breñas.
Unas viejas salinas construidas en 1725 se encuentran en el núcleo turístico de Los Cancajos, perteneciente a Breña Baja, con la mayor y mejor acondicionada playa del naciente palmero, protegidas por dos diques artificiales. Sobre esta zona, en el margen de la carretera del aeropuerto, aparecen Los Paredones en forma de pirámide escalonada de piedra. La polémica surgió entre dos conceptos: para unos son construcciones rituales prehispánicas y para otros son amontonamientos de piedras para limpiar los terrenos. En las medianías de Breña Baja, se ubica un moderno, aunque con arquitectura tradicional, Parador de Turismo.
CONTINUARÁ
* Cronista Oficial de la ciudad de Los Llanos de Aridane (2002), miembro de la Academia Canaria de la Lengua (2009) y de la Real Academia Canaria de Bellas Artes San Miguel Arcángel (2009).
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