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Opinión
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Carlos Fernández Gómez

La tierra prometida

  • Reflexiones de un estudiante palmero tras su llegada a Madrid

Hace ya dos meses que aterricé en la tierra prometida, sin saber muy bien a donde ir, ni cómo hacerlo. Es una tierra de ruido, de contaminación, de gente inquieta, de noche joven -y no tan joven-, de muerte, de vida, de cultura, de estrés, de manifestación, de frío… Mucho frío…

Hoy me he levantado igual que ayer, y entre sollozos de bostezos y caída de legañas, una vez más comprendí aquello que hacen llamar la rutina. El gentió de la calle me incita a la reflexión, veo personas inmersas en su mundo tras un periódico, tras una mirada, tras una lágrima, tras una sonrisa, tras un reloj… Y me limito a pensar, si son felices, hasta que vuelvo a oir una sirena, bienvenido al mundo (como comprenderéis, persignarme ya empezó a carecer de sentido) .

A medida que pasa la tarde, intercambio apuntes por cafés, evadido por mi futuro, el cual me trajo hasta aquí. En mi agenda, el hueco se hace tan invisible, como el poder saludar a alguien, pararme en mitad de la calle a convensar, parar el reloj. Tengo la sensación, de que a mi vida le han quitado una hora menos, que la han lanzado al Atlántico.

Me costó tiempo encontrarla, pero aquí también existe la amistad. Son nuevos en esta tierra y por la noche se lanzan a descubrir conmigo lo extraño del mundo. Dos amigos y un atraco, un travesti, una chica mirándoles, un botellón, una cola…

A pesar de todo, estoy contento en esta compleja tierra. Tengo 18 años y aprendo que pronto llegará un momento en el que dependa sólo de mí, momento en el que me uniré a mis compañeros de rutina, en su vida perdida, buscando la felicidad que un día en su vida alcanzaron.

Mi felicidad está en la isla donde me crié, la isla que me dio una hora más de vida. El lugar donde se encuentra mi hogar, mi familia… El lugar de donde procede mi amor, donde las colas se hacen multidud en una romería, donde conocen mi vida, donde todo es más tranquilo, donde el aire es puro, donde el verde triunfa, allá donde se cruzan mis caminos…

Te echo de menos isla bonita, pero pronto volveré.

Hace ya dos meses, ando por las calles de Madrid, sin saber muy bien a dónde ir, ni cómo hacerlo.

*Carlos Fernández Gómez es estudiante de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid.

 

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