Érase una vez una abejita que no le gustaba trabajar, ni tan siquiera las tareas de la casa, aún pudiendo hacerlo.
Mientras las compañeras libaban flores para llegar a hacer un sabroso panal de miel, y así buscar el equilibrio biológico con la polinización de las flores. Margarita jugaba al escondido entre las flores y arbustos.
Un día se le apareció un cruel y justiciero abejorro que le dijo: Tú que eres de una especie de ser tan trabajadora, ¿por qué te pasas el día holgazaneando y sin ninguna utilidad y provecho para los demás?
A lo que la abejita respondió: Soy muy joven y necesito jugar y mis padres trabajan por mí.
El abejorro contestó: ¡Ingrata, no ves que tus papás se pasan el día trabajando para traerte el sustento a tu hogar, deberías cooperar!
Margarita replicó: Mis padres lo hacen por mí.
El abejorro al ver la obstinación de esta, en un instante de arrebato la empujó para que se incorporara a trabajar junto a las otras compañeras.
Al escuchar el fuerte sonido que provocó el cruel y justiciero abejorro
La reina salió de su trabajo, y expresó: Margarita me sustituirás en esta tarea porque ya soy vieja y ya no tengo fuerza para seguir trabajando y dirigir este oficio
A lo que la joven abeja contestó: Es cierto Abuelita, de ahora en adelante trabajaré con ahínco, entusiasmo y con fuerza par ayudar a mis padres, y para sacar adelante este hermoso proyecto.
Gracias por darme esta oportunidad de ser útil a los demás. Con fuerte emoción dijo la agradecida abejita y el abejorro partió arrepentido de haber utilizado un método tan cruel…pero orgulloso de haberle dado esa lección tan sabia a Margarita, la pequeña abejita.
Cuento para niños, de Aurora Maurena.