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Opinión
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El futuro de las escuelas unitarias del oeste de la isla de La Palma

No se trata de arremeter contra la Administración educativa ni contra la Inspección ni contra los maestros, sino más bien de avivar en la política el verdadero debate educativo y que los distintos agentes implicados se reúnan para dirimir los distintos argumentos que pueden existir en torno a la expectativa de futuro planteable para las Escuelas Unitarias de la zona oeste de la isla de La Palma. No se trata de enaltecer la pervivencia sí o sí de las mismas sino de requerir diálogo constructivo, aquel que en base a estudios —no basados únicamente en una sola variable—, datos —no solamente ratios—, experiencias docentes —no discursos basados en ideologías partidistas—, opiniones de aquellos representantes que forman parte del colectivo de las escuelas unitarias e investigaciones en este ámbito rural, impulse espacios de encuentro donde los diferentes sectores de la Comunidad Educativa implicados consensúen las medidas a adoptar en relación al C.E.R. Valle de Aridane (Colectivo de Escuelas Rurales del Valle de Aridane). Porque en los últimos seis años se han suprimido tres colegios de Educación Infantil y Primaria: Cajita de Agua en 2015, el CEIP Tanausú en 2017 y el CEIP Taburiente en 2020. Y el cuarto centro que se suprime según nos comunicó ayer día 25 de marzo de 2021 la coordinadora del Consejo del C.E.R. Valle de Aridane, es el CEIP Tacande. La tendencia no es nada optimista.

Lo que me ha impulsado realmente a escribir estas líneas es precisamente que el cierre de la escuela Tacande se ha producido justo antes de la apertura del plazo por la Consejería de Educación para Admisión y Matrícula en Educación Infantil y Primaria para el curso 2011/22. Es decir, desde el 8 de marzo hasta el mes de mayo se van desarrollando las distintas fases de este proceso de admisión, y en circunstancias normales, tras este periodo es posible conocer el número de alumnos que integrarían los listados provisionales para el centro educativo. Aun cuando en este segundo trimestre el centro hubiese tenido menos de siete alumnos (ratio mínima para un centro de una sola unidad), para estimar variaciones significativas de la escolarización habría sido necesario esperar hasta mayo-junio y así contar con los datos de las posibles matrículas para el próximo curso escolar.

El cierre de la escuela previo al período de matrícula, y la toma de esta decisión perentoria por suprimir la escuela transmite en mi opinión un profundo menosprecio por el pasado, una falta de empatía por el presente y lo peor, una pérdida de ideales educativos por el futuro. Porque no se han tenido en cuenta las necesidades actuales de las familias que quizá en estos días se han acercado al centro para presentar la solicitud de admisión, porque la comunicación de dicho cierre no ofrecía ninguna moratoria ni abría opciones de búsqueda de nuevas alternativas, y porque todo esto lo único que denota es incoherencia respecto al Acuerdo Marco suscrito en mayo de 2017 sobre los servicios educativos públicos en las Escuelas Unitarias de Canarias, modelo de escuela con especial vinculación al mundo rural.

En dicho Acuerdo Marco se menciona un foro de reflexión, protocolos de actuación, criterios cualitativos y cuantitativos a tener en cuenta para el cierre de un colegio (según perspectiva de crecimiento o decrecimiento poblacional, la consideración de este modelo educativo como proyecto social, las estadísticas o previsiones oficiales…) y como objetivo se señala “establecer pautas que garanticen la estabilidad y planificación educativa en los recursos venideros”.

En los dos años que llevo ejerciendo como representante de las familias en el Consejo Escolar del C.E.R. Valle de Aridane he comprobado cómo esa supuesta planificación no es más que la lucha del propio colectivo tratando de poder “competir” ante una situación cada vez menos ventajosa, pues inevitablemente la falta de acogida temprana y comedores escolares está repercutiendo negativamente en el número de matrículas; y cómo es el propio colectivo el que se da de bruces con los obstáculos generados por errores de diseño, gestión y organización por parte de Ayuntamientos, Cabildo y Consejería de Educación, del tal llamado Mapa escolar, pues ¿cómo es posible que el transporte escolar no haya tenido en cuenta en sus recorridos a las escuelas del C.E.R.? Sin una articulación de medidas entre los distintos agentes educativos en cada uno de los niveles no es posible garantizar medidas coordinadas…

Indudablemente, que las escuelas rurales sigan abiertas dependerá de las familias, de un nuevo modelo de vida que ha ido concentrando la mayor parte de la población en las localidades más habitadas y de una oferta educativa cada vez más amplia que crea mayor margen para la elección del centro educativo. Sin embargo, sería interesante que todos los sectores de la Comunidad Educativa impulsaran un proyecto para estudiar la viabilidad de la existencia de las escuelas unitarias en los años venideros, por su trayectoria histórica así lo merecerían y porque desde hace años fueron las artífices de brindar alfabetización y oportunidades de formación a niños y niñas de entornos rurales que gracias a ellas pudieron ver enriquecidas y ampliadas sus posibilidades.

Tal y como recoge Rosa Vázquez Recio en el artículo Las escuelas públicas rurales: entre el bien común y la exclusión, “la escuela rural podría convertirse en un interesante laboratorio experimental de reforma educativa del que podrían surgir indicaciones extrapolables, incluso a las escuelas de las ciudades” (Tonucci, 1996, 50-51). Creo que hay medidas interesantes que podrían plantearse: ¿por qué no ir preparando y formando a los nuevos maestros que así lo deseen para relevar a los que próximamente se jubilarán? , ¿por qué no hacer uso de la experiencia de muchos de estos maestros para que instruyan a los que les sucederán?, ¿por qué no seguir haciendo propuestas innovadoras como el taller de talleres artesanos del curso pasado?…

A los planteamientos organizativos, a los plazos en los procedimientos, a la gestión de recursos y aprovechamiento de espacios habría que añadir un término: la transición. Las transiciones no existen, los relevos se suceden sin trasvase de información, las sustituciones se suceden sin intercambio de ideas, las intervenciones se realizan sin transferencia de conocimientos o herramientas ya adquiridos. En la transición está la clave tal vez para brindar un relevo generacional  y para aprovechar tan buenas actuaciones y prácticas docentes que se llevaron a cabo y que sería bueno conocer. La “previsión” en este tipo de escuelas es básica para evitar su extinción, y habría que intervenir anticipadamente para tratar de invertir esta dinámica actual en la que la escuela cierra cuando su maestro/a se jubila.

En este sentido también habría que apelar a la conciencia profesional del profesorado que durante muchos años ha ejercido la dirección y la docencia de muchas de estas escuelas de forma ejemplar. A pesar de haber hecho tanto, de haber entregado esfuerzo a deshoras, de haber dado alas al conocimientos de los alumnos, de haber sido bastión en la enseñanza y en la gestión de actividades interesantes y de actividades complementarias (repletas de conocimiento sobre el entorno socio-cultural y natural de la isla), a pesar de haber llevado a los chicos a zarpar más allá de esta isla para conocer nuevos mundos, relatos, hazañas y espacios…; tarde o temprano, a cada uno de los docentes (entre los cuales me incluyo) que insuflarán nuevos métodos y metodologías e impulsarán otras iniciativas no por recientes menos atractivas. Dar el paso para dar paso a los demás compañeros, este es el mejor ejemplo colaborativo que los maestros pudiéramos dar.

Por otro lado: qué rápido se dictamina una clausura y cómo se demoran años reclamaciones que están claramente justificadas, con qué agilidad se resuelve el cierre de una escuela y con cuánta parsimonia se sustituyen por ejemplo aulas prefabricadas en centros pequeños que han ido creciendo, con cuánta urgencia se aprovecha el descenso de la ratio para suprimir un centro educativo y qué lento y arduo resulta el proceso para instaurar por ejemplo un comedor escolar. Con qué prontitud se abole lo que tanto esfuerzo costó construir, y aún más, con cuánta desidia se abandonan las escuelas clausuradas y en desuso y no se plantean planes de reutilización de estos espacios y estas instalaciones.

La política educativa aún tiene retos por delante muy importantes y razones más que justificadas para hacer reuniones provechosas en las que se debatan aparte de las memorias económicas, todas aquellas cuestiones que realmente determinarán la puesta en práctica o no de una educación de calidad: la dotación de recursos humanos para una decente y convincente atención a la diversidad, la colaboración con los equipos directivos para que la “teoría” recomendada se vertebre en una práctica real en el aula, y la coordinación entre los distintos agentes públicos implicados para que desde el respeto puedan convivir conjuntamente modelos de enseñanza diversos.

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