El municipio de Breña Alta, en la isla canaria de La Palma, guarda un bellísimo hecho histórico que justifica sobradamente la devoción, la solemnidad y el sabor popular de la fiesta de la Santa Cruz.
El lunes 12 de abril tendrá lugar la apertura del IV CENTENARIO (1622-2022) del hallazgo de dos cruces dentro de un tronco de un laurel, con una misa, dedicada a la Santa Cruz, en el templo de San Pedro de Breña Alta, a las 7 de la tarde. Fue el 12 de abril de 1622, hace 399 años. Desde ese momento se generó un culto especial al santo madero en el lugar de Breña Alta.
Ante el hecho las dos cruces fueron conducidas, con toda decencia y ornato de flores, al por entonces pequeño templo de San Pedro, distante unos 300 metros del lugar del hallazgo. Se dio parte inmediatamente a la autoridad eclesiástica de la isla quien determina que los dos maderos fueran llevadas a Santa Cruz de La Palma. El cura y vecinos de Breña Alta se niegan a trasladarlas y de madrugada se presentan en la casa del vicario, en la capital insular, para solicitar subiera al templo de San Pedro dónde ya recibían culto las dos cruces aparecidas cuando un vecino estaba cortando un tronco de un laurel.
Relato del hecho:
“a las dos oras de la noche en cassa de su merced del dicho vicario parezieron presentes el licenciado Amaro Gonsales, cura del término de la Breña, [y otros] ocho o nuebe vecinos del dicho término y dixeron que abían reçibido la carta que su merced abía enviado [borrado] de la suya y que [borrado] a suplicar a su merced subiesse [borrado] y personalmente [borrado] término de la Breña y a la iglesia de señor San Pedro”-
La noche no impidió que ocho o nueves vecinos y el párroco se trasladaran por los oscuros caminos que llevaban a Santa Cruz de La Palma. La urgencia del caso lo justificaba sobradamente. Ya en casa del vicario, pusieron de manifiesto que en la parroquia estaba
“el madero con las dichas dos cruzes [borrado] atento abían [apa] rezido en el dicho lugar tuviese por bien de que [borrado]sen a vna [borrado] de señor San Pedro, y la de [Nuestra] Señora de la [Concep]ción, que tanbién sirbe de pa[rroquia de este] lugar, en las [borrado] lo oye missa el día de [borrado]radoze dos missas, vna en cada iglesia con lo qual se aumentarían la deboción de los fieles y las limosnas de las dichas iglesias, por ser muy pobres y tanbien por estar distantes desta ciudad tres cuartos de legua”.
Claramente, tanto el cura, Amado González, como los vecinos que le acompañaron se negaron rotundamente a que las Santas Cruces fueran llevadas a Santa Cruz de La Palma -en nuestra opinión-, temiéndose que allí se quedaran. Alegaron, muy astutamente, que en Breña Alta recibirían culto y aumentarían la devoción y las limosnas de los fieles, como así fue.
La presión que debió significar abrir la puerta y encontrarse a las dos de la mañana a la comitiva de vecinos de Breña Alta, además los argumentos esgrimidos, convenció a Luis Romero Xaraquemada, quien dispuso que:
“mañana juebes, que se contarán catorze deste, su merced yrá personalmente al dicho lugar conmigo el presente notario a haçer la diligencia que conbengan çerca del casso, con lo qual se fueron el dicho cura y vecinos”.
Tenemos que resaltar la valentía de estas personas, guiadas por su párroco, en una época donde la herejía era perseguida con castigos muy severos, incluso, con la muerte en la hoguera. A ellos se debe -no a otra consideración especulativa y sin documentación que lo acredite- el arraigo profundo de la devoción a la Santa Cruz en Breña Alta.
A las 8:00 horas del 14 de abril de 1622, el vicario Xaraquemada llegó a la parroquia de San Pedro, en compañía del notario apostólico y público Pedro Martínez Plaza, que iba levantando acta de todo lo que allí sucedía. Dijo misa y descubrió el madero que se aba en el altar mayor cubierto con vna [toalla] y estaban dos pedazos de palo pegados, vno enzima de otro y en cada vno dellos [borrado] da vna cruz negra. Tal y como se lee -y en señal de respeto, como era usual-, las cruces y los troncos o rollos donde habían estado incrustadas estaban sobre el altar y cubiertos por un paño o toalla. En unos tiempos confusos y de persecución por herejía, grande debió ser la impresión y seguridad que sintió el vicario ante lo que veía al contemplar los objetos que estaban en el altar -más cuando, desde 1611, Xaraquemada ostentaba el cargo de Notario del Secreto del Santo Oficio-, para que de inmediato las mostrara al pueblo y se arrodillara ante ellas:
“las pusso patentes a el pueblo, de suerte que [se] biesen y todos y su merced y los demás questaban en la dicha iglesia se quedaron de rodillas y dizeron oración delante de las dichas cruzes y mandó que yo el presente notario lo de por fee; y io lo doi por fee como tal notario público, siendo testigos el licenciado Amaro Gonsales, cura de la dicha iglesia, y el licenciado Francisco Arias, presbítero, y frai Domingo Gonsales y otros muchos vecinos del dicho término y lo firmé Pedro Martínez Plaça, notario appostólico y público”.
Continuó Luis Romero Xaraquemada ordenando que se tomara testimonio, para más justificación de la información, a los sacerdotes Amaro González y Francisco Arias Benavides “para que [borrado] de su merced y de los susodichos se examinen los testigos y ansí lo [mandó] su merced el licenciado Luis Romero Xaraquemada”.
Ese mismo día se comienzan a tomar las primeras declaraciones a los testigos y a los mencionados sacerdotes, en presencia del vicario, levantando acta el notario apostólico, e “hizo parecer ante ssí a Francisco Pérez, çapatero, vezino desta çiudad, del qual recibió juramento en forma de derecho, so cargo del qual prometió dezir berdad, estando solo sin haber otros testigos más de los dichos“.
Extracto del Capítulo III (De las razones para el arraigo de una fiesta) 3.2.2. Las pesquisas de 1622 en torno al tronco de un laurel y las dos Santas Cruces de Breña Alta, p. 47/60 en la obra Breña Alta: Fiesta de la Cruz, Breña Alta, La Palma de Hernández Pérez, María Victoria: [Ayuntamiento de Breña Alta], 2005. 194 pp. isbn: 84-606-3827-8.
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