Enormes invernaderos en las explotaciones de plátanos de Los Llanos de Aridane.
Sólo en La Palma preocupa la agricultura. Eso al menos se deduce del reciente sondeo de opinión encargado por Diario de Avisos y Canarias 7, donde tan sólo un 3% de los canarios de todas las islas cita a la agricultura (plátano y tomate) como motivo de preocupación. En La Palma este porcentaje sube al 22%, y se sitúa a tan sólo tres puntos de la sanidad.
El dato muestra de forma cruda hasta qué punto la agricultura ha perdido peso en el día a día del canario de otras islas. En consecuencia, si alguien debe convertirse en la locomotora que tire del plátano esos son los palmeros.
De sobra son conocidas algunas amenazas a las que se enfrenta al plátano, omnipresentes en los medios locales. Si nos creemos lo que dice la prensa (hubo un tiempo en que lo que decía la prensa iba a misa), la anunciada bajada de aranceles sería la madre de todas las batallas. Una batalla que se libra en despachos lejos de nuestras islas por parte de la APEB. De eso estamos continuamente informados por la vía de la nota de prensa.
Pero podría ocurrir que los aranceles no nos dejen ver un bosque donde conviven otros problemas de igual o mayor gravedad y a los habría que dar respuesta aquí, dentro del propio sector.
Entre la lista de cuestiones pendientes destaca la urgente necesidad de implantar un sistema de programación de la producción consensuado por todas las Organizaciones de Productores que evite tanto la debacle de precios en verano como el hecho de que pocas semanas después éste pase a tener precios de tal nivel que parecen diseñados para disuadir al más fiel de los consumidores de Plátano de Canarias. Unos precios "golosos" para los cosecheros a corto plazo pero que suponen un mordisco a nuestra cuota de mercado por parte de la banana de muy difícil recuperación en el futuro próximo. No olvidemos que la banana es una marca blanca en un momento en que las marcas blancas llenan nuestras neveras. Con estos precios del plátano, la tentación está servida. A día de hoy, por lo que cuesta un kilo de plátanos el consumidor se puede llevar dos de bananas.
Otros temas pendientes están en el aire desde hace demasiado tiempo. Cuestiones como el establecimiento de precios de referencia fijados por todo el sector o el diseño de un procedimiento de lucha contra el fraude que cometen quienes dan banana por plátano, pese a quien pese.
Resulta asimismo llamativo el hecho de que nada se haya dicho oficialmente acerca de el importantísimo incremento de costes salariales por la modificación del Régimen Agrario de la Seguridad Social, que afecta seriamente a aquellas empresas que tienen empleados a su cargo y compromete la continuidad de muchos puestos de trabajo (¿alguien leyó esto en los medios?).
Otro aspecto no menos importante es la toma en consideración de una modificación del sistema de reparto de ayudas del POSEI que refleje un mayor incentivo a los cultivos al aire libre en coherencia con lo que defendemos en Europa. El actual sistema que prima desproporcionadamente la cantidad de kilos supone un estímulo al cultivo en invernaderos, que ya ocupa un tercio de la superficie total de plátanos. Y con los plásticos se produce una modificación del ciclo natural de producción con los resultados que hemos visto este verano. No toda la culpa la tiene el frío invierno.
No nos engañemos: la solución a estos problemas es únicamente responsabilidad del propio sector, esto es, de los agricultores.
¿El sector dice usted? Para algunos, el sector es Asprocan. Son indudables los logros conseguidos por la Asociación a lo largo de su trayectoria: la implantación de una marca potente en el mercado como es Plátano de Canarias es un ejemplo envidiado por otros productos. Pero el reconocimiento a sus indudables méritos no debe esconder las imperfecciones que la atenazan.
Por encima de todos, la enorme lentitud en la toma de decisiones. Desgraciadamente, desde fuera se tiene la sensación de que las medidas llegan con cuentagotas, producto de la evidente dificultad de las seis OPP para llegar a acuerdos. Nadie duda que cada OPP presenta características peculiares en función de la zona o la isla. Pero la defensa de los intereses individuales no puede suponer, en ningún caso, el bloqueo de decisiones que benefician a todos.
A los representantes de las OPP en Asprocan habría que pedirles una altura de miras y generosidad en aras del bien común del platanero, cualidades que, a la vista de la lentitud en las respuestas, podrían ponerse seriamente en duda. Y es que algo no funciona cuando, por ejemplo, la ausencia de una OPP en una reunión bloquea la adopción de medidas que son vitales y cuyo retraso pone en serias dudas el futuro de muchísimas familias.
Decía Buda que "más vale encender una lamparita que maldecir las tinieblas", y da la impresión que algunos cosecheros están cansados de maldecir en la oscuridad sin resultado alguno. Quizás sería un buen momento para que los agricultores que financian la Asociación con su trabajo exijan a los teóricos representantes de las OPP resultados concretos a su gestión. El que paga tiene derecho a exigir que sean responsables y diligentes en sus decisiones, que adopten medidas con la agilidad que requiere el momento, que lleven a cabo con eficacia la tarea que asumen (voluntariamente, no lo olvidemos). La única forma de acelerar la toma de decisiones es dejar a un lado la apatía y la queja de barra para pasar a exigir a cada OPP que las discrepancias no eternicen la puesta en marcha de medidas en cuestiones clave para nuestro futuro. Un vistazo a la hemeroteca bastaría para comprobar que los mismos temas planteados hace más de 10 años siguen pendientes: reglamento de calidad, planificación de la producción o compras conjuntas entre otros.
El ya muchas veces repetido ciclo de "crisis de precios,-revuelo en la plaza-subida de precios-calma chicha" está definitivamente agotado por estéril, y porque, la experiencia lo demuestra, no lleva a ninguna parte.
El caso es que no se discute la conveniencia de disponer de un foro de reunión dónde dialoguen los plataneros, y ese papel, mejor o peor, lo asume Asprocan.
Pero para ser aceptada por los plataneros, la asociación debe poseer una credibilidad que, no nos engañemos, pasa por horas bajas. Más aún después del golpe que supuso el caso de las presuntas irregularidades en el uso de fondos de la asociación. Por tanto, se necesita recuperar la credibilidad perdida entre los agricultores.
Sin embargo lejos de aprovechar la experiencia para corregir los fallos, se ha perdido una oportunidad de oro para adoptar medidas firmes que marcaran un nuevo estilo basado en principios como la austeridad (como diría Pepu Hernández, "a-us-te-ri-dad") y una prudente transparencia en la gestión de los fondos. Visto lo visto, parecería buen momento para establecer un código ético de buen gobierno que en lo posible garantice y limite en qué se puede gastar el dinero que aportan los cosecheros, quién y quién no puede viajar en primera en viajes cortitos a Madrid a pedir ayuda, o qué aporta a la solución de los problemas pernoctar en cinco estrellas. Quien reiteradamente olvida la austeridad no puede pretender, más en tiempos de crisis, tener la confianza del agricultor que le paga. Escudarse, como se ha oído, en el consabido chocolate del loro supone aceptar que algunos se han olvidado de que las formas son importantes cuando se gestiona el dinero ajeno y siembra dudas fácilmente evitables acerca de las verdaderas prioridades de los nuestros representantes, que no deben ser otros que la defensa del agricultor.
El tema no es sólo simbólico. O el agricultor confía en Asprocan o una vez liberados de la afiliación forzosa, cada vez más plataneros se cuestionarán si su aportación al mantenimiento de la asociación estaría mejor empleado en, por ejemplo, estiércol para la finca.
Ahora o nunca es el momento de que los agricultores exijan a sus representantes en las OPP que estén a la altura, y para ello deben hacerlo en los foros adecuados, en asambleas y en juntas.
En las otras islas parece que importa menos. Si los plataneros de La Palma no toman la iniciativa en la exigencia de decisiones, mañana puede que sea demasiado tarde. No hay excusas.
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