El pasado martes falleció a los 98 años de edad en Los Silos el maestro deshijador don Rufino Hernández, un auténtico pionero e investigador en el arte de la deshijada de la platanera y precursor de gran parte de las técnicas que se aplican hoy en nuestro cultivo. Deja un recuerdo imborrable para aquellos que tuvieron la suerte de tratar con él, también en sus visitas a La Palma, y disfrutar de su sabiduría, la brillantez y la generosidad con la que compartía sus largos años de experiencia entre plataneras. Sirva de pequeño homenaje la entrevista realizada hace unos años en las que se dibuja la figura inolvidable de don Rufino. Descanse en paz.
Hablar con Don Rufino, maestro deshijador natural de Los Silos, es remontarse a los orígenes del cultivo del plátano en Canarias. A sus casi 92 años, mantiene una lucidez y una locuacidad envidiables. Gracias a la intermediación del amigo Luis Cordovés, le visitamos en su casa con la intención de aprender algo de plátanos y de aquellos aspectos que no están en los libros. Porque, por sorprendente que parezca, hay escasísimas referencias escritas, investigaciones o estudios realizados en Canarias sobre un tema que todo agricultor reconoce como primordial: la deshijada de la platanera. Es justo reseñar el esfuerzo en realizar cursos por parte de las agencias de extensión agraria, imprescindibles para conocer los principios básicos de una práctica que según don Rufino, requiere al menos “3 años de práctica antes de dejar a un deshijador solo”.
Lo que distingue a este sabio de otros trabajadores de la época, además de su excelente memoria, es su carácter de pionero en la práctica de la deshijada. Sitúese el lector en la década de los cuarenta. Si bien ya el cultivo llevaba algunas décadas en Canarias, el manejo distaba mucho de lo que hoy conocemos por un cultivo adecuado. Especialmente en una práctica tan fundamental como la barreta. Según cuenta, por aquella época el agricultor tenía por costumbre dejar el “hijo de corazón”, el mayor, el hijo de fondo, con el fin de adelantar la platanera e intentar coger más piñas en menos tiempo. “Creían ellos que tenían más cosechas en menos años, pero estaban equivocados”.
Don Rufino recuerda: “cuando yo veía que dejaban ese hijo “de delante”, el más viejo, notaba que las piñas eran chicas, se le cerraba la corona con el frío y parían muy adelantadas, en invierno. Y muchas de esas piñas que se cortaban en verano eran malas, muchas se quedaban enganchadas arriba y se pudrían tantas que no se aguantaba el mal olor”.
Y prosigue relatando con vehemencia , “el que es un buen padre y tiene un pedazo de pan, se lo da a los hijos antes que comérselo ellos. Con la platanera pasa lo mismo. Desde que se dejan muchos hijos, la planta vive para los hijos”.
“Yo veía que esos hijos siempre cogían el mismo camino, la planta no giraba. Los hijos avanzaban en línea hasta la pared y no volvía para atrás”. En consecuencia, don Rufino veía que cada año había que sembrar miles de plantas en cabeza” (la planta in vitro vino décadas después).
Fue esa observación la que le hizo pensar en hacer las cosas de manera diferente. “Entonces un día, estando yo en la Charca de Daute (finca de Los Silos) , me di cuenta de que si en lugar de escoger el hijo más viejo, lo quitaba y cogía los hijos de los laterales, la platanera giraba en el mismo sitio y no se daba sombra una a otra. Porque la sombra mata a esta planta”. “Entonces me di cuenta de que podía llevar la platanera a parir en la época de verano para cogerla en invierno. Porque la platanera es una planta de verano que se corta en invierno”.
El maestro trata entonces el tema del capado. Para el no iniciado, por capado nos referimos a cortar, normalmente por la base a un hijo que está muy atrasado o adelantado (en este caso se llama “recapado”, término que me confirma don Rufino que fue creado por él), con la intención de que sus hijos salgan en buena época y la piña en verano.
Esta práctica está relativamente extendida en la zona norte de Tenerife, pero es muy poco usada en el sur de la isla y en la isla de La Palma. Si consultamos a diferentes deshijadores, muchos de ellos no son partidarios de hacer capados (en este punto habría que aclarar que raramente hay dos deshijadores con el mismo criterio y más que nunca se podría decir que cada maestrillo tiene su librillo). Es posible que sea más indicada para zonas con temperaturas no demasiado calurosas o con pocos días de sol, por lo que la planta tiende a atrasarse y mantener la planta en su época es una de los mayores quebraderos de cabeza para el agricultor. Por otra parte, en zonas de mucho calor y sol, en ocasiones se tiende a adelantar la platanera lo más posible con la esperanza que tener piñas en toda época e, incluso tener más cosechas que años. Tendríamos que decir que hay quien jura que coge tres cosechas en dos años, pero realmente se hace muy complicado, casi diríamos imposible duplicar un ciclo en tan poco espacio de tiempo.
Otro de los motivos por los que muchos deshijadores rechazan el capado es porque afirman que el hijo que sale de él no tiene el mismo vigor que un hijo normal. Don Rufino lo desmiente rotundamente: “El hijo de capado sale incluso mejor que el otro, no ve usted que no tiene piña ni sombra y toda la comida va para él”. Y prosigue sin pausa: “entonces haciendo la prueba, capé el hijo que estaba adelantado en mayo, y fue tanta la velocidad que cogió que en julio tuve que caparla otra vez. Y ese hijo parió en abril y la piña pesó 64 kilos”.
Firme defensor de una práctica poco comprendida por muchos, repite insistentemente que “es mentira que con el capado a se pierda un año. Con el capado la piña se retrasa sólo tres meses. Pero a cambio tiene usted una buena fruta, grande, de calidad y en época de buenos precios”. Llama la atención que mientras que muchos deshijadores especialistas están más centrados en el hijo que en la piña, don Rufino no pierde de vista que la base en la que se sostiene todo el negocio es la fruta. Y tiene en la cabeza perfectamente ordenadas las fechas apropiadas para la parición y corte y su relación con el mercado y los precios.
Habla don Rufino con la seguridad de quien ha visto con sus propios ojos el comportamiento en campo de cientos de miles de plataneras una generación tras otra. Hombre observador, se preocupaba en marcar, medir y apuntar los hijos y hacer un seguimiento de las pruebas que realizaba. Es posible que en esa forma de trabajar tan metódica esté el origen de la seguridad con la que habla. “En La Palma me dijeron que allí no se daban los capados. Pero claro, el capado hay que hacerlo bien. Aquel hombre había que cortado el hijo “rente” al suelo y no tiraba de la sabia, pero hay que cortarla como a 25 centímetros porque las hojas son como “fuelles”.
Cincuenta años después, y con un mercado que cada vez exige más calidad en la fruta, el maestro lo tiene claro: “La planta y la calidad se va porque no se hacen las cosas a tiempo”. ¿Tantas vueltas hemos dado para llegar a la misma conclusión después de tantos años?
“Usted escuche esto: la barreta, el cuchillo y la caña (el soporte) dan mucho dinero, eso sí, el que lo sepa hacer”.
Dice don Rufino que él no está en contra de la teoría, que todo lo ha aprendido en el campo. Y le contesto que yo pienso que hay más teoría, más ciencia y más I+D+i en sus experiencias que en miles de páginas de redundantes manuales de agricultura.
p.d. Para mayor información, son muy recomendables los dos programas especiales dedicados a don Rufino realizados por el periodista Lucio Hernández en cronicasdelcampopalmero.com.
Ginés de Haro
Ingeniero Agrónomo
Archivado en:
Más información
Últimas noticias
Lo último en blogs