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Opinión
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Ignacio Pastor Teso

Cuando los árboles no dejan ver el bosque

  • Estamos, por tanto, en un terreno movedizo: el de las emociones y las pulsiones

Pinceladas de la actuación que Ibarrola va a realizar en Garafía. La exposoción se puede ver en el Palacio Salazar. Archivo.

Una intervención artística en la Naturaleza suele generar un vivo y acalorado debate, pues al hablar de Arte y sus distintas manifestaciones "nunca llueve a gusto de todos" y todos opinamos sobre la lluvia, orillando el criterio de los sabios meteorólogos. Como la ignorancia es atrevida y la admiración es su hija, escribo estas líneas, basculando entre la una y la otra.

El proyecto del prestigioso artista vasco Agustín Ibarrola en Garafía no es ajeno a esta controversia; así, de una parte, escuchamos agrias admoniciones entre quienes contemplan esa intervención como una violación a un entorno perfecto, obra de la Madre Naturaleza, que ha creado un paraíso dotado de belleza sin mácula, y que el Hombre no debe tocar, tan solo contemplar pasivamente; de otra, efusivos elogios de aquellos quienes, desde una perspectiva artística, más activa y arriesgada, entienden que no hay necesariamente riña entre Hombre y Naturaleza, pudiendo éste intervenir para interpretar, o reinterpretar, un paisaje, como si de un lienzo o un mármol de Carrara se tratara.

Estamos, por tanto, en un terreno movedizo: el de las emociones y las pulsiones; y luego, lamentablemente, siempre hay quienes tratan de "arrimar el ascua a su sardina",y más en tiempos electorales. El Arte, en muchas ocasiones, y es también esa su esencia,tiende a provocar una dicotomía de sentimientos, a veces irreconciliables.Con toda seguridad la unanimidad jamás se producirá. Y no es negativo que sea así. Al contrario.Un ciudadano, anónimamente, "definió",en el foro de este periódico digital, la obra de "Iberdrola" (Sic) como "una mierda", pero escribió: "me parece una mierda", no dijo:"es una mierda". Ya es algo. En ese sinuoso terreno entre ser y el parecer nos alojamos. Entre la esencia y lo imaginario, entre lo que vemos y lo que sentimos.

Conozco una parte limitadade la obra de Agustín Ibarrola -es un artista consagrado y de extensa producción- , algunas de ellas sujetas a similares debates;en su día,el bosque de Oma en Cortézubi (Vizcaya) y, más recientemente, en la escollera del puerto de Llanes (Asturias):"Los cubos de la memoria". Su intervención artística es capaz de generar emociones que nos impactan; sea en un bosque vivo,sea en unos inertes y fríos bloques de hormigón.

Podrá gustar, o no gustar, su obra, pero la sensibilidad del artista hacia la Naturaleza es, valga la redundancia, carta de naturaleza en su creación. Personalmente,tengo plena confianza en la fusión armónica entre el Autor, la Obra Pretendida y el Paisaje, pues son, como la Santísima Trinidad, una misma persona, si se me permite -y perdona-el recurso retórico al sacrilegio.

En otro orden,y aprovechando su estancia por estas tierras, se puede trasladar al artista vizcaíno un reto y un ruego: que trate de "dar alma" al aeropuerto. Hormigón donde intervenir hay de sobra.

                                                     Por Ignacio Pastor Teso

 

 

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