Termina la campaña electoral que ha llenando nuestras plazas calles o caminos de fotos con pose y atuendos estudiados por el marketing electoral. Los eslóganes que acompañan a los candidatos son igualmente estudiados, no sabemos con que lógica, porque algunos parecen patéticos y otros nos arrancan la carcajada. La prensa y la televisión se han hecho aún más insoportables. ¡Cuántas promesas! ¡Cuántas propuestas! ¡Cuánto proyecto! ¡Cuántas aportaciones! ¡Cuántas máquinas de asfalto en calles y caminos! ¡Cuántos planes! ¡Cuánta transparencia! Y ni una sola noticia de la devolución de un euro de lo que algunos se han llevado y otros se han dejado llevar.
Termina la campaña en la que soportamos el embate de la tempestad, mientras nos preguntamos si esto sirve para algo. Desconfiamos de todos y de todo.
Desconfiamos de la manipulación de los datos utilizando algunas verdades para justificar conceptos muy distintos. Desconfiamos de las cocinas de las encuestas y de todo este esfuerzo desesperado para arrimar la brasa a su sardina.
Por desconfiar, desconfiamos de esta forma de hacer "política" y de muchos de los que se les aplica el adjetivo. Desconfiamos de los que han abandonado, por lo visto para siempre, las guardias en los hospitales, las tizas o las pizarras ya electrónicas, los despachos de abogados, los puestos mediocres de las empresas, trabajos normales o el paro, para engancharse al carro eterno de la comodidad y el buen vivir. Claro que les dolería mucho volver a un sueldo normal, con un trabajo normal y un horario normal como la mayoría de los mortales.
Desconfiamos de los partidos viejos por como lo han hecho. Desconfiamos de los nuevos, porque unos prometen cielos de izquierdas imposibles para luego descender a medianas alturas, en un esfuerzo, no sabemos si sincero, para lograr una transversalidad que no se lee muy bien en política. Desconfiamos de unas primarias semicerradas con las mismas luchas de poder que en la llamada casta. Desconfiamos de otros que llegan con la bandera de la ética, los cambios y la regeneración y nos proponen un IVA sobre el pan, las papas y la leche para ayudar a la compra de los mercedes, y aparcar a los mayores en un plan "renove" cual si fuésemos vehículos peligrosos para el rodaje, confundiendo la perpetuidad en los cargos con la capacidad para los mismos. Desconfiamos a los que se destruyen entre sí por el control interno y las cotas de poder y desconfiamos de una maraña de siglas que, con buenas intenciones, dibujan un mapa dispersante y de difícil organización posterior.
Desconfiamos de la Ley Electoral, de su Ley de D´hondt. Desconfiamos de los partidos que se han negado a cambiarla y ahora se quejan sus efectos "versus Andalucía".
En fin, los que estamos libres del efecto "cautivo", que también es comprensible desde la supervivencia en la que nos han metido, desconfiamos hasta de nuestra mano cuando llegue a la urna. Desconfiamos del sentido y despilfarro de las campañas y nos preguntamos si sirven para algo o si los ciudadanos por el contrario tenemos otros medios para forjarnos una opinión.
Lo que si estoy convencido es de que necesitamos un día o muchos de reflexión. Una reflexión seria y profunda para digerir lo que nos han dicho y lo que se ha hecho.
Reflexión para recordar la desfachatez que se ha tenido para tapar y ocultar sus vergüenzas y para decir que las circunstancias justifican sus incumplimientos. Reflexionar serenamente si alguna vez se ha tenido intención de regeneración, de someterse a esa catarsis que pregonan, sin hacer nada efectivo que lo demuestre, o si por el contrario lo no limpiable es el fondo y la actitud.
Necesitamos reflexionar seriamente frente a nuestra desconfianza, pero a pesar del pesar de la magnitud de la misma, no debemos permanecer al margen de esta tarea. No podemos dejar que decidan ellos. Debemos ser partícipes y responsables del futuro inmediato y debemos, pase lo que pase, arrancar de nuestra confusa mente la opción que nos ofrezca un mínimo de credibilidad, y un mínimo de esperanza para que lo que llamamos política sea distinta.
Y sea la que sea la opción elegida, lo que considero más importante es que al mismo tiempo adquiramos una actitud de exigencia para que esa opción cumpla lo que ha dicho, que mantenga sus promesas en el cuadrante de su dirección marcada, o tenga la valentía y la honradez de marcharse a casa si eso se le hace imposible.
Continuamos.
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maximopt
Srx. Samarroquera: Como en muchos aspectos de la vida, en política cobra vida el aforismo " Nunca llueve a gusto de todos" verdaderamente nada de lo que me ofrecen me satisface plenamente. Es posible que mi sentimiento sea compartido por mucha gente, sin ir más lejos a "caracol" . No es que opine que nada valga, es que hay opciones que no me valen para nada y otras que no me valen del todo, por lo que revindico optar y ser activo para mejorar la opción elegida o mandarla a paseo si se aleja del mínimo deseo personal.
A consta de tanto desengaño, se está adquiriedo el síndrome de Santo Tomás "Ver para creer" y espero que por el bien de nuestra sociedad funcione en el futuro.
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samarroquera
Con todos mis respetos su artículo es demoledor. ¿Nada vale?
En lo que si estoy conforme es en no quedarse quieto.
Saludos.
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maximopt
Sr. Caracol : Todo menos inhibirnos. A dónde quiero llegar es a que tenemos que ser exigentes con la opción que sea. No dar cheques en blanco y reclamar individual o colectivamente cambios en las formaciones y cumplimiento de sus programas. La solución creo que es salir de la apatía ciudadana que les ha brindado la oportunidad de creer que todo es posible por que no pasa nada.
UN saludo
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caracol
¿Y que hacemos aquellos que por mucho que reflexionemos no vemos esa opción que nos ofrezca ese mínimo de credibilidad ni de esperanza?
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