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Opinión
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No es posible establecer el duelo por La Palma

Luis León Barreto. Foto de Jesús Ruiz Mesa.

Sabemos que ante una adversidad grave hay que establecer el duelo, y este viene a resultar imprescindible para recuperar nuestra paz. El duelo tiene cinco etapas. En primer término, nos sorprende la desgracia y manifestamos la etapa de la negación, no aceptamos lo que se nos viene encima. En segundo momento viene la etapa de la ira. Después acometemos la negociación, más tarde caemos en la depresión y finalmente fijamos la aceptación. En el terrible drama que padece nuestra isla, con una agonía tan prolongada y que no parece tener fin, es complicado establecer el duelo, que viene a ser imprescindible para continuar adelante. No podemos establecer el duelo porque estamos todavía en medio de la ira y de la depresión. No podemos aceptar el daño descomunal que nos hace esa fiera candente y desbocada, que puede quedarse acechando durante horas hasta que se reactiva con mayor fiereza.

¿Cómo vamos a negociar con esa Bestia que no admite alternativa y que va campando a sus anchas, acometiendo el mayor daño posible en la comarca más rica y más poblada de La Palma?

Una sabia catedrática de Barcelona ha venido a concluir que es absurdo construir sobre terrenos volcánicos, y la única solución posible es evacuar a esos habitantes y buscarles otro emplazamiento. No es la primera vez que en la Península alguien lanza una conclusión similar: si los palmeros sufren es porque son temerarios al hacerse sus casas y levantar sus cultivos en terrenos altamente frágiles.

Desde que estalló este maldito volcán presentíamos el daño que iba a causar, al conocer su punto de erupción nos echamos a temblar. Porque a través del recorrido desde el lugar donde emergió hasta su desembocadura en el mar arrasaría viviendas, estanques, huertas, invernaderos, colegios, farmacias, estaciones de gasolina, locales de asociaciones de vecinos, plazas e iglesias, innumerables carreteras, y, sobre todo, acabaría con parajes de una gran belleza. Porque las familias en La Palma no solo construyen una casa sino que la adornan con arbolado y flores de gran colorido, por algo el palmero tiene una vinculación tan íntima con la tierra en que nació. El mito de Tanausú viene a representar esa extrema vinculación del hombre y el espacio en que nació.

Si este monstruo nos sigue maltratando durante semanas o meses, no hay otro remedio que esperar a que desaparezca para establecer planes, para saber cómo reconstruir lo que se ha perdido. Para volver a hacer Aridane, un lugar hermoso por su cielo y por su clima, donde miles de extranjeros habían construido también su pequeño paraíso, donde habían alimentado sus sueños, que ahora se han convertido en terrible pesadilla. Tenemos que ver el fin de este diabólico monstruo para hermanarnos y poner en marcha los planes de recuperación. Aunque nuestro futuro sea el de construir para unas décadas después padecer la destrucción y otra vez construir para otra vez contemplar la destrucción, volcán, pausa, volcán.

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