Pinos que se quemaron desde el tronco los días posteriores al incendio, en Fuencaliente, y que coincide con los lugares en los que se había hecho entresaca de pinos. Juan José Santos.
Hasta hace muy poco tiempo, cortar un pino era delito y las autoridades competentes te ponían todo tipo de trabas burocráticas incluso para cortar uno que molestara en huertas o viviendas. De un tiempo a esta parte las cosas han cambiado de manera sorprendente, con carta blanca para cortar pinos a diestro y siniestro, incluso con verdadera saña hacía ejemplares centenarios que en tiempos de miseria y escasez nuestros abuelos respetaron porque sabían valorar lo que significaba para la población.
Este maltrato hacia el pino canario se ha acentuado con el pasado incendio, con muchas voces demonizando a este emblemático árbol que, dicho sea de paso, es el símbolo vegetal de esta Isla. Se han oído frases de todo tipo: "Los árboles o nosotros", "Hay que cortar todos los pinos alrededor del pueblo en dos kilómetros a la redonda" y otras lindezas que tratan de culpar únicamente del incendio al pinar. Nada más lejos de la realidad; la culpa es exclusivamente de esta sociedad que lleva muchos años caminando con el paso cambiado y está pagando un doloroso tributo por ello. El pasado incendio dejó acreditadas varias cosas, lo que pasa es que tenemos muy poca memoria y menos dosis de razón: dónde están los pinos en Las Indias, que fue el lugar en que más viviendas se quemaron; y como es que en el mismo pueblo y alrededores hay algunos pinos verdes que no ardieron, seguramente muchos no saben por qué y aquí está la clave: estaban limpios, o lo que es lo mismo, no había combustible que quemar y simplemente sin combustible no hay fuego.
Indudablemente hay que cortar pinos, bastantes, pero hay que cortar principalmente los que puedan afectar a viviendas y sobretodo los pinos jóvenes que han nacido en las últimas décadas y que han avanzado hacía las casas y zonas de cultivo abandonadas, nunca esos ejemplares centenarios que son santo y seña de este municipio. El "exterminio" que se ha hecho en el Pinalejo, lugar emblemático de nuestro pueblo, me parece tremendo, cuando menos muy discutible y antes de seguir cortando pinos de esta forma pienso que sería necesario hablar sosegadamente de ello con todos los agentes sociales y llegar a unas conclusiones razonables. Para qué tanta prisa, si ahora no hay riesgo de incendios y existen otras cosas que hacer de mucha más urgencia, como por ejemplo puede ser los márgenes de la carretera general y esperemos a ver si también aquí se van a ensañar con los pinos viejos.
Nunca he entendido ese empeño en cortar pinos adultos o hacer "tratamientos selvícolas" de dudosa utilidad, así como esa política de dejar el resto de los pinos desplumados como un pollo rumbo al horno; ese excesivo intervencionismo en la naturaleza más que mejorar, quizás acarrearía consecuencias irreparables y acaso podría ser la causa de ese fenómeno nuevo que aparece en este incendio: la caída masiva de pinos adultos quemados desde la raíz. Hay que mantener la población del pinar como en los tiempos de nuestros abuelos, aprendamos de su sabiduría, y aunque nos parezca imposible, si no queremos que se repita la historia, no sólo hay que limpiar el pinar sino también los terrenos que circundan nuestras casas.
Para conocimiento de las generaciones actuales e incluso para mayores con poca memoria, hay que recordar lo que ha significado el pino para la sociedad palmera y muy particularmente para nuestro pueblo: de él hemos obtenido la madera para viviendas, pajeros, bodegas, barcos o enseres; leña para combustible; tea para lumbre; pinillo para cama del ganado, relleno de nuestros colchones o empaquetado de plátanos; captación de agua de niebla; sombra para personas y animales; oxigeno para nuestro aire: belleza y singularidad al paisaje, recursos económicos y otras muchas cosas que harían muy largo este comentario.
Por todo ello, un poco más de respeto hacia el PINO, por favor.
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