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Xiomara Brito de Armas/ La Habana

Honor a quien honor merece

  • Aniversario de la muerte del palmero Tomás Felipe Camacho

Tomás Felipe Camacho, (foto enmarcada) abogado y poeta palmero ya fallecido.

Noviembre es el mes en que las orquídeas florecen con todo su esplendor y belleza. Las del Orquidario de Soroa visten sus mejores galas para homenajear a su padre, Tomás Felipe Camacho, un palmero abogado y poeta que hizo su poema más hermoso inspirado en los árboles, las flores y las piedras de esta área enclavada en la Sierra del Rosario, en recuerdo de su hija Pilila, fallecida en 1943, y más tarde de su esposa, Pilar León, en 1946.

Llegado a Cuba en 1905 ejerció como ayudante de bodega, poeta, y periodista hasta 1910 en que comenzara estudios universitarios. Graduado en 1912 y una vez casado con la hija del adinerado tinerfeño Domingo León, dueño de varios centrales azucareros en la zona central del país, comenzó a ejercer la profesión de abogado en Sagua La Grande, como representante legal de los asuntos de su suegro. Por su elevado prestigio, entre los más reputados hombres de negocios de aquella región, se trasladó a La Habana en 1918  y puso el bufete Camacho en varios sitios de la capital hasta alquilar la tercera parte de las oficinas del edificio sito en O´reilly 108, por más de veinte años.

Considerado entre los más acaudalados hombres de Cuba, llegó a tener una admirada colección de arte universal y fue reconocido como uno de los filatelistas más distinguidos del archipiélago caribeño. Su desempeño como Primer Presidente del Patronato Promuseo Nacional, Vicepresidente del Patronato de Música Sinfónica y Secretario del Patronato de Bellas Artes y Museos Nacionales, le dio merecido reconocimiento.

Hombre muy conocido a nivel nacional e internacional por diversos hechos que le marcaron, como dirigente de la Asociación de Hacendados y Colonos de Cuba, abogado consultor del Fondo Especial de Obras Públicas del Gobierno de Machado, y promotor del tributo a Franz Head de Beche, al financiar la afamada obra escultórica, brotada de las manos del artista Fernando Boada, del valeroso joven que murió en el naufragio del Vapor Morro Castle por salvar, en plausible acto de caballerosidad, a la mayor de sus hijos, Rosarito Camacho.

 El herbario Onaney Muñiz, el más antiguo de Cuba, atesora de la mano de Camacho unas veces, o colectadas por  importantes especialistas de su jardín, más de sesenta especies, lo cual constituye un gran aporte del canario a la botánica en Cuba.

Prestigioso dirigente de los inmigrantes isleños se convirtió en embajador de los canarios recién llegados o visitantes, en su nueva patria.

 En carta enviada por su gran amigo Don Antonio Perera, fechada el 11 de diciembre de 1961 a Yoya Gómez, trabajadora del jardín, se informa de la muerte de Camacho, mientras visitaba Tenerife, con estas palabras: "…ahora lucía muy bien y estaba lleno de esperanzas de pronto irse a reunir con sus hijos, todos en los Estados Unidos, y volver a Cuba. ¡Pero no lo quiso Dios así!"

 El varias veces presidente de la Asociación Canaria de La Habana y uno de los ejes fundamentales para la construcción y mantenimiento de la Quinta Canaria, la Casa de Salud más confortable que tuvieron los isleños en Cuba, murió el 17 de noviembre de 1961, mientras soñaba con respirar el aroma de cada rincón de su peculiar jardín.

Visitar el jardín Pilila en noviembre es encontrar la figura de Camacho desde que escuchamos el cantar de las aves hasta que nos envuelve la atractiva belleza de una orquídea o las historias de Agapito, su eterno ayudante y guardián de aquellas flores, que permanece eterno y vigilante en las alturas de una roca, donde reside, pendiente del ir y venir del más mínimo detalle de aquella bella región occidental que según dijera Camacho es la más parecida de Cuba, a su querida isla La Palma.

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