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Opinión
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Fulgor y elegía de Los Llanos de Aridane

Luis León Barreto. Foto de Jesús Ruiz Mesa.

Malos tiempos para el valle. Ni siquiera el quinto centenario fue conmemorado como se debía, porque la pandemia, los incendios y el volcán estropearon todo lo proyectado. Cuando el virus se hizo presente, allá por marzo del 2020, no imaginábamos el cúmulo de circunstancias desfavorables que iba a cernirse sobre este espacio. La prosperidad se cortó en seco, hasta la plaza se quedó vacía. Poca gente por las calles, los negocios cerrados y los restaurantes sin alemanes. Los cinco mil extranjeros aquí censados casi no estaban, porque el virus introducía angustia. Y luego estalló el volcán. Este es un espacio fabricado y destrozado cien veces, las erupciones han remodelado el paisaje muchas veces pero ahora estamos ante una destrucción infernal.

Con el dinero de Venezuela la gente compró terrenos, comenzó a construir sus casas con jardín y hasta piscina. Echaron los cimientos y ladrillo a ladrillo levantaron las habitaciones, el lugar de los hijos y de los nietos cerca de los padres: así se hicieron las bonitas casas de Las Manchas, Todoque y La Laguna. Eran viviendas de postal, con sus huertas y sus jardines llenos de color. Buena calidad de vida, y un clima envidiable, con tantas horas de sol. Con su laboriosidad de siempre los aridanenses armaron sus fincas sobre la ceniza de antiguas erupciones, levantaban sus estanques redondos, indestructibles, construyeron una economía próspera. El riego desde esos estanques que han podido resistir de modo sorprendente el empuje de la lava. El palmero siempre supo manejarse en la agricultura, sus plátanos, sus aguacates, la adaptación de frutos tropicales. Siempre fue un agricultor de primor, lo hizo cuando cumplió la emigración americana y lo siguió siendo cuando regresó al lugar natal. No en vano hubo tiempos en que Aridane figuraba entre los lugares con mayor renta de Canarias.

El cierre tan largo de la iglesia matriz de Los Remedios fue también un golpe bajo para el casco histórico llanense, algunos de cuyos edificios más señeros fueron cayendo por la codicia para transformarlos en tiendas de deportes, dónde estaba la comisión de Urbanismo. Cómo no recordar las rondallas que cantaban villancicos por las calles antes de las Misas de Luz, cómo no recordar la celebración de la Nochebuena, la forma en que hace 60 años jugábamos en la calle, y nos poníamos las botas de agua si llovía. Cómo no rememorar el Casino en sus etapas de apogeo, las luchadas en la plaza, la Fiesta de Arte del 1 de julio, la Banda Municipal y Los Arrieros, y la animación del quiosco de la plaza, donde de niño escuchábamos los partidos de fútbol. Como la recepción de la señal era débil había que instalar antenas en las azoteas y aun así las emisoras entraban con dificultades.

Los Llanos de Aridane es una mezcla de lo urbano y lo agrícola, un lugar de buenos comercios y de buenos servicios. Su preciso diseño, su museo en la calle con las grandes y coloridas obras de arte que le dan carácter, su disponibilidad de fácil aparcamiento, los laureles centenarios, la bella imagen de la Virgen de los Remedios. Aquí se alzaron los primeros semáforos de la isla y aquí el primer crematorio y el moderno centro comercial. De siempre la gente de los municipios cercanos venía al centro del valle para acudir a un dentista, a una tienda de ropa, a darse un paseo. Un clima apacible, muchas horas de y poca lluvia. Y las mejores fanegadas en la costa, el oro verde de las plataneras.

Nos resistimos a la desolación y al despoblamiento, dan ganas de llorar pero hemos de resistir la pérdida del cementerio que ha causado tanto daño moral. No queremos pensar que el municipio más próspero y más poblado de La Palma vaya a padecer un descalabro del que no se vaya a recuperar. No queremos pensar en esos miles de habitantes que va a perder en los próximos censos, gente que huye para Tenerife, gente que abandona. Los euros tendrían que venir ya, el maldito volcán tendría que parar ya, para emprender la reconstrucción. Y será necesario coordinar esfuerzos, estudiar iniciativas como la de los arquitectos de Madrid que proponen una intervención adecuada sobre el territorio. Y también es imprescindible que lleguen las ayudas, porque habrá quienes prefieran recibir el dinero que les toque para empezar de nuevo, levantar sus casas ladrillo a ladrillo, habitación a habitación.

En todo caso, que 2022 sea el año del silencio del volcán y el inicio de la recuperación. Amén.

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