Con qué ligereza se aborda muchas veces el tema de la maternidad con la cantidad de matices que conlleva; con qué frivolidad a veces reducimos el rol de las madres de antes a simples dispensadoras de alimentos, con la transfusión de valores que en sus silencios nos hicieron; con qué prepotencia una madre le dice a otra que le coja la mano a su hija al cruzar el paso de peatones, con lo discreta y respetuosa que suele ser la buena educación.
Gracias a la canción “Ay mamá” de Rigoberta Bandini, Mariola Cubells en un artículo de la sección Feminismo de “El País” (Smoda. Punto de vista, 15 de febrero de 2022) saca a relucir una frase de la canción “a ti que siempre tienes caldo en la nevera” como metáfora de las madres de antes, y a través de la opinión de algunos personajes del mundo de la cultura y el periodismo plantea cuestiones interesantísimas como la comparación de los roles de las madres de antes y las de ahora, así como la ruptura con ciertos tópicos que siempre se daban por hecho para una madre, pero que en circunstancias reales muchas veces resultan inasumibles.
En esta época donde priman las redes sociales, donde cada dos por tres se publican tips o consejos para conseguir ser la pareja ideal, el trabajador más eficaz, la madre perfecta; tal vez debamos seguir recapacitando sobre la maternidad pues aún pretendemos crear patrones representativos cuando la realidad es que cada mujer es distinta y así como el timbre vocal es una característica única e idiosincrásica de cada voz, cada madre es única e individualizarlas puede que sea la mejor manera de llegar a ellas. En esta época donde aunque la información está por todos lados puede que estemos más desorientados que nunca pues no somos capaces de seleccionar, atender, filtrar lo realmente necesario; en esta época donde el término acompañamiento se oferta como una guía práctica para enfrentarnos a nuevos retos, también quizá debamos aprender de muchas horas de soledad y de coraje de nuestras madres. Porque muchas de ellas aunque renunciaron a muchas cosas no renunciaron a dejar volar, porque muchas otras aunque se sometieron a la sociedad que les había tocado no sometieron a sus hijos a un futuro predestinado. Porque aunque otras tantas fueron esclavas del hogar no dudaron en brindar oportunidades y aspiraciones a sus pequeños más allá de las paredes de sus casas. Menuda valentía y menudo ejemplo nos brindaron, ¡todo el legado que nos dejaron aun estando maniatadas y no siendo escuchadas en muchas ocasiones!
En el artículo se habla de que la crianza emocional está ganando terreno, mas tengo que discrepar en cierta manera porque ¿no se están delegando muchas cuestiones que antes se resolvían en los hogares a ámbitos profesionales más especializados?, ¿no estamos sometiendo a los chicos a dinámicas estresantes sin detenernos a pensar realmente si es necesaria tanta precocidad en muchos aspectos? No por más palabrería se fomenta la autoestima o por más arrumacos inculcamos la autonomía. Creo que por haber erigido a las madres de antes como “sufridoras” estamos descartando sobremanera muchos ejemplos valiosos que nos dieron, porque por más que mencionen que el caldo “El Aneto” está bueno, yo no cambio el sabor de un caldo casero hecho con paciencia y con los huesos de canilla que siempre meto en la maleta, por cualquier caldo envasado. Y sobre todo, no cambio ese caldo por ningún otro porque ahora andamos con mil calderos al fuego y entre tanta multitarea hasta los sabores se malogran.
En fin, no intentemos pregonar una maternidad idílica pues aún queda mucho por hacer. Indudablemente hemos avanzado mucho en cuanto a conciliación laboral-familiar, permisos y licencias concedidos…; pero tendríamos todos (incluso yo misma) que reflexionar sobre la importancia de implicarnos en la educación que se hace en casa, pues son los verdaderos cimientos con los que asistir a la escuela y abrazar el mundo.
Y quizá no haya cambiado tanto la cosa en este último siglo en cuanto a todo ese batiburrillo de sentimientos y contradicciones que asaltan y asaltaban a las mujeres en sus roles de madres. Si un relato pudiera desafiar a la verdad mostrando el revés de su moneda y acertando con contundencia en la descripción de la displicencia de la maternidad, ese sería sin duda el cuento “Retirada” de Carmen Martín Gaite (Encinar, Ángeles (1995). Cuentos de Este Siglo. Madrid: Femenino Lumen), en el cual la maternidad se compara con una contienda bélica y a las hijas se las refería como “reclutas provocativas”. A través de esta metáfora en la que salir con las niñas al parque y regresar puede convertirse en una escaramuza por mantener el dominio y el control de la tropa, la autora nos lleva al límite del mismo modo que los valores de la propia madre quedan en entredicho pues asoman en el relato signos de flaqueza y ganas de claudicar. Y es que ser madre es una batalla constante. Ojalá que cuando pasen los años y ya habiendo criado a nuestros hijos, nos crucemos un día con alguna mujer que se llame Victoria —tal era el nombre de la portera—, y simplemente la mención de su nombre dibuje en nuestro rostro una mueca de satisfacción. Porque al menos regresamos de la guerra y no todo fueron pérdidas.
Fueron mujeres aguerridas y yo estoy empeñada en respetarlas y aprender de sus hazañas. Antes, ahora y mañana habrá mujeres que abrirán nuevas vías de escalada.
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