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Opinión
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Máximo Pérez Tejera

Las diferencias de Islandia

  • Este verano acabo de realizar un viejo sueño: He visitado Islandia

Un precioso pueblo de Islandia. Foto de Máximo Pérez Tejera.

Siempre la supuse lejana y distinta, pero nunca tan diferente, tanto física como socialmente. Ignoro si los presocráticos conocieron Islandia antes de formular la teoría de los cuatro elementos, pero allí sí que tiene sentido la naturaleza integrada por tierra, aire, agua y fuego.

Islandia es una hirviente tarta en la que, la helada crema de los glaciares que ocupan la parte central, se derrama en múltiples lenguas por sus bordes, especialmente hacia el sur. Los tres circos de la actualidad hacen olvidar que sepultan un verdadero infierno que aflora a cada paso con frecuentes erupciones, fumarolas, géiseres y aguas termales, pero gracias a ese infierno subterráneo se obtiene el calor vital para la supervivencia en esa nevera habitable.

La existencia del hombre en Islandia fue tardía, a partir del 900, y ha sido posible por una orografía labrada por las antiguas glaciaciones que dieron a la tarta profundas dentelladas en su periferia. Los fiordos y los valles en forma de perfecta U sirven de abrigo a sus puertos pesqueros y pequeños pueblos. Las abundantes llanuras de las plataformas horizontales, cuando el valle ha sido rellenado, y las suaves laderas de las escorrentías laterales, son extensos pastizales para la ganadería. Las ubicaciones de los puertos, pueblos y mejores granjas están, como es lógico, en el lado de barlovento y son sobrevolados por los gélidos vientos de las heladas mesetas que se estrellan contra las paredes verticales del lado de sotavento.

Si es cierto que Van Gogh inventó los amarillos en sus girasoles, en la paleta de los islandeses no faltará ningún tono de los verdes. Todos los verdes, un limpio azul cuando aparece, el blanco brillante de las cascadas y las partes altas de los glaciares; el blanco grisáceo de las lenguas repletas de morrenas; el negro de sus lavas, playas y arenales costeros; el marrón-gris de sus fallas, paredes verticales, altas laderas con manchas blancas de las nieves perpetuas, y los reflejos plateados de sus ríos, lagos y lagunas bajo la luz mágica de sus interminables atardeceres, configuran el encanto cromático de una tierra distinta que nos atrapa con su belleza. Otra cosa es pensar en la dureza de la vida bajo el frío permanente.

No sólo la belleza física me impresionó de Islandia; me sorprendió su gente que no se ve en las calles. Me impresionó saber que la totalidad de su energía es limpia 20% hidroeléctrica y 80% geotérmica con 0% de CO2. Me sorprendió que la explotación energética sea estatal; que la mayor central geotérmica sea de diseño islandés con manufactura de Mitsubishi: que su moderno edificio sea un magnífico centro de información geotérmico con visita guiada, proyecciones con explicaciones de los UNU/ GTP. Programas geotérmicos de la Universidad de Naciones Unidas para países emergentes con posibilidades geotérmicas

Y aunque lo había leído, me sorprendió que se palpe el orgullo ciudadano surgido de la confrontación frente a su profunda crisis, que por cierto, no fue por culpa de Zapatero; que con sus activas revueltas se exigiera un referéndum que impidió el rescate de la banca y que juzgo a los banqueros.Y lo más sorprendente es que el actual ministro de trabajo tenga un plan sobre la mesa que intenta reducir el paro actual del 4% al 2% porque le parece excesivo.

¡Muchas sorpresas para una mente mucho más meridional!

Sólo me queda pensar que todo ello sea propio de un pueblo que actúa con la cabeza fría y el corazón caliente, muy diferente a otras latitudes donde se vive con el corazón frío y la cabeza caliente; donde se modifica La Constitución para garantizar intereses sin contar para nada con el pueblo; donde el pueblo vive aletargado como si no tuviera nada que ver en ello; donde ya se está dejando de hablar claro por miedo a leyes de silencio que nada tienen que ver con una democracia; donde los ministros reciben a los presuntos delincuentes "dicen que preocupados por su seguridad"; donde la fiscalía lo ve lo más normal del mundo, y donde ya estamos hasta el gorro de oír contar las batallas según los sueldos de los contertulios o de los intereses de los historiadores.

Y de todo el embrollo de este Sur, tengo muy claro que las verdades son agujas perdidas entre los pajares de los intereses; que las verdades que se descubren son pisoteadas, retorcidas, estrujadas, vituperadas y secuestradas, hasta que pierdan el poder para exigir su reparación. Y lo peor, lo doloroso, lo desesperante, es que a imitación de esa tremenda columna de agua hirviendo que salta cada cinco minutos en el pueblo islandés de Geysir, de donde viene el nombre de géiser, vuelva a ser engullida por la tierra ante la pasividad de una ciudadanía, que parece que sólo le divierte que brote de nuevo con forma distinta.

Disfruté mucho de Islandia y sentí envidia sana del coraje de sus gentes.

Continuamos.

 

 

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