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¿Y a mí quién me va a pagar las comisiones?

Un día se me metió una brillante idea en la sesera, y después de darle vueltas me hice la pregunta clave: ¿Cuánta comisión me va a quedar si este gran proyecto sale adelante? Porque ya está bien de mover cosas sin que me entreguen varios miles o millones, como hace todo el mundo. ¿Que hacen falta mascarillas y guantes para atajar la pandemia? Ahí va uno y consigue el material aunque sea de mala calidad. Para que Hacienda no encuentre ni un euro en sus cuentas corrientes enseguida el listo compra coches de gran cilindrada y se aloja en hoteles de Marbella a diez millones de pesetas la noche. Y también si un día alguien quiere llevarse un acontecimiento deportivo a tal sitio, pongamos Arabia Saudí, hay que establecer una buena comisión.

Tal vez la verdad sea que España está predestinada para los pelotazos y este tipo de negocios. Parece que es una práctica habitual que se entregue una comisión del 3 por ciento cuando se trata de gestionar un proyecto, pero en realidad esa cifra se multiplica abundantemente para regocijo de los receptores y para sufrimiento del ciudadano, a quien se estafa. Ahora algunas formaciones políticas, como En Comú, critican que se lleve la Supercopa de fútbol a Arabia Saudí. En Comú ha censurado el “todo por la pasta” de Gerard Piqué, y del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, mientras que el PDeCAT ha definido España como “el país de las comisiones”. El fútbol es cada vez menos deporte, y cada vez más negocio de los listos.

Los comisionistas se vuelven millonarios con los traspasos de las estrellas del fútbol. ¿Y qué decir de los políticos que nos representan? Desde un simple concejal a un alcalde o un diputado o un presidente autonómico, todos han podido meter la cucharita cuando se trata de obras públicas con gruesos presupuestos, en los que se puede apañar alguna cosa. Recordemos que el muy honorable Jordi Pujol conseguía magníficas comisiones de empresarios dispuestos a montar cosas, y ellas se transformaban en opíparos envíos hacia Andorra de mochilas cargadas con billetes de 500 euros, que transportaban sus hijos o las novias de sus hijos. Y eso sucedió durante muchos años, y todos tan contentos.

También el rey emérito gozó de importantes comisiones de países árabes, parece que se trataba del encargo a una empresa española de la construcción del tren de alta velocidad hacia La Meca. Esos dinerillos fueron a parar a las ávidas manos agradecidas de su amiga predilecta, una mujer de armas tomar que, después de quedarse 65 millones de euros afirma que se los ha ganado bien, que sin duda se los merece, y encima denuncia a su ex amante por acoso.

Por otro lado, las comisiones bancarias son tasas porcentuales que cobra la entidad por sus servicios financieros, bien sea por prestarte dinero a través de un crédito hipotecario o personal, por usar sus tarjetas o incluso por gestionar tus cuentas. Los bancos han reducido drásticamente oficinas, han despedido a miles de empleados, han dejado a pueblos rurales sin servicios pero de año en año se incrementan sus comisiones en detrimento de los pensionistas, los parados y las personas con economías precarias.

Si supiéramos la verdad de cada contrato de mascarillas, de cada compra de gel hidroalcohólico, de cada contrato de empresas públicas y de organismos autónomos, nos íbamos a llevar muchísimas sorpresas. No sabemos si el país está preparado para revivir cosas así, no hemos aprendido gran cosa de la cultura del pelotazo.

Vivimos una economía virtual fabricada expresamente para listos y oportunistas, ahí están las criptomonedas. El Banco Central de China ha resuelto que las transacciones financieras con criptomonedas son ilegales. El bitcoin ha sufrido bruscos cambios en el último año, debido a esas regulaciones que buscan prevenir la especulación financiera y el lavado de dinero.

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