Cuando la lava de la colada número ocho del volcán de Cumbre Vieja amenazaba a la Cruz de los Muchachos, más conocida por la Cruz de La Laguna, unos vecinos se apresuraron a salvar el antiguo Santo Madero. Los laguneros conservamos la cruz de madera de tea como un tesoro de todos. La hornacina de la cruz que estaba empotrada en una vivienda fue engullida por la lava negra y destructora.
Son momentos de recuerdos y vivencias pasadas. Desde muy pequeña deseaba que llegara el día que en mi barrio de La Laguna brillara su cruz, lo esperábamos con ilusión.
Los hombres marchaban al monte a recoger ramas para engalanar el barrio. Los socios de la Sociedad Velia iban al monte a buscar ramas para engalanar las calles, también para montar los kioscos y la tribuna de la carrera de la sortija a caballo. Mientras nosotros que éramos unos niños esperábamos en el colgadizo de Doña Rosario, que se lo llevó el volcán, a que llegará la rama. Todo era una fiesta. Lo de la tribuna de la sortija era precioso. La reina de los festejos y otras jóvenes la llenaban con sus bandas para premiar a los jinetes ganadores. El joven que lograba conseguir la banda de la reina era un logro especial y eran los encargados de abrir el baile. En la sociedad se hacía un brindis especial para los chicos y chicas que habían participado en la carrera de sortijas de los festejos de la cruz de La Laguna.
Mientras nosotras, las más pequeñas, en la Sociedad Velia hacíamos banderas de papel de colores con la poliada de Doña Francisca, que nos la hacía con todo su amor y nos la preparaba cada año. El papel de colores y el hilo bala, para hacer las banderas, lo compraban en la tienda de la casa del Colgadizo en la que estaba Petronilo. La Sociedad era nuestro lugar de reunión y lo engalanábamos con las banderas de muchos colores formadas con cortes de tijeras bien amoladas.
Llegaban los días deseados de nuestra fiesta de La Cruz. Las carreras de caballos reunían a mucha gente de toda la isla. Mientras comenzaba el asalto en la Sociedad Velia para que la gente se quedara y no se fuera. Más tarde llegaba el gran baile en la plaza y las más pequeñas nos teníamos que ir, éramos unas niñas y era la hora de los mayores.
No había fiesta sin el gran día de los Cuadros Plásticos en honor a la Santa Cruz. Aun resuena en mi mente la paz de la dulce voz de nuestra querida Emma. Era el broche de oro de la Fiesta, que terminaba y se abría la esperanza para el siguiente año.
La verdad es que éramos una gran familia y la Sociedad Velia la casa común de todos, socios o no socios. No había festejo y otros acontecimientos que las puertas de la sociedad no estuvieran abiertas. Allí nos pusieron las vacunas contra la tuberculosis, recuerdo que había una mesita preparada al lado de la escalera que subía a la sala de juegos. Vicente, el padre de José Carlos, llevaba la cantina. A veces yo iba con papá y él me daba una golosina.
Nuestro barrio estaba adelantado en esos tiempos. En la sociedad teníamos los domingos cine y música de discos con un picú. Se hacían bodas. Cuando yo me casé en 1977, tengo un recuerdo muy bonito de la Sociedad que nunca olvido, fue un detalle. Cuando salí de la iglesia y ya estábamos en la plaza nos quedamos sorprendidos. El edificio de la Sociedad estaba todo iluminado, no recuerdo quién era el presidente, como en una fiesta dedicada a los novios.
Recuerdos que conviven de un barrio en la que queda muy lejos en el tiempo pero vivos en los sentimientos. La hora del correo era una fiesta, nos reuníamos chicos y chicas, en la plaza alrededor de los pozos [fuentes], cuántos recuerdos alrededor de ellos. Allí veíamos llegar la guagua de las 7.30 de la tarde. En ella venía el correo, lo traía Isabel la Ovejera. Corríamos para el colgadizo y se leía la correspondencia dando el nombre, a viva voz, del destinatario. Unas veces lo leía María Nela y otras Petronilo. Las cartas se iban entregando una a una y al día siguiente lo mismo.
Era el momento de volver a nuestras casas. Las fiestas de la Cruz y la Sociedad Velia son un referente del barrio de La Laguna, hoy maltratado por las coladas lávicas. Los laguneros necesitamos escribir, como si fuera un legado, nuestros recuerdos. Con esos recuerdos y memoria volveremos a resurgir.
* Vecina de La Laguna, Los Llanos de Aridane.
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