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Opinión
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Estamos amenazados de vida: Radios Jesuitas en América Latina y El Caribe

“La vida es fundamental. No podemos ponerla en riesgo gratuitamente”, afirma Kenia que conversa con Eleana a través de una popular herramienta de videoconferencias en presencia de setenta colegas radialistas. Es 15 de febrero y nos reunimos en el marco de la celebración del Día Mundial de la Radio (13 de febrero). Nos hablan de los riesgos que corren en el ejercicio de su misión periodística: la primera, como investigadora de Radio YSUCA, en San Salvador; la segunda, como cronista parlamentaria en Tegucigalpa para Radio Progreso. “¿Te has sentido tentada por la autocensura?”, pregunta la hondureña ante la atenta mirada de quienes asistimos al diálogo. “No, no se puede decir… Y sí, sí, en ocasiones”, responde Kenia, contradictoria desde El Salvador, haciendo evidente las perplejidades de vivir una profesión sometida a riesgos.

En esta ocasión, el Día Mundial de la Radio, que conmemora la puesta en marcha de Radio Naciones Unidas el 13 de febrero de 1946, se celebra sobre la labor de la radio para promover la paz. La Red de Radios Jesuitas de América Latina y el Caribe (unas cien señales entre Tijuana y Buenos Aires), sus mujeres y sus hombres, celebran la jornada mirando de frente a las crecientes dificultades para el ejercicio de la misión periodística en una región, América Latina, donde tienen lugar la mitad de asesinatos de periodistas del mundo, con México liderando tristemente esta lista de muerte.

“Tres son los temas en torno a los que se producen más amenazas y violencia”, nos dice en su intervención Balbina Flores, de Reporteros sin Fronteras, Consejera del Mecanismo de Protección a Periodistas y Defensores de Derechos Humanos de la Ciudad de México. Y especifica: “cuando denunciamos la corrupción política, cuando informamos sobre crimen organizado y violencia policial y, no menos importante, cuando señalamos los abusos contra los derechos humanos y también ambientales, como el impacto de las mineras, las madereras o las hidroeléctricas en la vida de las comunidades indígenas y campesinas”. Balbina insistirá en subrayar la necesidad de potenciar los mecanismos oficiales de protección: “Las administraciones públicas tienen la obligación de proteger la libertad de prensa y la labor periodística”, subraya con énfasis. Eleana, desde Honduras, que ha contado con medidas cautelares decretadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, nos dice: “A veces, las medidas tienen que ser implementadas por un cuerpo policial o unas fuerzas de seguridad del Estado que, sinceramente, no despiertan nuestra confianza: a veces porque son inoperantes, en otras porque quien te debería cuidar es quien te amenaza”.

Recuerdo la visita que pude hacer el pasado año a Radio Progreso en Honduras. Me encantó su estudio central, abierto a la calle con una cristalera enorme y luminosa. “Qué buena protección para el calor”, comenté al ver el grosor del vidrio que nos separaba del exterior. “Es para las balas”, me hicieron notar. Durante el encuentro, Julio López nos habla desde Costa Rica. Aunque es nicaragüense, vive y trabaja en el exilio tratando de continuar informando a la población de su país mediante la radio online. También contamos con un compañero que dejó Cuba después de una intensa experiencia de comunicación sometida a la vigilancia de los organismos de Seguridad del Estado. Desde Bolivia, Juan Pablo Cejas nos habla de la opción de Fundación IRFA: una comunicación sensible al conflicto. Propone que debería prevalecer el diálogo sobre el debate. Mientras oímos a Cejas, no podemos menos que traer a la memoria, el cuerpo muerto, con signos de tortura, que se encontró en la tarde del 22 de marzo de 1980 en el camino de Chacaltaya, en Bolivia. Era el del jesuita y periodista Lluis Espinal Camps. Ahora, en 2023, ha pasado más de medio siglo, en este escrito, a petición de algunos de los participantes del encuentro, ni traemos sus nombres ni contamos sus relatos.

El presidente de la Conferencia de Provinciales Jesuitas de América Latina y el Caribe, Roberto Jaramillo SJ, asiste de principio a fin al encuentro. Al cierre, nos comenta: “Quiero en primer lugar manifestar mi admiración por el trabajo que realizan y por la resistencia y ejemplo de perseverancia y pasión con que ustedes realizan su trabajo en los diferentes lugares donde están”. Luego, tras constatar que estos años próximos no se prevén más seguros para quienes hacen del periodismo su profesión, propone dos tareas: reforzar la red para que sirva de paraguas protector de quienes hacen esta misión y trabajar nuestra manera de estar en la comunicación como alternativa al uso que se hace de la misma desde instancias de poder político o empresarial. Nos anima a que hagamos comunicación desde la participación: no una “radio para los oyentes” sino una “radio con” quienes viven sometidos a vulneraciones y exclusiones..

En los años ochenta circulaba un escrito de un anónimo periodista guatemalteco que comenzaba con un “dicen que estoy amenazado de muerte”. Era, en realidad, un canto a la esperanza en medio de una situación de guerra civil que sacudió a casi todos los países de Centroamérica. El escrito afirmaba: “Están equivocados, en realidad estamos amenazados de Vida”. Han pasado más de cincuenta años. Ahora, durante el encuentro de radialistas vinculados a la Compañía de Jesús, Guillermo Perdomo SJ, que actualmente dirige Radio Santa María, en República Dominicana, pregunta a nuestra compañera Kenia, en El Salvador, por otro gran comunicador asesinado en la capilla del hospital Divina Providencia de San Salvador, el 24 de marzo de 1980 (tres días después de que Lluis Espinal SJ corriera la misma suerte): “Me inspira, me sirve de referente, su vida y su actitud ayuda para lo que nos toca afrontar ahora”, contesta la periodista salvadoreña. Se refiere a San Romero de América, Oscar Arnulfo Romero que, durante años, usó las ondas de YSAX, la emisora del obispado, como medio para hacer llegar al país entero los mensajes con que intentaba parar la carnicería y alentaba los caminos hacia la paz. Cuatro décadas después, su vida, su actitud comunicativa, su modo de afrontar las amenazas nos siguen inspirando.

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