Corría el año 2001, y recordamos como efemérides de aquel septiembre el trágico atentado de las Torres Gemelas, y casi todos somos capaces de recordar qué hacíamos entonces. Yo trabajaba, o más bien practicaba en diferentes actividades en Viveros las Breñas, frente a la casa donde había crecido. Recuerdo desde la finca en el Pozo del Molino de la Villa de Breña Alta hasta los momentos en el propio Viveros.
Un hombre inteligente, sosegado, pacífico y un “mago” del arte de cultivar me había dado la oportunidad de aprender sobre la agricultura, diferenciar la aspersión del goteo como sistemas de riego, las bondades de la fibra de coco importada desde el continente asiático, las fresas, el injerto de aguacates, que en ese entonces se limitaba prácticamente a dos variedades. No era el único al que le había regalado esa oportunidad. Eran muchos los jóvenes que compartíamos estas tareas y que Juan había interpretado que, aparte de sembrar árboles y venderlos, tenía que luchar por el relevo generacional, mientras ayudaba a muchas otras personas a encontrar una oportunidad laboral.
Juan era, junto a sus hermanos, de esas personas que creen que deben mantener el legado familiar más inmaterial, que deben luchar por mejorar lo que sus padres y sus abuelos habían sembrado con esfuerzo. Era el gesto del agradecimiento. Quién no recuerda los ponys del Viveros, que te tematizaron durante un tiempo aquel rincón, al lado de la casa de Don Amado, su padre, y que también sirvieron para sacar algo de estiércol que echarles a las plantas en aquella época. Eso sí que era Economía Circular.
A veces la perspectiva nos impide ver lo que nos aclara la retrospectiva. En el año 2002, marché a estudiar a Sevilla, y tuve que ir a hacer mi matrícula de forma presencial. La casualidad, que es igual de curiosa que caprichosa, ha querido que Juan se marche en la misma fecha. Tuvimos desde entonces muchos momentos para compartir, y también para darme buenos consejos, como hombre bueno y sabio. Y hoy brindo por los momentos que la vida me dejó compartir junto a él. 21 años después de que me animara y me apoyara en mis primeros pasos, para formarme en la Universidad. Y lo hizo con esa sonrisa noble a la vez que cómplice que le caracterizaba. Así me dijo esta mañana su hija que se marchó, y así lo recordaré. Juan Fernando el de Viveros las Breñas, era el ímpetu de un agricultor que no se rinde, de un empresario que siempre aspira a mejorar, de un hombre que no tenía rencor, y que aprovechaba su energía, precisamente para sembrar, y merecía recoger. Hoy Juan, recoge el cariño de tanta gente, que como yo y mi familia te queremos.
Descansa en paz Juan Fernando. El abrazo más cariñoso que tengo hoy se lo regalo a tu familia y tus seres queridos.
(*) alcalde de Breña Alta y diputado regional por la isla de La Palma.
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