Mario recibió el don. En la lengua de los náhuatl, Mario es “tepehua”, es decir, gente de la montaña. Su comunidad, sin embargo, no tiene un gentilicio para autodenominarse, sencillamente se llaman “nosotros”. Tlachichilco, el municipio en que nació, está situado en la Huasteca Baja, un entramado de quebradas, valles y cumbres abruptas, con un calor húmedo tropical, en la exuberante sierra norte del estado de Veracruz en México. Con unas ramas de palma y palmilla, Mario hace una especie de hisopo natural con el que extiende por mi cuerpo el incienso que toma del altarcito conformado a propósito, mientras recita en su lengua unas bendiciones que acompañan este rito de sanación.
El recitado que escucho con devoción incluye muchas invocaciones a Guadalupe y los santos. Culmina en una invocación trinitaria: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Mario recibió el don para hacer estas costumbres, ritos de los pueblos que cristianizaron sus tradiciones sanadoras durante los siglos tras la conquista. Él tuvo un sueño. Se lo contó a los ancianos. Los ancianos le confirmaron. Mario es catequista.
Estamos en el nuevo edificio, todavía en construcción, de Radio Huayacocotla, la Voz Campesina, que recibe su nombre de la cabecera municipal de una amplia comarca donde los jesuitas desempeñan una misión de acompañamiento a los pueblos otomí, nahuatl y tepehua que habitan las serranías de la región. Hoy todo el equipo de Radio Huayacocotla participa en la bendición que Mario imparte también a las diferentes salas de la edificación. Estamos en el aniversario de la radio y una multitud inmensa viene desde las comunidades para celebrarlo: música, mercado, baile y radio.
“Aquí es que los jóvenes se van, porque la alternativa es sumarse a las narcoguerrillas y vivir con miedo. Todas tenemos miedo”, nos lo dice Saylin Fernández. “Soy wayuu” (pronunciado guajú), subraya para presentarse como miembro de la comunidad originaria que dio nombre a la Guajira venezolana, situada en la frontera con Colombia, donde el ELN y la FARC siguen imponiendo su ley y explotando minas ilegales, maderas e hidrocarburos, mientras continúan con su tradicional comercio de coca y se suman a la trata de personas y mercadeo de armas. Saylin es la directora de Radio Fe y Alegría en La Guajira venezolana. Interviene telemáticamente.
Estamos en Huayacocotla con motivo de su 58 aniversario y de la celebración en sus instalaciones de un encuentro mixto presencial telemático de las radios jesuitas de Abya Yala (el nombre con el que los Kuna, situados entre la actual Colombia y Panamá, denominaban a la tierra que había entre los dos mares). Este año compartimos reflexión y experiencia sobre las causas y consecuencias del fenómeno migratorio. Para Alexander Acté, que es Q’ecqchí y nos habla desde Radio Sayaxché, en el Petén de Guatemala, el motivo fundamental es económico: “poco trabajo”. Su región está invadida por las plantaciones de palma africana, cuyo aceite está en muchísimos de nuestros productos de consumo y que, por lo general, ha servido para expulsar a comunidades indígenas de sus territorios tradicionales (por supuesto, comprados a “su justo precio”) sin que luego genere trabajo suficiente para la población.
“El deterioro medioambiental y el cambio climático también ponen a la gente en el camino”, subraya Leónidas, desde Radio ACLO (Asociación Cultural Loyola) en el Chaco boreal de Bolivia. ACLO es una red de centros de acompañamiento socioeducativo, con la radio como principal medio de comunicación que trabaja desde hace más de medio siglo en el sur de este país de contrastes entre el altiplano andino, los valles y las llanadas de las cuencas del Amazonas y del Pilcomayo. También señala que la invasión de sus territorios por otras comunidades favorecidas por el poder político colabora en la expulsión de los pueblos tradicionales del Chaco boliviano: guaraníes, ayoreos y chiquitanos. En los Andes ecuatorianos, Karina Marcatoma, quichuaparlante, nos habla de la salud y los servicios: “Lo que pasa es que hay mucho dolor y hay mucho drama por la salud. Pero no es solo la salud, faltan los servicios, la educación también”. A su juicio esa desatención por parte del Estado empuja a los jóvenes de su pueblo a salir. “Y también está esa seducción cultural: ser como los otros, ser aceptados por los otros. También eso presiona”, nos dice.
En las escaleras de la puerta de Radio Huayacocotla dejo llenar mis ojos del colorido de las gentes que han venido para celebrar su aniversario. “Pues nosotras queremos seguir sembrando la milpa. Y por eso nos corrieron y tuvimos mucho miedo”, me dice una mujer con la que llevo conversando desde hace un rato. “Pero ándele que seguimos en lucha y la minera no pudo echarnos; y entonces empezaron a decir que estábamos contra el progreso y se reían de nosotros, y tiraron nuestra iglesia, la de los antiguos, para hacer otra nueva más grande, pagada por la minera”. Apenas la interrumpo con algunas preguntas para contextualizar una historia de lucha, la de una comunidad contra una minera que acabará dividiéndolos y pretende echarlos de sus territorios para poder explotar su mina. “Y así empezaron a decir que era un conflicto religioso. Porque tumbaron la Iglesia y construyeron otra. Que por eso nos peleábamos. Pero no es así. La verdad es que la lucha es por la minera y el manganeso, no por lo religioso. Pero ya no vamos a la iglesia nueva, sino a una galera que nos hicimos. Y vinieron los de Radio Huayacocotla, y nos escucharon, y nos dieron voz, y ahora nos escuchan en todas las comunidades y algunas nos apoyan y seguimos en la lucha, y no nos vamos a rendir, y Dios nos sigue bendiciendo”, subraya mi interlocutora mientras seguimos mirando a las gentes que pasan por el mercadillo en este día de fiesta en que La Voz Campesina cumple 58 años. Buen día para dejarse bendecir por el Dios de la Vida a través de las costumbres y ritos que hace Mario, porque recibió el don.
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