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Opinión
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Una vez al año… al menos

Al menos, una vez al año, adéntrate en La Caldera:
donde las almohadillas son las rocas emergidas
más tiernas que se recuerden en el fondo del océano,
donde a los renacuajos verdes les empiezan a salir sus patas
de agarrarse a las algas para que la corriente no los arrastre barranco abajo,
donde las paredes de millones de años te encajonan en un cara a cara
con tus propias huellas en mitad de un tesoro geológico,
donde los manojos de cola de caballo ya secados al sol
templarán tu primer trago del amanecer, temprano.

Al menos, una vez al año, déjate ver por un amigo:
recibiendo en tu hogar una familiaridad nueva,
permitiéndote cambiar los objetos de sitio —su silla en el balcón—,
sumando una nueva entonación a los versos bajo el flexo,
desordenando la cocina para ofrecerle la amabilidad servida
en una sopa caliente, descorchando una botella de vino
que si no fuera por su buena compañía, nunca llegarías a probarlo;
aprendiendo de sus mundos que va recolectando en la luz de su huerto
e imaginando sus lienzos como poemarios de plumaje iridiscente en los cielos.

Al menos, una vez al año, acércate a la Plaza de los Llanos de Aridane
a escuchar el recital de poesía del Festival Hispanoamericano de Escritores:
donde olerás la flora autóctona de los países invitados en sus poemas recitados,
aprenderás de la historia de otras ciudades, calles, de sus gentes y sinsabores,
gracias a los pespuntes que sugieren sus rimas y lenguajes;
donde sucumbirás al hechizo de esta lengua fecunda
capaz de verter tan dulce acento en la violencia del recuerdo.
Esta lengua entonada con acordes de maderas distintas en sus bocas para nada remotas,
que acabará robándole un suspiro a tu sensualidad olvidada.

Al menos, una vez al año, asómate a otra ventana,
deténte en esa sombra que siempre pasabas de largo,
toma conciencia de tu respiración mientras flotas,
aíslate entre el ruido en el murmullo de tus cuadernos perdidos,
llena tu salón de niños y juguetes con sus conversaciones infinitas,
príngate comiendo fruta fresca frente al mar a mediodía.

¿O no sabes bien… tú, ya,
que volver a vernos nunca ha sido lo mismo?
¿o no sabes bien… tú, ya,
que el mismo sitio está repleto de rincones distintos?
¿o no sabes bien… tú, ya,
que al viaje nada le atañe ser de ida o de vuelta,
sino remover fronteras?

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