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Javier Rodríguez García Betancor

No vota, No influye, No importa

  • Los jóvenes y la política

Tengo 17 años, y estudio Segundo Curso de Bachillerato en un centro de enseñanzas secundarias de Los Llanos de Aridane; pertenezco por tanto, a ese sector de la población llanense, al que a los políticos mediocres de nuestro municipio les gusta tanto dejar entre los renglones de sus programas políticos.

Desde el día en que escuché al señor Perestelo decir que la política de jóvenes, deben hacerla los jóvenes, he pasado horas y horas cavilando para darle sentido a esa expresión que probablemente pronunció dentro del juego de retórica populista que le caracteriza, y que le permite salir airoso ante cualquier situación. Supongamos por un momento que no lo es. Tengamos fe en nuestra clase política y admitamos la premisa de que somos los jóvenes los que hacemos la política. ¿Qué puede hacer un joven como yo, con su ocio de fin de semana?. Soy consciente de que los jóvenes tenemos muy mala prensa, y no dejo de reconocer que hay un sector de nosotros que resulta sin duda molesto en su divertimento de fin de semana; ahora bien, ¿significa eso que no existan jóvenes comprometidos con el respeto, que puedan divertirse sin molestar a nadie?. Yo respondo que sin duda los hay, y representan un porcentaje más alto del que la opinión pública, y algunos medios de comunicación insulares, que dejan mucho que desear, suelen poner sobre la mesa en sus tertulias muchas veces carentes de argumentos. Toda esa mala prensa, ha creado un pensamiento generalizado hacia los jóvenes, que pone en entredicho que exista la posibilidad de que jóvenes como yo, nos divirtamos sin turbar el derecho al descanso de nuestros vecinos.

Trasladémonos por un momento al mundo del ocio. Me gustaría que alguna de las personalidades influyentes en la política y el comercio, en lo que al ocio norcurno se refiere; haciendo uso de la empatía, se situara en los zapatos de cualquier joven de catorce a diecisiete años; edad ésta en la que se comienza a volar del nido, en un intento por disfrutar de la noche, que supone en muchos casos, la única vía de escape de las barreras disciplinarias que cualquier adolescente sufre entre semana, bien por estudio, bien por trabajo. ¿A dónde dirigirse para distraerse durante el sábado noche, mientras no gozas de la mayoría de edad?. Yo respondo. A absolutamente ningún sitio. Ni una sola discoteca light, ni un mero centro de ocio para menores de edad; y ya no hablemos de los ínfimos esfuerzos de nuestras administraciones por organizar noches alternativas en las que los menores podamos divertirnos con garantía de no beber alcohol. Quiero romper una lanza en favor de los jóvenes, en esta isla en la que quien no influye, no importa, recordando que quienes hoy somos población inactiva sin voz ni voto, mañana seremos protagonistas de la sociedad.

 

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