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Opinión
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Prieta y fea

Cenamos en la Comunidad jesuita de Dajabón, ciudad fronteriza con Haití al norte de República Dominicana. “La señora nos cuenta que le dijo al policía: -No por ser prieto y feo se es de Haití”-. “Y sí, claro, hay un criterio racial en los acarreamientos que hace la policía”, concluye Osvaldo, compañero jesuita dominicano que dirige el Centro Montalvo, una institución que toma su nombre del ya fallecido P. Juan Montalvo SJ y que define su actuación con los títulos de reflexión y acción social. Al parecer, la señora tenía la piel más oscura y el aspecto menos agraciado. La policía entendió que era haitiana y la pusieron al otro lado de la frontera. Vuelvo a Dajabón siguiendo la misión de Radio Marien, otra de las emisoras que la Orden Ignaciana lidera en el Caribe. Tras los talleres y conversaciones con los radialistas a lo largo del día, compartimos cena y sobremesa con los miembros de la comunidad jesuita.

La Española, nombre que le dio Colón, está dividida en dos repúblicas. Al oeste, mirando a Cuba, Haití, cuya lengua, el creole, nació de la presencia francesa y de las lenguas de los africanos esclavizados. En cambio, mirando al este, hacia Puerto Rico, República Dominica, que habla castellano con ritmo caribeño. Dajabón, dista de Puerto Príncipe, capital haitiana, cien kilómetros menos que de Santo Domingo, sin embargo, esta ciudad al norte de la frontera está aparentemente al margen de lo que sucede en la capital del vecino país. Las noticias nos hablan de violencia continuada, donde las bandas se proponen cada día doblegar a las fuerzas de seguridad. Cuando escribo estas notas la toma del palacio de Gobierno parece un objetivo estratégico una vez han conseguido desalojar el Hospital General, que era el hospital universitario de la capital. Por otro lado, se mira con incertidumbre la reciente creación de un Consejo Presidencial que debe llevar a Haití hasta las elecciones a comienzos de 2025. De otras regiones de este país convulsionado, las noticias llegan con menos fluidez, pero hablan de las dificultades que viven decenas de miles de personas desplazadas y de la carestía de alimentos y la debilidad de los servicios que esperamos del Estado: salud, seguridad y educación.

En la sobremesa, sin que se retire el calor a pesar de la noche, se muestra una comunidad jesuita relativamente joven que cuenta con cuatro sacerdotes y dos maestrillos, uno de ellos italiano. También participa muy activo, un candidato que hace su primera experiencia de convivencia con los jesuitas.Tienen una presencia relevante: un colegio técnico, una parroquia, una emisora y la sede central del Centro Montalvo; además se alían para apoyar muchas otras iniciativas. La buena noticia es esa, que las familias haitianas que se ven obligadas a salir de su país encuentran acogida en organizaciones como el centro social de los jesuitas y de otras instituciones eclesiales empeñadas en defender, acompañar y servir a las poblaciones migrantes.

Precisamente, a través del Centro Montalvo, y de su participación generosa en la programación radiofónica de Radio Marien, vamos conociendo la realidad de buena parte de la población migrante en este entorno fronterizo. Se trata de familias muchas veces empobrecidas, con miedos debido a la carencia de papeles y a lo que les espera en caso de ser deportadas. Aunque la fuerza laboral de la gente de Haití es realmente importante en la economía, sin embargo, son muchas las dificultades para conseguir un trabajo decente o para participar sin problemas en el mercado, la salud, la escuela o la propia celebración de su fe religiosa. Además, en plena campaña electoral se lanzan mensajes simplificadores que parecen atribuir a los migrantes todos los males y que proponen medidas que ignoran su dignidad humana. La expresión “mano dura” se escucha de boca de las diferentes candidaturas.

El análisis que hace el Centro Montalvo muestra un respeto muy debilitado por la legalidad de la República y los derechos humanos. Las detenciones se suceden. Las fuerzas de seguridad actúan sin necesidad de comprobar la nacionalidad o la situación migratoria de la persona retenida. Circulan muchas historias de menores o personas con problemas de salud o mujeres embarazadas que son expulsadas al otro lado de la frontera hacia una realidad siempre amenazante. Se suman testimonios de detenciones basadas en el aspecto de la persona o de personas cuyas cédulas de extranjería son rotas por los funcionarios. “Es imprescindible un monitoreo por parte de la sociedad civil que muestre a las claras que ese ni es el camino que nos hace más humanos ni tampoco resuelve los problemas de esta sociedad”, subraya Osvaldo..

República Dominicana cuenta con una presencia haitiana numerosa que, en buena medida, contribuye al crecimiento económico del país. También, lógicamente, se generan algunas distorsiones que tienen que ver con las pocas políticas sociales para el conjunto de la población y de acogida para quienes llegan huyendo de una situación dramática. La población reacciona muchas veces con alarma y compra discursos que atribuyen el empobrecimiento, los salarios insuficientes, la carestía en los servicios y hasta el aumento de la violencia a la llegada de los migrantes y refugiados haitianos.

Pero sí, hay buenas noticias. Concluye la cena y queda una larga sobremesa en la que conversamos, compartimos, reímos. Gracias a Dios, muchas familias migrantes se incorporan a la vida social y muchas personas y organizaciones de República Dominicana actúan con alma y actitud hospitalaria. De Europa llega la noticia de que se acaba de aprobar una nueva norma de la Comisión Europea, un pacto migratorio que sigue intensificando las barreras y facilitando la deportación. Llevamos medio siglo fracasando con esta política y, sin embargo, cada vez que se reforma sólo sabemos hacerla más intensa dejando en mayor inseguridad jurídica a quienes salen de sus países por necesidad con el sueño de aportar más en la sociedad a la que llegan. El Centro Montalvo y tantas otras buenas instituciones siguen tenazmente contándonos lo que pasa.

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