Hospital General-Archivo.
La salud, derecho fundamental incuestionable, se convierte en una experiencia dolorosa y, lo que es peor, al borde de la humillación, cuando quienes deben velar por ella olvidan la esencia de su profesión: la humanidad. La reciente experiencia de un paciente en la planta de cirugía del HULP clama al cielo y exige una reflexión en profundidad sobre las prácticas y la sensibilidad de algunos profesionales sanitarios.
No se trata de un caso aislado, sino de un testimonio que revela una preocupante falta de empatía y respeto hacia una persona vulnerable que confía su bienestar en manos ajenas. Relatos de trato inhumano por parte de miembros del personal de planta no pueden ni deben ser silenciados. La frialdad, la desatención y la falta de consideración minan la moral del paciente y de sus familiares, convirtiendo un momento de angustia en una pesadilla innecesaria.
Pero la cadena de despropósitos no termina ahí. La angustia se agudiza cuando la comunicación, pilar fundamental en cualquier proceso médico, se convierte en un ejercicio de opacidad. Resulta inaceptable que, en al menos dos ocasiones, el cirujano responsable omitiera informar a la familia sobre el inminente ingreso del paciente a quirófano. Esta falta de notificación no solo genera una lógica preocupación e incertidumbre, sino que denota una alarmante desconexión con el impacto emocional que estas decisiones tienen en el entorno del paciente. La familia, soporte emocional crucial, se ve relegada a la incertidumbre, sin la posibilidad de ofrecer su apoyo en momentos tan delicados.
Si la falta de comunicación ya resulta grave, la actitud posterior de la trabajadora social añade una capa de indignación aún mayor. Que a los pocos días de la primera intervención la familia sienta que recibe presiones para que el paciente no permanezca en el hospital es, cuanto menos insensible. ¿Acaso olvidan que un hospital no es solo un lugar de tratamiento, sino también un espacio donde el paciente necesita el consuelo y apoyo de sus seres queridos para afrontar su recuperación? Estas presiones, lejos de facilitar el bienestar del paciente, genera un clima de tensión y ansiedad completamente contraproducente.
Es crucial que la dirección del Hospital Universitario de La Palma tome cartas en el asunto con la urgencia y seriedad que este caso merece. No bastan con lamentar lo ocurrido; es imprescindible investigar a fondo las denuncias, identificar las responsabilidades y tomar medidas correctivas ejemplares para evitar este tipo de situación se repita. La formación continua en humanización de la atención sanitaria no puede ser un mero trámite, sino un eje central en la cultura del hospital.
La sociedad palmera, conocida por su calidez y cercanía, no puede tolerar que uno de sus centros sanitarios se produzcan episodios que atentan contra la dignidad humana. La confianza en el sistema de salud se erosiona cuando la atención médica se despoja de su componente más esencial: la empatía. Este artículo no busca señalar ni juzgar a la totalidad del personal sanitario, cuyo trabajo es, en la mayoría de los casos encomiable. Sin embargo, si pretende alzar la voz en nombre de quienes sufren en silencio, exigiendo un trato digno y humano en cada interacción dentro del hospital. La salud se cura, pero la herida de la humillación perdura. Es hora de que la humanidad vuelva a brillar en cada rincón del HULP.
Familiares de Fco. Javier Lorenzo Pérez.
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Ceferino
Mi más sincera solidaridad con el paciente y con su familia. La mayoría de los médicos y sanitarios son un ejemplo, pero ello no supone que siempre sea así. Por ello es de admirar y de agradecer que cuando se produzca un caso contrario, se denuncie en una crítica constructiva como se hace en este caso. Los primeros en que estas cosas no sucedan, deben ser los propios médicos y sus gestores administrativos y políticos, porque está en juego la salud no solo de un paciente concreto sino la de todo un pueblo porque todos somos pacientes potenciales. Muchas gracias a la familia del paciente por compartir su dolor, porque su dolor es el mío también. Cuando recibimos un buen trato en un centro de salud, lo alabamos y nos faltan palabras para agradecerlo. Cuando recibimos un trato censurable, lo denunciamos. Esto es así, porque como pueblo no somos una masa amorfa y acrítica, sino que como ciudadanos libres pensamos y sentimos sin miedo a ejercer nuestros derechos y obligaciones buscando siempre el bien común. Queridos familiares del paciente, gracias. Espero que se subsanen estas deficiencias en el servicio por parte de la autoridades responsables del Hospital. Los funcionarios públicos somos servidores al servicio del pueblo para resolver sus problemas.
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amaranta
Vergonzoso el trato vejatorio a algunos pacientes. Lo de la trabajadora social es sangrante. Vaya mujer más desagradable y fría. No está para estar de cara al público. Hay que revisar puestos Ferraz, que no son eternos
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Yonatan
Bueno, ha salido tarde en este medio. He de decir que desde ayer el hospital ya está investigando lo sucedido.
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