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La Polca del Corazón

Este año se esperaba con especial expectación la celebración de la Bajada de la Virgen de las Nieves de La Palma. Diez años habían pasado desde la última Fiesta Lustral, que rompió su periodicidad por primera vez en su historia en ese 2020, año de confinamiento por la covid-19.

Tras la pandemia, tras el volcán Tajogaite en 2021, también tras esa Bajada anterior de 2015 que había sido terriblemente golpeada por el vil asesinato machista de Laura González, se sentían especial ilusión y nervios, casi una necesidad por vivir unas fiestas que conforman y cristalizan, cada cinco años, la unión de un pueblo en torno a su Virgen de Las Nieves, en torno a sus tradiciones y su identidad.

Imaginando, organizando, proyectando y ejecutando actos diversos “de gran participación popular y dignidad en los cultos”, según palabras de Bartolomé García Jimenez, obispo que dispuso la celebración de la Bajada de la Virgen en la segunda mitad del siglo XVII.

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Sin duda, de todos ellos, el número más querido y entrañable es el de la Danza de Los Enanos, que tiene sus orígenes en la segunda mitad del siglo XIX y que mantiene su estructura y magia desde 1905. En este año, el comerciante Miguel Salazar Pestana idea la Caseta como punto de transformación de esos egregios, singulares, mayúsculos y lentos visitantes que llegan a la Isla para honrar a la Señora de La Palma y anunciar su llegada, que tornan en los divertidos, pequeños y ágiles Enanos que culminan la celebración.

En ese año también, se incorpora el apellido Santos a la confección de la música de la primera parte de la danza, lenta y cantada. Se escoge una música de Elías Santos Abreu, eminente médico, entomólogo, investigador, científico y músico de la isla, para añadirle la letra de Domingo Carmona Pérez.

Como segunda parte, se realizaba una polca, un ritmo de moda, un tipo de danza nacida en Europa Central a mediados del siglo XIX y que rápidamente se popularizó y extendió por el mundo, con diversas y locales variantes. Este ritmo rápido y dinámico encajaba perfectamente con el espíritu y carácter de esa segunda parte de Los Enanos.

Cada lustro, y al igual que la música de la primera parte lenta, cambiaba la música de esa polka (Higinio Carmona y Alejandro Henríquez fueron sus compositores en años anteriores). Hasta que llegó el año 1925: en ese año, Domingo Santos Rodríguez, el más pequeño de los hijos e hijas de Elías Santos Abreu (que había continuado componiendo para la danza), componía la que se convertiría, recordando los versos, palabras de Luis Ortega, en “…esa Polca de la historia que hace niño el corazón…”

Este 2025, pues, después de 10 años, se volvió a escuchar uno de los elementos que conforman la magia de los enanos, cómplice imprescindible del efecto hipnótico a la vez que enternecedor que tiene la danza: la Polca alegre, vibrante e inocente que nos inunda el corazón, especialmente a los palmeros… Que genera una alegría inequívoca, aderezada de nostalgia y recuerdos.

Y que cumple 100 años desde ese 1925 en que se estrenó tras componerla unos meses antes el ya nombrado Domingo Santos Rodríguez. Hijo benjamín que había crecido en un envidiable ambiente cultural en su familia, que daba gran importancia a la formación musical particularmente; un joven de 22 años curioso y pujante, miembro de la sociedad cultural de Santa Cruz de La Palma, “La juventud ideal”, que amaba, además del fútbol, el teatro y la música.

En esta última destacaba por su gran oído musical y su talento melódico (facilidad para “inventar” melodías). Tocaba el piano de la casa familiar, sita en la calle Álvarez de Abreu (Calle Trasera), en la sala principal, rodeado de los retratos familiares pintados por artistas destacados de la época y bellas ediciones de partituras traídas, tal vez algunas de ellas por su hermano, Elías Santos Rodríguez, de sus estudios de ingeniería en Inglaterra; también un gran músico con el que compartió, a pesar de la diferencia de edad, el amor por este arte.

Allí se hallaba en los meses previos a la Bajada de la Virgen, cuando ya se estaba ensayando la Danza de los Enanos, tocando, escuchándose, componiendo, inspirándose, y fue dando forma a una música pensada para la segunda parte del número; me cuentan que, cuando ya la tuvo, acudió rápidamente al local de ensayo para tocarla allí y enseguida fue acogida por su perfecta conjunción con el carácter de la danza…

Lo podríamos comparar con un amor a primera vista, un flechazo musical. Un amor que se consolidó y aumentó, si cabe, con el paso de los lustros. Ya no imaginamos a Los Enanos de La Palma sin su Polca. Ya, a quienes hemos vivido ese número tan especial, siempre se nos ilumina la mirada y el corazón al escucharlo.

Ese año de 1925, Domingo también fue uno de los Enanos, bailó su propia Polca (y la primera parte lenta de la Danza, de “Reyes”, previa a la transformación, con música de su padre). Podríamos tal vez atisbar la emoción que sintió…

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No volvió a bailar la danza, pero estuvo profundamente ligado a ella hasta su muerte: compuso 10 músicas de la primera parte, las antesalas de la Polca, perfectamente encajadas en las letras y en los personajes que cantan a la Virgen. Romanos, Doctores, Nazarenos, Consejeros, Estudiantes, Taumaturgos, Atenienses, Dominicos, Astrólogos y Musulmanes. Tras las 6 de su padre: Viejos, Guerreros, Peregrinos, Monjes Blancos, Reyes (repuesta en este 2025 como única alusión y celebración de los 100 años de la Polca) y Japoneses.

Colaboró en la preparación de Los Enanos cada lustro, en los ensayos en la configuración del número. Trabajando siempre estrechamente y con intensa pasión, seriedad y rigurosidad con su hermano Elías (también, entre otras aportaciones a la Bajada, compusieron juntos la música del Carro Alegórico y Triunfal de 1940).

Transmitió a su familia su amor por la música, la Bajada y Los Enanos: continuadores en las composiciones previas a la Polca fueron uno de sus sobrinos, Elías Santos Pinto (Peregrinos 1985), y su hijo mayor, Domingo Santos García (Navegantes 1990/Vikingos 1995 y Cardenales 2000).

Miles de personas vieron la Danza este año y escucharon felices la Polca. Mi familia y yo, además de recordar a mi abuelo (Papá Mingo), volvimos a pasar por el corazón su alegría, su bondad, simpatía, dinamismo y carisma a través de la música que imaginó para “la Señora de La Palma”.

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