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En Puerto Naos no caben cuatro hoteles

Un mundo extraño, en el que hasta Angelina Jolie explica que ella ama a su país, pero que ahora no lo reconoce, pues el viejo liberalismo americano, aquel progresismo herencia de la Revolución Francesa, ha muerto bajo el aspirante a dictador Donald Trump. Llega el señor Trump y en un funeral pronuncia un mitin pues en su cabeza solo entra una definición de los Estados Unidos: un país de extremos, de intolerancia, en el que los inmigrantes están mal vistos. Si tuviéramos que definir la situación del mundo ahora, nos encontraríamos con datos contradictorios. De una parte, cuentan el progreso técnico, la mejora de la medicina, la relativa reducción de la pobreza, la elevación de la esperanza de vida, el turismo entendido como oportunidad para grandes masas de población. Y de otro lado podríamos situar la permanencia de la guerra en Ucrania y en zonas de África, la destrucción del pueblo palestino por parte de aquellos que en los años cuarenta fueron las víctimas y ahora son los verdugos. También constan la inflación, la inseguridad alimentaria, el aumento de los precios de la energía y los alimentos, la creciente deuda. Estos son algunos de los desafíos más acuciantes que se suman a un mundo que enfrenta la amenaza del cambio climático y la permanencia de la guerra. Un modelo de guerra tecnológico, con drones que matan, pero también con humanos que mueren. Y con la exigencia de que todos los países incrementen de forma sustancial su gasto en armamento.

Lo dijo Antonio Gramsci: El viejo mundo se muere. El nuevo mundo tarda en aparecer. Y en este claroscuro, los monstruos crecen. Los economistas advierten de una crisis global con recesión casi generalizada. Hay factores que así lo muestran: crisis inmobiliaria, altibajos en la economía. Sin olvidar el calentamiento del planeta, la crisis energética y los problemas alimentarios. Ahí aparecen de nuevo los cuatro jinetes del Apocalipsis. Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis son figuras simbólicas del libro de Apocalipsis que, al abrirse los primeros cuatro sellos, representan la llegada del juicio final: la guerra, el hambre, la peste y la muerte. Y el neocapitalismo nos reduce a ser consumidores natos que no nos cuestionamos la profundidad de los hechos. Manipulados cada día por las máquinas de propaganda, ignoramos las grandes verdades.

Surgen modelos autoritarios, las democracias son pocas si tenemos en cuenta que en el planeta hay 200 países, y se avecina una guerra fría global, en la que se dispara la inversión en defensa, hasta puede que vuelva el servicio militar obligatorio, al menos en Alemania. Con China-Rusia-India tratando de frenar las algaradas de Donald Trump. Y por aquí en las islas andan los políticos eufóricos porque cada vez vienen más turistas, ignorando que este modelo de explotación económica es pan para hoy y hambre para mañana. Lo dijo muchas veces César Manrique, y maldito caso que le hacían. Eso sí: cuando murió, aquellos alcaldes lanzaroteños que lo detestaban se daban golpes de pecho y honraban su memoria porque ya no podía hacerles daño.

Luces y sombras de un mundo extraño, en el que el oro dispara su cotización día tras día, pues al parecer es el único valor seguro. No hay viviendas para que los jóvenes se puedan emancipar, los ricos se vuelven extremadamente ricos y en el lado contrario los débiles se hacen cada año más débiles pues la llamada globalización no les beneficia.

¿Y qué ocurre en lugares pequeños como La Palma? En una charla que tuve con la anterior alcaldesa de Los Llanos de Aridane, doña Noelia, me informó que en el plan de ordenación de Puerto Naos está prevista la instalación de cuatro hoteles. Cuando he comentado esto en público con personas de distinta ideología, me han informado que eso es imposible. Que no hay inversores dispuestos a emprender tamaña aventura, que en realidad la gente palmera no confía demasiado en el turismo, desecha el turismo de masas como el que ya inundó las otras islas y se queda con el turismo controlado que va a las casas rurales y practica senderismo.

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