
Santa Cruz de La Palma. puerto neutral, Guerra.
El 17 de julio de 1914 la Pamir zarpaba desde Taltal (Chile) cargada de nitrato rumbo a
Hamburgo (Alemania). Iba al mando el veterano capitán Jürgen Jürs. En esas fechas, a
raíz del atentado de Sarajevo en el que murió el archiduque Francisco Fernando y su
esposa, el ambiente en Europa estaba bastante caldeado, desencadenando la que sería la
I Guerra Mundial.
El estallido del conflicto bélico sorprendió a muchas embarcaciones en plena
navegación, por lo que intentaron buscar refugio arrumbando hacia puertos neutrales.
Kurt Woermann, Irma Woermann, Prinzregent, Cap Ortegal y Usambara eran algunos
de los buques mercantes alemanes que habían encontrado refugio en los puertos
canarios.
El 15 de septiembre, en mitad del Atlántico, la Pamir se encontró con un vapor que en
principio llevaba pabellón holandés, el Sommerdijk, aunque al percatarse de la
nacionalidad alemana de la bricbarca, arrió este e izó la bandera germana. En realidad,
se trataba del Macedonia, un buque de 4.375 toneladas perteneciente a la naviera Hapag
que venía del puerto de Nueva Orleans. Su capitán, C. Kunsíer, le comunicó al capitán
Jürs la existencia de barcos enemigos en la zona, aconsejándole que buscara refugio en
las cercanas Islas Canarias.
Los puertos de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria estaban muy
vigilados por los buques de guerra ingleses: Victorian, Carnavon, Highflyer, Argonaut,
y Marmora, por lo que la mejor opción era dirigirse a Santa Cruz de La Palma. De
hecho, esa era la intención del Macedonia, aunque, como veremos, no está muy claro el
papel que jugaba esta nave.
El mediodía del 4 de octubre de 1914 apareció en el horizonte un punto blanco que, con
la rapidez que le imprimían sus 3.000 metros cuadrados de velas hinchadas por el
viento, rápidamente se convirtió en un espléndido velero en demanda del puerto
palmero. El periodista Juan Antonio Padrón Albornoz recogió las palabras de un testigo
del acontecimiento, José Manuel Sicilia, «¡Venía abriendo la mar!», tal era la premura
del barco alemán por encontrar refugio y evitar un encontronazo con algún buque de la
Royal Navy.
Tras una rápida maniobra en la que la marinería cargó las velas y aferró el aparejo, largó
sus anclas frente al Risco de La Concepción. El tercer oficial apuntaría en el diario
meteorológico de a bordo: «Santa Cruz de La Palma. Puerto neutral. Guerra.».
El capitán Jürs comunicó a las autoridades de la isla su intención de quedarse en el
puerto hasta que acabara el conflicto, aunque estas le conminaron a partir hacia el
puerto de Santa Cruz de Tenerife, más abrigado y donde ya se encontraban varios
buques alemanes en su misma situación. Jürs temía ser atacado durante la travesía hacia
la vecina isla así que se mostró inflexible en su empeño de permanecer fondeado en el
puerto de Santa Cruz de La Palma. De hecho, desde que se supo la llegada del velero
alemán, el Marmora, un buque inglés que permanecía atracado en el puerto de Santa
Cruz de Tenerife, puso rápidamente rumbo hacia La Palma sometiéndolo a una estrecha
vigilancia.
Retornando al Macedonia, resulta curioso que llegara al puerto de Santa Cruz de La
Palma después del velero y tras permanecer la noche anterior con las luces apagadas
frente a Fuencaliente. No menos curiosa resulta la noticia que publica el 25 de
noviembre el periódico El Progreso de Santa Cruz de Tenerife: «A bordo de este buque
parece vienen por lo menos dos o tres oficiales de guerra alemanes, y alguien que
manda más que el propio capitán.».
El Macedonia se acercó a la costa de Santa Cruz lo suficiente como para que un bote de
la Pamir se le acercara con su capitán a bordo. No parecía dispuesto a entrar en el
puerto, aunque en ese momento se divisó la silueta de un buque de guerra en el norte, lo
que terminó de convencer al vapor alemán por temor a ser atacado. Se da la
circunstancia de que la silueta no correspondía a un buque enemigo, sino al crucero
español Reina Regente, como se comprobó a su llegada a puerto.
El capitán del Macedonia no consideraba seguro el puerto palmero por lo que solicitó a
las autoridades que lo escoltarán hasta el puerto de la Luz en Las Palmas, donde llegó
convoyado por el crucero español Cataluña. Meses después, al amparo de la noche, en
marzo de 1915 huiría del puerto, aunque sería capturado a los pocos días. Entre su
tripulación, que fue enviada a Gibraltar como prisionera de guerra, se encontraban
varios marineros de la Pamir deseosos de regresar a su patria.
La convivencia
Desde el primer momento, la ciudad de Santa Cruz de La Palma acogió a los marineros
de la Pamir con simpatía, de lo que se hace eco el diario El Progreso: «De Santa Cruz
de la Palma nos escriben diciéndonos que a bordo de la barca alemana Pamir se
celebran todos los domingos por la tarde grandes bailes, a los cuales concurren
algunas personas, sobresaliendo el elemento femenino. El derroche que de la cerveza
hacen los alemanes, es grandísimo.»
La relación de la marinería alemana con la población palmera se fue estrechando a
medida que transcurría el tiempo, propiciando que varios tripulantes se convirtieran al
catolicismo, como publica el Diario de La Palma el 28 de mayo de 1917: «Con el
ceremonial de costumbre fueron bautizados esta mañana en la Parroquia de esta
ciudad, los marinos del velero Pamir, Félix Ganz y Juan Kolber, recibiendo el primero
los nombres de Eugenio Manuel y el segundo los de Leopoldo Juan, siendo sus padrinos
respectivamente, don Eugenio Abreu y García y don Leopoldo Poggio y Álvarez. Con
anterioridad se había anunciado desde el púlpito la conversión al catolicismo de estos
súbditos alemanes, así como el día fijado para la ceremonia del bautizo, y a la
parroquia acudió esta mañana una extraordinaria concurrencia.»
O incluso, la celebración de varias bodas, como la oficiada el 9 de septiembre de 1917
en la parroquia matriz de El Salvador entre Ferdinand Leopold y la señorita Juana
García Fernández, o las contraídas entre Wilhem Robert Zink y Enriqueta Acuña
González, y Hans Kolbe e Isabel Brito, ambas en 1918. Leopold fallecería poco
después a causa de la gripe española tras apenas conocer a su hijo Fernando, quien a su
vez fue el padre de Fernando y Pilar M.ª Leopold Prats, siendo en la actualidad, junto
con sus hijos y nietos, los únicos descendientes de los matrimonios entre alemanes e
isleñas.
No obstante, en alguna ocasión se produjo algún alboroto como el sucedido entre los
marineros del cañonero español Laya y los de la Pamir. Corría el año 1917 y la disputa
se produjo, según la prensa de la época, debido al “completo estado de embriaguez de
los alborotadores”. La actuación del ayudante de Marina de Santa Cruz de La Palma,
Emilio Suárez Fiol, fue determinante, ya que “salió a la calle y logró imponerse a los
que de tan visible manera podían haber acarreado disgustos de cierta gravedad”.
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