
Siempre que paso por el Santuario de Las Nieves, los recuerdos me tocan. Y, entre todos, aquel con mi abuela María, que llevaba a sus nietos a orar por nuestra gente que marchó a Venezuela, por quienes estaban enfermos, por las riñas familiares, por quienes pasaban hambre, por la paz en Vietnam. Mi abuela, acercándose de rodillas por el pasillo central hacia el altar, es una imagen fuerte de lo que significa mi fe, mi actitud ante el Misterio de Amor del Dios de la Vida, sobre el que proclamó su buena noticia el profeta nazareno, el Cristo, el hijo precisamente de María de Nazaret.
Quiero pensar que en nuestra isla, apenas evangelizada juntando cruz y espada, María, aquella que de un modo u otro ya estaba antes de la llegada de los primeros cristianos a esta tierra, conectó a conquistadores y conquistados y al pueblo que nació de su mestizaje. El santuario del monte y su pequeña imagen nos han seguido enraizando y, según entiendo, nos han hecho corazonar con nuestra tierra, con nuestra historia, con nuestra gente. Por eso, el paso de la Virgen entre octubre y noviembre por todos y cada uno de los municipios de la isla ha tenido una acogida institucional y popular que nos habla de trascendencia y fe, pero también de cercanía, de comunidad y de emociones.
Quizás no resulte muy desencaminado afirmar que buena parte de nuestro catolicismo tradicionalmente ha parecido más un “marianismo” que un “cristianismo”. Es decir, para no poca gente, la figura de Dios Padre resultó excesivamente lejana y patriarcal; la imagen de Jesucristo resultaba exigente, crucificada y sacrificial, mientras que el Espíritu Santo resultaba algo incomprensible o, más bien, ausente. Eso nos ha llevado a una relación especial con la madre del Nazareno y a un trato cultual que, en no pocas ocasiones, parece superar a la que dedicamos al Creador. En la catolicidad, se llegó a afirmar que María era co-redentora. Por eso, en la historia de la fe cristiana, la Theotokos (Madre de Dios) de los ortodoxos o Nuestra Señora de los católicos resultaron motivo de contradicción para quienes defendieron una primacía de Jesucristo, Dios encarnado, como un centro de nuestro culto que excluía otras devociones (también la de los santos y santas o del Espíritu Santo).
La actitud católica, que “bautizaba” lo que encontraba en cada cultura, hizo de nuestra fe cristiana una fe con derecho canónico, como el de los romanos, y con filosofía/teología, como la de los griegos; y muchas de nuestras prácticas más piadosas (peregrinaciones, promesas, reliquias, candelas o arbolitos de Navidad…) provienen de la cristianización de los pueblos germánicos, esos que acabaron con el Imperio, pero adoptaron su derecho, su lengua y su religión. Lo cierto es que, situada entre el roque y el pinar, en medio de los barrancos a norte y sur, la Virgen de Las Nieves nos remite a historia y tierra, a naturaleza y cultura. La religiosidad de los aborígenes, al parecer ligada a referentes naturales, astros y montañas, roques y corrientes de agua, árboles y cuevas, también tiñe nuestra espiritualidad mariana de un modo específico, ese que la vincula a la isla, a la tierra, a la naturaleza en la que nacimos.
Esta vinculación de los santuarios marianos con la naturaleza no es peculiar de nuestra isla o de la Virgen de Las Nieves. El grupo de trabajo del teólogo jesuita Jaime Tattay publicó un estudio que refleja este paralelismo: los santuarios marianos asociados a espacios naturales especiales. En realidad, el santuario en medio de la naturaleza parece más adecuado como lugar de consuelo ante las agresiones de nuestras historias; es también lugar de vida, porque manantiales, montes o bosques son signos de renovación; la belleza y la bondad, características de esta estética natural, son así también camino de la devoción mariana.
Así que, hoy por hoy, cuando me acerco al Santuario de la Virgen de las Nieves, personalmente me encuentro con la creación entera como sacramento de la presencia de Dios; también lo vivo como la herencia de la intuición religiosa de mis mayores y de quienes nos precedieron en esta tierra; en el Santuario y su entorno hay una coherencia entre María Madre y la Tierra, mi madre, que me acoge y me da vida.
Ciertamente, María de Nazaret, la Virgen, la Madre de Dios, nuestra Señora, no es, en nuestra fe católica, la cuarta persona de la Santísima Trinidad. Sin embargo, el lema de las “Congregaciones Marianas” de los jesuitas fue siempre “Ad Iesum per Mariam”. La centralidad del mensaje de Jesús, tan querida por los cristianos de la reforma luterana, no se empequeñece por el reconocimiento de su Madre como lugar teológico en el que se hace carne (se hace historia y naturaleza) la Palabra. María nos hace posible un diálogo con las culturas y con otras expresiones de la fe, acentúa la ternura del Dios de la vida y nos lanza a la reconciliación y al cuidado no solo de la humanidad consigo misma, sino con la creación entera en su camino hacia Dios.
Vuelvo al Santuario como aquel niño pequeño que acompañaba a la abuela. Como ella, pido hoy por quienes están lejos, sufren enfermedad o violencia, afrontan conflictos complejos o tienen que tomar decisiones difíciles. Ahora vuelvo con mi madre; muchas veces en su silla de ruedas desde donde mira a la pequeñita allá en su altar. Vuelvo como mi abuela, arrodillado ante el misterio de amor que atraviesa nuestra historia, mi historia, la tierra en que nací y todo ese inmenso mundo que, para las gentes de la isla, está siempre más allá del mar. Quiero volver con aquella actitud de María de Nazaret, cuando ante la imposibilidad del Misterio se atuvo a un impresionante “hágase en mí”.
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GALVA
La Roma de Constantino decadente… 🤣🤣😂
Decadentes son los kulturetas: Denostan la competitividad natural del Homo sapiens; sus referentes son intocables, aunque sean anatemas humanos; su falta de épica y fobia a los militares y sus epopeyas deriva de que frustran casi todas sus sanguinarias y delirantes revoluciones; su patética holganza; su triste codicia y avaricia de dinero que no se han ganado; su envidia enfermiza; su frustración y resabio; su moral pacata de Hare Krishna; su solipsismo decadente; su desprecio por la cultura del esfuerzo y el mérito…
Una muestra de decadencia: la proliferación de servicios de yoga en las zonas turísticas; véase aquí cerca en Las Américas.. Eso y la zona de ocio de Las Verónicas es la decadencia humana encarnada.
SON PERDEDORES…
LA PEOR ETAPA DE ESPAÑA FUE EL FRANQUISMO, PERO SI HUBIERA SEGUIDO LA REPUBLICA, SERIAMOS RUANDA…
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Martelero
Detesto esa sumisión de “hágase en mi”, esa doctrina de pastores donde nosotros somos un rebaño. Eso de poner la otra mejilla. El hacerse las víctimas y el sufrimiento como si acaso eso fuera una virtud.
Ese “si dios quiere” como si de nosotros no dependieran las cosas para conducirlas.
Normal que los Romanos empezaran su decadencia con el cristianismo. No es casualidad.
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manolosan
Saca foto en cada uno de los artículos y lleva como 40 …. Y se moja bastante en lo que respecta a política…. No sé si se sacrifica o no, su buena obra no tiene que ver con poner foto…. Necesaria no es ninguna. De hecho he criticado bastante las de políticos y “sujetacarteles” municipales …
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adidas
Teniendo en cuenta que la clase política de unos años a esta parte se saca fotos hasta cuando sale del baño, la foto de LUCAS, que no es político sino JESUITA, me parece OPORTUNA Y NECESARIA para que la gente conozca a una PERSONA que se ha ido dejando su vida por los demás y sirva de ejemplo.
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manolosan
¿Es necesaria la foto?
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