Gratitud y orgullo. Estas dos palabras encierran el sentir de quien escribe estas líneas a la hora de hacer balance de una nueva edición de las fiestas de la Bajada de la Virgen de las Nieves. Ante la imposibilidad de dar las gracias en persona a cada uno de los vecinos de Santa Cruz de La Palma, permítanme que recurra a las palabras escritas para agradecer su inestimable colaboración, su trabajo incansable y su actitud positiva antes los lógicos contratiempos que hayan podido surgir en el transcurso de las Fiestas Lustrales.
El tesón de los vecinos de Santa Cruz de La Palma y su máximo interés por el que la ciudad se vistiera de largo sin duda han tenido su recompensa. Las calles de la ciudad engalanadas y el ambiente alegre y festivo que las ha envuelto durante estos días es el resultado de la ilusión y labor encomiable de las gentes de esta Isla "que llora con la Loa y ríe con los Enanos". Es el calor popular lo que engrandece esta fiesta. El ayuntamiento, sin esta colaboración ciudadana voluntaria, se hubiese visto incapacitado para obtener el resultado extraordinario logrado, tanto en el desarrollo de los actos tradicionales como en la consecución del sosiego y sana diversión que ha inundado hasta el más recóndito lugar de Santa Cruz de La Palma.
Y, junto a la gratitud, el orgullo. Porque como alcalde de Santa Cruz de La Palma constituye un honor formar parte de este pueblo, que una vez más ha demostrado su capacidad para llevar la honestidad y hospitalidad hasta su máximo grado. La Bajada de la Virgen supone cada cinco años un reclamo que atrae a la Isla a miles de visitantes del resto de las islas y de cualquier parte del mundo.
La mezcla de nacionalidades y lenguas no supone para los palmeros un inconveniente. Todo lo contrario, para este pueblo es un orgullo poder compartir con quienes nos visitan nuestra Fiesta Grande, en la que se conjugan el fervor por la Virgen de las Nieves, tradición y unidad de sentimientos. Quienes acuden a la Isla para tomar parte de las Fiestas Lustrales se contagian del entusiasmo y alegría que se respira en La Palma. Y esto es sólo debido a la hospitalidad del pueblo palmero, cuya máxima satisfacción, estoy seguro, es comprobar que esta vivencia única se queda grabada en el corazón de todos los que nos visitan.
En representación de los habitantes de Santa Cruz de La Palma traslado el honor que ha supuesto para nosotros abrir de par en par las puertas de esta gran casa, que hasta los primeros días de agosto seguirá vestida con sus mejores galas, llenas de color, a todos los pueblos que han querido sumarse a la celebración en honor de nuestra querida Virgen de las Nieves.
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