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Javier Rodríguez/ Opinión

Las voces rotas, gracias Felita

  • .El joven periodista narra su encuentro con la heroína fuencalentera

Hace unas semanas recibí una llamada. Era de una colaboradora de este periódico de la que soy fiel amigo y leal lector: María Victoria Hernández, Vicky para los amigos de barraquito bajo los laureles de la plaza. Me contaba con la vehemencia y pasión que le caracteriza un afortunado encuentro cargado de emotividad con un amigo en común, Paco, del que no daré más datos por carecer de importancia para la historia que quiero transmitir. El caso es que, como siempre que mantengo una conversación con Vicky, provocó en mí ese sentido de la reflexión que, para bien o para mal, algunos conservamos.

Me habla de historias humanas, cercanas. De personas. De la lucidez y sencillez que tan esencial me parece. De detalles que por pequeños pasan desapercibidos configurando una red, un colchón de humanidad que, personas como Vicky, son capaces de ver y valorar. Al fin y al cabo esos detalles nos humanizan, nos desnudan.

Desde hace unos años, tengo la enorme suerte de presentar el Hoy por Hoy La Palma de la SER en época estival. La radio es mi pasión, y la madre de ésta en nuestra isla es sin duda Maria Victoria. Allí he compartido horas con ella, y las que recuerdo con especial cariño son las de la tertulia de mujeres. En la mesa de debate se sentaban, entre otras, Mari Carmen, Conchi Ramirez, Maria Victoria y Paqui: mujeres dueñas de su vida y de su obra. Sea cual sea la vida y sea cual sea la obra.

Esta tarde, repasando archivos de audio en mi mesa descangallada de Madrid, me topé por sorpresa con una voz rota. El audio pertenecía a una tertulia de mujeres que habíamos emitido durante los días del incendio del pasado año. El tema: cómo habían vivido nuestras mujeres esos días de tensión y decepción. La voz rota: la de María Félida Díaz, Felita.

"Solo tenía mi coche con el altavoz, y gritar a la gente, gritar una y otra vez desde las tres y media de la mañana, que se levantaran, que tomaran su coche y su familia, y huyeran a la playa porque estábamos rodeados por el fuego". Así encabeza Felita su primera intervención en la tertulia. Con el uniforme de Ayuda en Acción, Anaga, se presentó en los estudios de la SER. Con la mirada perdida y la voz rajada. Temblando, nerviosa, apoyó sus brazos sobre la mesa y permaneció inmóvil frente al micrófono para contar su historia a La Palma. "Decirlo, es una cosa, vivirlo, es diferente. Porque a las tres de la mañana todos están durmiendo", murmura Felita en antena. Casi siete veces dice la palabra "gracias", a los pescadores de Tazacorte, a los vecinos de Fuencaliente de los que tan orgullosa se siente, a sus compañeros de AEA. Un ejemplo de humildad y humanidad. Servidor, obnubilado por la bodad de Felita, ofrece agua a la invitada. Bebe un sorbo y vuelve a decir: gracias.

Maria Victoria protagoniza una intervención brillante, en la que le aclara a Felita que no hay nada que agradecer, que su pasión por la vida, por sus vecinos y amigos, es patente de corso para sentirse  satisfecha, para ser objeto de todo agradecimiento: sirvan estas líneas de homenaje. Ahora nos toca a nosotros: gracias, Felita.

Una pita, un altavoz, y el corazón de una mujer salvaron a muchos vecinos de su pueblo. Un uniforme al que le debemos mucho, el de AEA. Y el "instinto de fuencalentera", huyamos a la playa. Repicaban las campanas a rebato de fuego en una noche que jamás olvidarán los vecinos de Fuencaliente. Hoy, en su casita de Fuencaliente, Felita guarda con cariño el Premio Insular del Mayor. Y con éstas líneas le invito a que guarde también el cariño de muchos palmeros. Ahora si, Felita, gracias.

Javier Rodríguez está estudiando Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid.

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