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Elsa López

María Lola Felipe

  • "Enterramos su cuerpo…pero ella se quedó entre nosotros"

El 19 de enero la enterramos. Pero no a ella y lo que ella significaba. Enterramos su cuerpo primero, sus cenizas después. Y nada más. El resto, es decir, ella, María Lola, se quedó entre nosotros. Riéndose, hablando, narrando, recordando. Igual que hemos hecho nosotros al recordarla a ella y sus historias y sus ocurrencias y su alegría. Y hoy quiero contar una de esas anécdotas que la dibujan y nos hacen encadenarnos a su bendito corazón.

Fue un lluvioso 20 de noviembre. Años 80. En el atrio de la iglesia matriz de El Salvador un grupo de falangistas que acaban de salir de misa, cantan el Cara al Sol a la puerta de la iglesia delante de una placa de mármol dedicada a José Antonio Primo de Rivera, Presente. Brazos en alto cantan a grito pelado. Son las diez de la noche o quizá más tarde.

Nadie se mueve de sus casas. Escondidos detrás de las puertas y ventanas de la UNED, entre divertidos y asustados, alumnos y profesores escuchan las voces de los falangistas y cómo, de pronto, del otro lado de la calle, en los bajos del ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, se alza una voz trémula de mujer acompañada de varias voces infantiles que se enfrentan a los vozarrones del otro lado. En el atrio del ayuntamiento de la ciudad, situado frente por frente de la iglesia, una abuela acompañada de sus nietos (cuatro o cinco niños de edades comprendidas entre los 4 y 12 años) comienza a cantar La Internacional con los puños en alto. Ella se llama María Lola Felipe. Los niños y la abuela se enfrentan con sus voces al grupo de falangistas. "Arriba parias de la tierra. En pie famélica legión…" Los niños conocen bien la letra que la abuela, entre nana y nana, les ha debido cantar al oído.

Hasta aquí la anécdota con la que los protagonistas se reirían luego recordándola. Pero es un hecho histórico y quien lo presenció lo cuenta con la alegría casi infantil (como si de una revancha espontánea, natural y mágica se tratara) de quien narra la travesura de un grupo de adultos. Pero para mi es algo más que todo eso. Es la imagen surrealista propia de una ciudad que lo es en su esencia. La imagen de una ciudad destinada a ser diferente. La imagen de una ciudad viva, hermosa, llena de voces distintas y cuyos habitantes son seres históricos que representan los sueños de quienes crecieron con las ganas de expresar sus pensamientos y sus ideales sin miedos y sin coacciones. Ella, María Lola, es el retrato de uno de esos personajes que la representan tal y como la quisiéramos recordar: multicolor, dialogante y luchadora.

Ella, lo fue. Y a ella le debemos esa otra cara de la historia en la que nos gusta mirarnos para sentirnos un poco mejores, únicos entre los únicos de la tierra. 

Elsa López

La Palma 20 de enero de 2011

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