Se acaba de publicar en el Boletín Oficial de Canarias, (nº 64, 29 de marzo) la propuesta de modificación de Estatutos de Asprocan por el que se pretende consolidar la creación de una Asamblea con voz pero sin voto o, mejor expresado, con sólo un voto por OPP. De esta forma, Asprocan simula avanzar a golpe de crisis, haciendo como que algo cambia para que nada cambie y aplicando cosmética a lo que necesita cirugía. Prueba de este maquillaje sería la presunta "democratización" de la Asociación mediante la creación reciente de la Asamblea. Estaba claro que la situación anterior rozaba lo (involuntariamente) cómico: una asamblea de seis miembros que designaba al comité ejecutivo compuesto por los mismos seis miembros que elegían a uno de ellos como presidente, que a su vez elegía a los seis en el comité ejecutivo. Está claro que los estatutos los redactó Groucho Marx. Un caso único.
Ahora la asamblea la componen 28 miembros que, mire usted por donde, tienen voz pero no voto. Es cierto que en la Asamblea pueden oírse de viva voz opiniones diferentes y hasta algún amago de debate, pero no es menos cierto que cada OPP sólo tiene un voto. Se niega de esta forma una realidad: dentro de cada OPP hay diferentes opiniones, sin duda valiosas, acerca de cómo enfocar el futuro del sector y sus prioridades. Sobre algunos temas de puro sentido común, pongamos por caso el control y fiscalización del dinero de la publicidad o la necesidad de un plan de austeridad en los gastos acorde con la situación del agricultor, sobre esos temas decía, distintas cooperativas y SAT de diferentes OPP tienen las ideas bien claras y sin duda podrían votar conjuntamente. Sin embargo, con este sistema de voto único por OPP, las decisiones finales se "uniformizan" bajo la losa de la "disciplina de voto" en cada OPP. Es decir, siguen decidiendo seis personas (según los estatutos "a título personal" el futuro de lo que conviene o no a los tantas veces aludidos "10.000 plataneros" a los que no se les pregunta su opinión ni directa ni indirectamente. Con más gasto, eso sí, porque el transporte y manutención de 28 personas tiene su aquel.
¿A quién favorece este sistema? Está claro que a los que defienden que nada cambie. A los que piensan que Asprocan (y por ende, el plátano canario) va por buen camino, ajena a la imagen de desprestigio creciente entre los que la sufragan. Los que sostienen una imagen oficial en los medios tradicionales que nada tiene que ver con lo que se respira a pie de finca.
No sería justo pensar que la Asociación tiene la responsabilidad de todos los males: habría que preguntar a los representantes y directivos en las diferentes cooperativas, los que se sientan en los órganos de gobierno de cada empresa, o los que componen voluntariamente desde hace años el comité de publicidad y que tantos millones deciden. Ellos tienen la enorme responsabilidad de informar a los cosecheros, defender sus derechos y gestionar adecuadamente cada céntimo del dinero que se aporta para el sostenimiento de Asprocan.
Pongamos un ejemplo: ¿cuántas voces se han levantado en las reuniones contra este sistema de asamblea? ¿Cuántos de estos representantes conocen, como es su obligación, el funcionamiento de los cuantiosos fondos de publicidad y qué han hecho para mejorar su gestión en todos estos años? ¿Conocen el reparto de presupuesto de la Asociación? Y los que lo conocen, ¿están de acuerdo con el mismo? ¿Creen, sinceramente, que darían su visto bueno a estos presupuestos el grueso de los productores que mantienen a la Asociación en caso de ser informados? Un simple sondeo serviría para comprobar que la información a nivel de agricultor, y, lo que es más grave, a nivel de representantes y directivos en las juntas, brilla por su ausencia. El desinterés y la apatía de todos, agricultores incluídos, por conocer el destino de lo que se paga es cuanto menos llamativo, y choca con el enorme malestar que se despierta entre el cosechero cuando "no me invitan al viaje a Madrid y a mi vecino sí".
No se piense que es poco dinero el célebre "centimito" de aportación a Asprocan. El usar como unidad los céntimos puede dar lugar a engaño. No es lo mismo que se diga que se aportan 0,023 euros por kilo, a decirlo de esta otra forma: 23 euros por tonelada (hasta suena a arancel). O lo que viene a ser lo mismo, por cada piña de 40 kilos a cada agricultor se le descuenta para Asprocan casi un euro. Un euro por piña, esa es la cuenta. El cálculo de lo que cada cuesta es bien sencillo. Y ahora debemos preguntarnos por qué se discute hasta el último céntimo al proveedor de abono, de estiércol, al empaquetado etc… y pocos preguntan por el destino de una aportación que es, año sí y año también, de unos mil euros por fanegada.
p.d. En el Boletín dan 20 días para presentar alegaciones a estos estatutos.
Ginés de Haro es Ingeniero Agrónomo.
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