cerrar
cerrar
Registrarse
Publicidad
Opinión
Publicidad
Eduardo Cabrera

Realidades paralelas

  • "Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo"

El pasado 15 de febrero escribía en este diario digital un artículo de opinión titulado "Una ventana al mundo".  En él deseaba más que anunciaba una revolución social en occidente. Similar a la que ha nacido en los países árabes. Con una reclamación de libertades surgida  de las generaciones de jóvenes que, a través de internet, han descubierto las condiciones de las que otros gozan.  Han tenido acceso a la información.

Más pronto que tarde los jóvenes de este país han salido a la calle, citados a través de esas redes sociales (Twiter, Facebook) que han cambiado el modo de ver el mundo.  Ha sucedido. "Miles de jóvenes se manifiestan contra la precariedad y el paro", titula el diario digital "20 Minutos" con fecha 7 de abril.  En toda España miles de jóvenes portaban pancartas en las que podía leerse "Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo". Y eso es precisamente lo que llega, el fin del miedo. Cuando la precariedad termina con la paciencia, con la esperanza, con la ilusión, acaba por terminar también con el miedo porque, ¿qué más se puede perder sino la dignidad? Y es esa dignidad las que nos hace humanos.  Determinadas actitudes generan inconformidad, y esta deriva en rabia que, a su vez, alimenta la impotencia y da pie a la desesperación que desboca pasiones incontroladas y no exentas de razón.

Una reacción, la de estos miles de jóvenes, que se produce coincidiendo con la votación de los eurodiputados en contra de reducir algunos de sus privilegios, entre ellos, los viajes en primera clase.  De nuevo las redes sociales vuelven a jugar un papel fundamental que no hubiéramos imaginado unos meses atrás. Tal y como sucede en los países árabes.  Ya no son muros donde colgar fotografías y opinar sobre ídolos musicales, son megáfonos de lo que demandan un pueblo y que no es otra cosa que dignidad.

Con un efecto inmediato, la gran mayoría de fuerzas políticas se han visto obligadas a cambiar su voto.  Como se han visto obligados a claudicar los dictadores de los países árabes tras décadas de atropello a las libertades y los Derechos Humanos. Es la fuerza de las nuevas armas: la información y el acceso a ella a través de Internet.

La razón que rápidamente esgrimen algunos es "un error por cientos iniciativas a las que tenemos que votar". Yo no trago con esa excusa que pone en duda el respeto a la inteligencia de los ciudadanos. Porque si fuese así, bendita casualidad equivocarse precisamente en esa enmienda y no en cualquier otra de las centenares "que tenemos que votar". Y aún siendo cierto, no sé qué es peor, si el descaro de no renunciar a las prebendas o reconocer que no siempre se sabe lo que se vota.  El sueldo exige.

Acto seguido, algunos eurodiputados salieron a la palestra tratando de amainar la furia desatada. Los argumentos, dispares y algunos disparates. Entre ellos, el de alguien (no doy nombres para que no se malinterprete una intención partidista en estas líneas) que apuntaba a que esta noticia, de la que se hicieron eco todos los medios de comunicación y desató la irá en la calle, podría desvirtuar el prestigio de las cámaras, sea el Europarlamento, el Congreso o el Senado, lo mismo da. Pido disculpas si es necesario pero, quienes único tienen la capacidad de desvirtuar las cámaras, sea cuales fueran, son precisamente quienes se sientan en ellas mirando para otro lado a donde se encuentra la realidad y negando el voto a enmiendas como esa. ¿Son capaces después de embolsarse 12.000 euros mensuales (mil euros arriba, mil euros abajo) de explicar el porqué de la congelación de las pensiones? ¿Por qué esos salarios mínimos? ¿Por qué la contratación temporal? ¿Por qué 38 años y medio de cotización para lograr una pensión digna? Surgen, al parecer, dos realidades paralelas. La de quienes establecen las normas y la de quienes nos vemos obligados a vivir bajo ellas.

Internet, insisto una vez más, ha eliminado fronteras, distancias, prejuicios, mitos y tantos otros fantasmas hoy imposibles de construir. Porque el acceso a la información está ahí, y eso permite el libre pensamiento y este, a su vez, genera la crítica y despierta la inconformidad.

Inconformidad porque ya no se tolera. Idealismos aparte, llamando a la sensatez  y a la honestidad, a nadie se le esconde que donde hay dinero surgen conflictos.  Digamos, incluso,  hábitos reprochables en un alarde eufemístico. Que el poder engancha como la heroína y deja síntomas de abstinencia no es ningún descubrimiento. Y se puede negar lo obvio.

Pero ya no cabe decir dos palabras y darlas por ciertas.  Darse media vuelta con la convicción de que han tragado. O quizás todavía hay quien piensa así.  Sin embargo las cosas han cambiado amigos.  Ahora se piensa, se compara y se exige. El mundo gira, y con él debemos caminar todos. Y la velocidad a la que lo hace es cada vez mayor y muchos insisten en mantener actitudes ya obsoletas, anacrónicas. Absurdas inauguraciones de infraestructuras o lugares que no están terminados o que llevan tiempo en funcionamiento y que sólo despiertan reacciones contrarias. Porque nos damos cuenta. Tal vez el poder cubra a los cargos de una pátina aséptica a la realidad.  A esa en la que los gestos, las miradas, los susurros… dejan ver a las claras que no se comparte, que no se admite. Que ya no vale. 

Esa información, hoy al alcance de todos, es la herramienta que en ese artículo "Una ventana al mundo" ponía en manos de las generaciones venideras que llegarán para gritar ¡basta!  Porque la actual situación mundial no requiere sólo de reformas económicas, necesita también cambiar conceptos. Y uno de ellos, tal vez de los más urgentes, es el modo en el que entendemos la dedicación pública.

Porque ahora tengo acceso a la información y quiero ser crítico. Aún a riesgo de equivocarme. Pero solo así se avanza. Como lo ha hecho la ciencia a lo largo de los siglos. Siendo escépticos, cuestionándonos las cosas.  De esa manera podremos aplaudir lo que comprobamos que es correcto o con lo que estamos de acuerdo. Pero también la crítica nos da la oportunidad de destapar errores y corregirlos. Y eso es avanzar. En cambio el silencio nos hace cómplices.

Un saludo a todos y feliz mes de abril.

Eduardo Cabrera, periodista.

 

Archivado en:

Publicidad
Comentarios (0)
Publicidad

Últimas noticias

Publicidad

Lo último en blogs

Publicidad