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Opinión
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Eduardo Cabrera

Y a partir de ahora ¿qué?

  • La indignación de los ciudadanos ha salido a la calle

Hemos asistido a un acontecimiento histórico del que no había precedentes en nuestro país desde la instauración de la democracia. La indignación de los ciudadanos ha salido a la calle. La paciencia ha agotado su último aliento y ya no mira hacia otro lado.

Me pregunto qué observan o hacia dónde miran quienes hablan de "un grupo de jóvenes" cuando la Puerta del Sol en Madrid se ha visto atestada de ciudadanos de todas las edades y condiciones. Jóvenes, sí. Pero también ancianos, cuarentones, padres de familia, blancos, negros, orientales… en Madrid, en Barcelona, en Valencia… y también en Canarias. El país se llena de personas indignadas que despiertan de un letargo que no podía prolongarse por más tiempo. Y eso no gusta a los acomodados responsables de tanta y tan justificada indignación.

Me pregunto cuánto tiempo han dedicado a escuchar a los indignados, y con qué interés, aquellos que hablan de "peticiones ambiguas" o demasiado "generales". El grito es unánime, señores. Para la izquierda, para la derecha, para banqueros y empresarios, para todos aquellos que han convertido la política en un sucio negocio que sólo beneficia a quienes han establecido las reglas para su propio lucro. Es un grito contra quienes controlan la economía generando ingentes beneficios que se cuentan por miles de millones de euros a partir de pingües nóminas domiciliadas que no llegan a los 900 euros (¿cuándo fue la última vez que oyeron hablar de mileuristas?). Los mismos que permitieron hipotecas insostenibles que hay que continuar pagando aún después de perder el derecho a la propiedad. El grito es contra un sistema corrupto en el que, quien cobra 9 mil euros mensuales establece que el resto debe sobrevivir con 700. El grito es contra quien cotizando únicamente siete años contará con más y mejor pensión que quienes ahora deben hacerlo durante más de 38 por imperativo de unos pocos privilegiados sin escrúpulos. ¿Es justo? Me pregunto.

Las movilizaciones han sembrado una semilla que aún debe regarse para que germine y poder recoger sus frutos. Aunar las voces de los indignados en un único voto de cara a unas elecciones generales para las que aún resta un año. Lograr una representación parlamentaria que suponga el primer paso a un cambio que es justo y necesario. 

Piden, entre las múltiples reivindicaciones, que se haga público el patrimonio de los cargos electos. A muchos les pediría también el currículum porque sigo en el convencimiento que no han trabajado nunca. Puestos acomodados elegidos a dedo sin mérito ni vocación.  Y saben que es cierto, antes de que se indignen por estas líneas. Una podredumbre que afecta a todos, a la derecha, a la izquierda, a quienes se dicen de centro, a nacionalistas, a fuerzas minoritarias, y no siempre a diputados, también a concejales capaces de cerrar pactos con cualquiera sólo por garantizarse un sueldo privilegiado en los tiempos que corren. Y saben también que no hay que irse muy lejos para advertir casos de estos.

Por todo ello, ha despertado del letargo la indignación de un pueblo que grita ¡basta!  No vale todo. Y quienes ejercen la política deben deshacerse cuanto antes de la soberbia intrínseca que ha contaminado a los cargos públicos durante todo este tiempo. Tienen que darse cuenta que son los ciudadanos los que siempre tienen la razón, porque son ellos los que deciden en qué lugar quieren vivir y por quién quieren estar o no representados.

A aquellos que hace unos días se llenaban la boca con la importancia que tienen los ciudadanos. A quienes advertían en estas movilizaciones la necesidad de una reflexión por parte de la clase política "porque algo estaremos haciendo mal", decía alguno.  A quienes se refirieron a los electores como "inteligentes que sabrán votar lo que quieren", como también se ha dicho.  A todos ellos, les pido que de verdad se sometan a sus propias palabras, que sean honestos, si es que tienen el valor de hacerlo, y escuchen el grito unánime de una sociedad que les está gritando ¡basta ya!

Conste que he contenido estas líneas hasta después de las elecciones precisamente para evitar cualquier vinculación política en estas fechas en las que resulta muy fácil herir sensibilidades. Mi corazón también ha estado en la Puerta del Sol y allí seguirá hasta el ocaso de un movimiento que, tal vez, marque un antes y un después en nuestra historia.  Así lo deseo por una sociedad más justa. Porque justo es trabajar y obtener frutos para poder disfrutar de la vida, la única de la que disponemos.

 

 

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