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Opinión
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Eduardo Cabrera

Una sugerencia

  • No pidamos más vuelos, hagamos que sean necesarios

Ante la grave situación que vive el sector turístico de la isla, uno de los principales pilares de la economía de La Palma, cabe preguntarse qué es lo que se ha hecho mal. Podemos incluso buscar responsables, sin embargo, no es momento de perder el tiempo en señalar culpables sino de aunar esfuerzos para resolver una situación de la que dependen muchos puestos de trabajo y que, además, podría generar cientos de ellos. Así pues, me permito una sugerencia.

Que La Palma es un lugar maravilloso no puede discutirlo nadie, que sus paisajes enamoran también, pero no nos creamos el ombligo del mundo. De rincones maravillosos está el mundo lleno. Lo que necesitamos es diferenciarnos del resto y ofrecer algo que no puedan ofrecer los demás.

La Palma y Madeira son islas muy similares. Pero ante el precio del billete se opta por el más económico. La lógica es aplastante. Y mientras escribo estas líneas me arrepiento de la satisfacción experimentada por seguir ese eslogan de "yo me quedo" que invita a los canarios a disfrutar de sus vacaciones en algún punto del Archipiélago. Esa satisfacción primera es hoy tristeza porque las razones que me llevan al sur de Tenerife durante una semana, son otras.
Allí me encontraré con un amigo de la infancia porque le sale "muy caro" viajar desde Madrid a La Palma. Una única compañía aérea, sin competencia… Pero no culpemos tampoco a la compañía. Al fin y al cabo es una empresa privada que busca negocio. No pidamos más vuelos, hagamos que sean necesarios.

Mientras el turismo alemán recorre nuestros senderos y se admira de nuestro paisaje, los bares y restaurantes de la isla (empresarios palmeros) siguen haciendo caja con los residentes. Mientras presumimos de ser Reserva Mundial de la Biosfera, la promoción en Francia es prácticamente inexistente o testimonial. Cuando el país galo cuenta con la federación más importante del mundo de senderismo con más de tres millones de senderistas federados. ¿A qué estamos jugando?

El turismo de las estrellas puede ser ya presente y garantía de futuro, a falta de un Centro de Visitantes y otras infraestructuras. Pero el problema ahora, el más acuciante, es hacer caja.

Precisamente este amigo con quien me encontraré en el sur de Tenerife, PORQUE VENIR A LA PALMA SALE MUY CARO, es el mismo que hace dos años paso veinte días en nuestra isla. Se admiró de La Caldera de Taburiente, disfrutó de la tranquilidad de Garafía, probó la sensación de un pescadito fresco en el Puerto de Tazacorte… y allá a adonde íbamos pedía los tickets. "Para enseñarlos cuando vuelva" me decía. Y es que, quien está acostumbrado a pagar entre 8 y 10 euros por una copa llega a un lugar donde le cobran a 3 euros o 3"50 y se maravilla. Almorzar o cenar opíparamente, es una actividad habitual del turista nacional, pero hacerlo a 15 euros por cabeza no se da en todas partes. Porque somos así, nuestro carácter nos hace buscar el placer del asueto, el disfrute del momento. Y eso nos convierte en un turismo que gasta dinero. Pensemos si no qué es lo que nos apetece hacer cuando cogemos las vacaciones. Recorrer senderos, visitar museos, pasear por las calles son actividades compatibles con todo tipo de turismo. Pero insisto en la diferencia; después el extranjero acude al supermercado y se refugia en su habitación mientras el turismo nacional sale a consumir. Y eso es lo que nos hace falta hoy.

El turismo extranjero hay que conservarlo, potenciarlo incluso. La mayor parte del dinero queda en manos de las grandes cadenas hoteleras y turoperadores, es cierto. Pero igual de cierto es que esos hoteles mantienen puestos de trabajo necesarios. Pero al turismo nacional hay que mimarlo como a un distinguido invitado que recibimos en nuestra casa.

La sugerencia no es otra que, bajo el compromiso de los empresarios de mantener los precios, promocionarlos. En una época de crisis económica no es necesario renunciar a las vacaciones porque hay lugares donde el dinero te rendirá más y, La Palma, es el mejor de ellos. Dejémonos de remilgos y ofrezcamos lo que quiere la gente, un lugar donde su dinero se convierta en algo tangible e intangible a la vez. En sensaciones, en sabores, en colores…

Y recuerdo ahora una repetida frase de la mágica película ‘Campo de sueños" en la que una voz susurraba al viento "si lo construyes, él vendrá".

 

 

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