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Opinión
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Jaime Bethencourt

A propósito de la clausura de un cine

  • Su final expresa el declive cultural, social y económico que padece la capital

Santa Cruz de La Palma perdía el pasado mes de julio la única sala de cine existente en el municipio y en los tres núcleos poblacionales circundantes. Hace ahora 20 años, los Multicines Avenida tomaban el relevo en solitario de la que fue una prolífera actividad en las salas de cinematografía de la capital palmera. Es ahora de obligada referencia la desaparición del Parque de Recreo, antiguamente instalado frente a la plaza de La Alameda; el Cine Avenida, colindante con el actual mercado municipal  y el Circo de Marte, finalmente recuperado tras pasar por un tormentoso y largo proceso de restauración, del que, finalmente, fue inexplicablemente excluida su actividad dedicada a la proyección de películas. 

La historia insular es profusa en similares tipos de deplorables acontecimientos luego maquillados con pretextos que se desmoronan a poco de ser contrapuestos con la aplicación de la más elemental lógica. Ni la televisión, ni siquiera la oferta de cine enlatado como es el caso del video, y de ello, la escasa asistencia de público a las salas de cine, justifican suficientemente la pérdida de un medio promocional de la cultura como es el cinema.

Además de la baja o nula calidad  de la actual oferta televisiva, la visualización de los film en las salas convencionales reúne una serie de condiciones técnicas y ambientales singulares que superan y nunca son equiparables a las de la televisión en cuanto a la calidad de percepción de la obra.  Por otro lado, sin necesidad de buscar fuera de la isla, ahí tenemos el ejemplo de Los Llanos de Aridane que, con un número similar de habitantes y por mérito propio, mantiene un servicio cinematográfico más que aceptable, dejando a la capital de la Isla en una posición más que comprometida en cuanto a su incapacidad para mantener o dotarse de atractivos de ocio y de cultura en beneficio de su propia población o de sus potenciales visitantes.     

Más allá, de la clausura de unas instalaciones, el final de los Multicines Avenida expresa, negro sobre blanco, la deriva de declive cultural, pero también social y económico que padece la capital palmera y que desdice, por falsa, la pretendida aureola que vincula a Santa Cruz de La Palma con el hecho cultural.

La escasa o nula rentabilidad comercial de las instalaciones, evidentemente, supone para los dueños de la sala un argumento de peso para su clausura, pero como en otras actividades de interés público o social, las autoridades municipales, e incluso insulares, venían obligadas a la búsqueda de fórmulas que hicieran posible la pervivencia de la única sala de exposición cinematográfica de la decadente capital palmera.

La crónica de esta muerte anunciada, no fue suficiente estímulo para que los caricatos de gobernantes que padecemos en la corporación municipal, se pusiesen manos a la obra y buscasen fórmulas más o menos ingeniosas para recuperar y hacer revivir al agonizante Multicines. Los propios trabajadores del cinematógrafo pusieron repetidamente en manos de los diferentes e indolentes grupos de gobierno de la administración pública local, propuestas de colaboración comercial y cultural que posibilitasen la continuidad de las actividades. Todas y cada una de esas llamadas de contribución para la salvación de las salas de cine fueron despreciadas e ignoradas por nuestras indignísimas autoridades.

Pero lo más lamentable de este nuevo episodio de regresión cultural y social, ha sido la indiferencia colectiva con la que, mayormente, los ciudadanos de Santa Cruz de La Palma han reaccionado a este grave embate, habiendo sido inexistente cualquier iniciativa desde los ámbitos culturales, artísticos, educativos, políticos o vecinales que, al menos testimonialmente, expresase la repulsa ante el anunciado cierre.

La indignidad colectiva, también plasmada en la escasa presencia de público en el acto de despedida del Multicines, nos lleva a plantearnos la conjetura de que población y gobernantes empujan conjunta y solidariamente hacia el declive a la capital palmera. Una ciudad en la que resultan cada día más imperceptible las expresiones críticas contra el nefasto y caduco sistema que nos secuestra el progreso.

 

                                                                                                

 

 

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