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Opinión
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Alejandro Sánchez Cabrera

La crisis, aguijón de una provocación

  • Hacen falta personas que cambien su manera de estar ante la realidad

Hace unos meses, centenares de personas se manifestaban en la madrileña Puerta del Sol, pidiendo a los poderes públicos un cambio social y económico, que mejorara las condiciones en las que todos nos encontramos. Nacía así el Movimiento 15M. Pronto este movimiento social se expandió por toda Europa. Las peticiones que allí se hacían nacían de algo justo: la pretensión de no quedar al margen en el cambio social y económico que se planteaba. Posiblemente, yo esté en las antípodas de algunos de los planteamientos que allí se decían, pero no dejo de reconocer que me conmovió el hecho de que personas, de un arco de edad muy variado y estatus sociales diferentes, se unieran para reclamar lo que para ellos era justo.

Tenerife no se quedó atrás. Fueron muchos los que, acampados en la Plaza de la Candelaria, exigían los mismos cambios que los "indignados" de Madrid. Hoy, con un nuevo Gobierno electo, con una mayor presencia de partidos políticos en el Congreso y con la "jubilación" de la mayor parte de los ministros que les tocó gestionar esta crisis, la realidad no ha cambiado. Nos siguen bombardeando los datos económicos que auguran duros años de recortes y de una austeridad presupuestaria más que necesaria.

Tras este panorama, y si somos serios al afrontar la realidad que se nos pone delante, tenemos que darnos cuenta de que no son los bancos o las agencias de calificación las que determinan los cambios que necesitamos, y que no corresponde únicamente al partido en el Gobierno el sacarnos de la crisis. Ante los dramas que nos deja el paro y que todos tenemos cerca, los datos, puramente estadísticos, no responden a lo que nosotros esperamos de la vida. Cuestiones fundamentales como ‘¿Quiénes somos y quienes queremos ser?", se han quedado fuera de los planteamientos de la mayoría de las "asambleas" de indignados.

Ha quedado claro que estar frente a la crisis echando la "culpa" no produce ningún cambio, ni siquiera en las agencias de calificación. En la universidad poco se habla de este estancamiento. Lo único que nos interesa es que no nos suban las tasas de matriculación, que las becas sigan llegando, que los puentes sigan siendo puentes y que la ‘FICULL" se siga celebrando. Me escandaliza comprobar cómo cada uno mira para sí mismo en la universidad y como muchos, amparándose en una vocación al servicio público, deciden vivir de las rentas políticas que esta crisis nos deja.

Frente a este contexto, siguen surgiendo iniciativas que, ante esta crisis, a priori negativa, no se dejan llevar por ese pensamiento mayoritario, sino que ven esta crisis como oportunidad, respondiendo a ella con iniciativas sencillas que ponen en juego nuestra creatividad y sacrificio. Ver a un grupo de señoras en medio de una facultad vendiendo libros, recaudando fondos para contribuir a la alimentación de algunas familias. Ver a universitarios despiertos ante esta situación, que no quieren de la universidad un simple "expendedor de títulos", que se preocupan en hacer un juicio de lo que pasa, para que la crisis no caiga en saco roto. Un grupo de universitarios italianos se preguntaba: ‘¿Qué es lo que ha permitido y permite ponerse en juego creativamente, con capacidad de sacrificio, mantener vivos el deseo y la razón, construir para sí mismo y para los otros?

Sin duda, la respuesta a esta cuestión es un choque fuerte con la realidad, que hace que nos demos cuenta de que no son los resultados electorales los que cambian a la sociedad, que no son los políticos, de un color o de otro, los que nos solucionan la vida y que no son los recortes presupuestarios los que cortan nuestro deseo de hacer de la vida algo grande. Hacen falta personas que cambien su manera de estar ante la realidad. Que miren a la crisis como una provocación y que se pongan en marcha dando espacio al deseo de construir por nosotros mismos. Sin esperar un paternalismo del Estado que nos lo haga todo, con un auto-sacrificio necesario que nos hace avanzar conjuntamente. Esto no se consigue con una hoja de afiliación, que aunque necesaria, no cambia el corazón ni hace crecer nuestras exigencias más profundas. Esto nace de una relación, como nos recuerda el manifiesto, Construir en Tiempo de Crisis, "no en contra de un enemigo, sino por un bien deseado y perseguido, que hace descubrir que el trabajo de cada uno es un bien para todos".

Alejandro Sánchez Cabrera, estudiante de Derecho en la ULL

 

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