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Opinión
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Gumersindo Bienes Reyes /Opinión

Repoblación forestal e incendios

  • Sin montes no hay agua ni vegetación y la vida animal es imposible

El ánimo se entristece al recordar la actuales 11.000 hectáreas (equivalente a 183 mil trescientos treinta y tres con treinta y tres campos de fútbol) calcinados por los incendios en el mes de agosto en la isla de La Palma, Tenerife y en la Gomera. Y más entristece al comparar el estado actual de nuestros bosques con los que había antiguamente, los cuales según los historiadores canarios ostentaban diversos matices: desde el pino gigantesco hasta el débil arbusto, bosques casi impenetrables que armonizaban el ambiente, cubrían las vertientes, lomas y llanuras de estas islas, aquella espesura atraía constantes y copiosas lluvias, daba origen a caudalosos manantiales y, hacia nuestro clima uno de los más puros y saludables del globo. Con la carencia de flora, hemos despojado del clima a nuestras islas y del antiguo renombre paradisiaco en nuestras islas no queda sino el nombre.

Agradecidos debemos de estar de la Naturaleza que nos ha proporcionado un clima cuya benignidad no hemos valorado, facilitándonos una vida en que no nos atormentan ni las abrasadoras temperaturas del ecuador, ni nos mortifican los glaciares fríos de los polos, habitables para todos los hombres de distintos climas de la Tierra.

No se paga con oro, las condiciones climatológicas excelentes para las producciones vegetales como el nuestro así como los hombres de distintas zonas climáticas pueden vivir en las islas. También pueden reunirse en sus terrenos las especies vegetales de casi todas las regiones de la tierra: desde la palmera que vegeta bajo los ardores de la zona ecuatorial, hasta los musgos propios de la zona ártica (y con 14 mil hectáreas productivas de baldío). A pesar de los pocos que quedan, ellos nos purifican el aire, nos atraen las nubes produciendo las lluvias, nos preservan de los ardores del verano…, no parece a pesar de todo, que los responsables de la masa forestal canaria pongan medidas preventivas necesarias para estos seres que crecen en nuestras montañas para brindarnos innumerables beneficios.

Volved los ojos y veréis como el fuego en lo más riguroso de este verano se elevan por el aire inmensas columnas de humo, veréis cómo el fuego, cebándose en su presa, va diezmando sin compasión ninguna aquellos seres indefensos, de tanta y tan inmensa utilidad.

La poca prevención hará que al fin se agoten los vegetales; entonces las nubes huirán de nuestras montañas, habrá grandes sequías, como actualmente ya aparece empezar en nuestras islas. El aire que respiramos perderá parte de su pureza y las enfermedades serán por ende más frecuentes entre nosotros.

En los años de inviernos fuertes y abundantes lluvias, las aguas correrán sin dificultad por las montañas y llanuras pendientes, arrastrando la tierra al mar.

¿Qué hacer?, apresurarse a extinguir el fuego en sus inicios, con un plan preventivo consensuado con todas las instituciones implicadas, aprovechando las intrépidas ideas y servicios de los ciudadanos y plantar sin tregua ni descanso aquellas especies vegetales de que tanto necesitamos. Tener presente que la desaparición de nuestros montes es un inminente peligro para nuestros campos, porque además de privarles de las suaves y mansas corrientes que producen los montes frondosos, se les amenaza con la ruina el día que sobre ellos caiga una lluvia torrencial.

Nos cuenta la tradición que en El Hierro un árbol santo, el Garoé, producía agua suficiente para  los habitantes próximos y sus ganados. ¿Qué prueba puede haber más contundente?

Según los científicos, está demostrado que las masas de monte producen una radiación frigorífica que, enfriando la atmósfera superior, condensa el agua. Es indudable que las nubes pasarán el mayor número de veces sin resolverse en lluvia si el enfriamiento producido en la atmósfera por los bosques no lo condensara, es decir, que si en vez de estar el suelo cubierto de vegetales, fuera árido y seco, la radiación del calor  produciría corrientes ascensionales rápidas que impedirían que las nubes se aproximaran a la tierra.

Los montes hay que repoblarlos, no solamente como símbolo el día del árbol, sino como algo necesario e imperioso, ante la quema  producida por los últimos incendios en las islas y, ante la sequía imperante y el próximo agotamiento del agua en las reservas internas de la tierra. Se está extrayendo más agua potable para regar que la que se está filtrando. ¡Las reservas de agua fósil se acaban! Así lo determinaron, hace muchos años, los estudios SPA 15 del Ministerio de Obras Públicas Transporte y Medio Ambiente y Naciones Unidas MUPT MA y NU, "al concluir que a una distancia no muy lejana se llegará a una total explotación y agotamiento de los recursos de agua fósil, llegando a una situación en la que estas islas tendrán que vivir únicamente de la lluvia anual aprovechable (escasísima)" o de potabilizadoras, como actualmente está ocurriendo en las islas de Lanzarote y Fuerteventura con un 95% del agua que consumen.

Los responsables, tienen que tomar conciencia que sin montes no hay agua, sin agua no hay vegetación, sin vegetación la vida animal es imposible y el hombre no puede existir. 

No debemos de cansarnos de recordar a los canarios la necesidad de cuidar nuestros naturales entornos y, de machacar en hierro frío ante el presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero: la necesidad perentoria de prevención en los incendios y la de repoblación forestal de nuestros bosques.

 

 

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