En el mundo cada día suceden siniestros y catástrofes que nos impactan, de una u otra forma. Cada uno reaccionamos antes las noticias y los acontecimientos negativos de forma diferente. Depende de como nos coja en esos momentos y de la sensibilidad o receptividad que podamos tener para que nos impresione con más o menos intensidad.
Las desgracias nos afectaran más si tenemos referencias personales que nos hagan evocar recuerdos negativos similares a los que se conocemos en el presente. Por ejemplo, si nos enteramos de un caso de violencia de género y hemos conocido de forma personal o en nuestro entorno más inmediato, inmediatamente nuestros pensamientos actualizan esas malas experiencias que nos fueron muy cercadas.
Accidentes aéreos ha habido muchos a lo largo de la historia y, desgraciadamente, en los últimos meses se han producido por los menos cuatro o cinco más con muchas víctimas mortales.
Siempre había tenido como referencia el accidente aéreo de Los Rodeos en el mes de marzo de 1977 donde murieron 583 personas cuando chocaron dos aviones Boeing 747 cuando intentaban despegar. Pero en el plano más personal, el accidente sucedido el pasado día 20 de agosto en el aeropuerto de Barajas, en el tristemente vuelo JK 5022 de Spanair, ha marcado mi vida para siempre de manera que, cuando me entero de un nuevo accidente de aviación, mis recuerdos tristes de la experiencia vivida hace casi un año se reavivan inmediatamente.
Hace ahora justamente dos años estaba integrado en el "gabinete de crisis" creado en la Alcaldía de San Bartolomé de Tirajana con motivo del incendio que asoló a esta isla de Gran Canaria y, más especialmente, a los municipios de San Bartolomé de Tirajana.
Mi papel en los días más críticos del incendio (del lunes 30 de julio a la mañana del jueves 2 de agosto) me tocó el trabajo de trabajar en la búsqueda de recursos humanos y materiales (cubas de agua, tractores, excavadoras, guaguas, etc.) para hacer frente a los desalojos y al terrible incendio vivido en esos días y, más especialmente durante la noche del lunes día 30 de julio y la mañana-tarde del siguiente día, en los que el fuego estuvo totalmente incontrolable por las temperaturas tan altas (por encima de los 40 grados) y el fuerte viento (de más de 70 kms/hora).
Fueron días de angustia, especialmente los dos primeros, porque cada nueva noticia que llegaba a ese gabinete de crisis era siempre peor y más alarmante que las anteriores.
El primer objetivo de ese incendio fue que no hubiera víctimas humanas en el mismo, y ese objetivo se cumplió. Fuimos muy criticados dentro del municipio en esas primeras horas por muchos vecinos a los que las autoridades que coordinaron las labores de extinción nos obligaron a desalojar de sus viviendas. Hoy, en la distancia del tiempo, sé que fueron decisiones acertadas. Los daños materiales y medioambientales fueron inmensos, pero afortunadamente estamos todos vivos para poder contarlo.
Recuerdo que pocos meses después hubo un incendio inmenso en Grecia, y allí si hubo víctimas mortales y fue lo que me reafirmó en que en el verano pasado se tomaron decisiones acertadas en el incendio sufrido por esta isla.
En el reciente mes de julio se produjeron múltiples incendios en distintos puntos de la Península y, desgraciadamente, también hubo víctimas mortales entre bomberos y ciudadanos afectados por los mismos.
Ahora le tocó el turno, desgraciadamente, a nuestra querida Isla de La Palma. Las imágenes que he estado viendo son tan acongojantes como las que nos tocó vivir hace dos años en nuestra isla. Ver la cara de desolación de las personas humildes que fueron obligadas a desalojar sus viviendas, dejando atrás a sus animales y a todo lo que han podido construir durante toda una vida llena de esfuerzos, sacrificios y renuncias de todo tipo solo me lleva a sentir la mayor solidaridad con todos ellos y a sumarme a la impotencia que les atenaza cuando ven que el fuego consume sus casas, sus bienes, sus animales y sus cosechas.
La catástrofe de aquí fue (según todos los indicios) la acción de un jodido pirómano. En La Palma nos se sabe muy bien la causa del incendio, pero parece que hay más de un foco y eso siempre huele mal. El resultado siempre es el mismo, en el mejor de los casos: pérdidas irrecuperables. En La Palma parece que ya hay una víctima indirecta, un hombre que sufrió un infarto al ver que el fuego le dejaba sin nada. Espero y deseo que al final este desgraciado incendio no deje más víctimas personales.
Hoy nos toca mirar hacia la Isla Bonita y mostrar toda nuestra solidaridad con los palmeros.
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