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Opinión
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La (des) educación

En este entretenimiento, posiblemente estéril, de expresar lo que uno piensa sobre nuestra política con criterios de andar por casa, llega un momento en que se prefiere, como ejercicio cerebral, hacer sopas de letras que son menos indigestas, no alteran la temperatura de las neuronas y uno se toma unas vacaciones.

Pero como en todas las vacaciones, se siente la necesidad de regresar, y al regreso lee los periódicos, pone la tele, escucha la radio y descubre con desazón que vive en el mismo mundo, desafortunadamente en el mismo país y que nos envuelven las mismas miserias.

Y dentro de las mismas miserias, en lo que a política se refiere, las más potentes, las más desagradables, las más mezquinas, son las mentiras, el cinismo y la hipocresía. Los españoles estamos, hasta donde tengamos que estar de los intentos groseros de retorcer la realidad, de la tarea insultante, del “sí pero no” y de la desvergüenza para hablar mintiendo cuando ellos y todos sabemos que lo hacen. Con el mismo énfasis, se explican las ventajas del blanco hoy, del negro mañana y si se tercia, no hay problemas para dar una manita de verde.

¿Qué está pasando en este país? ¿Por qué se vive con tanta pasividad la situación que tenemos? ¿Cómo se acepta así, tranquilamente, que nadie asuma responsabilidades ante la corrupción? ¿Qué harían en Reikiavik en una situación como la nuestra? ¿Cómo se acepta un golpe de partido para defenestrar a quien ha sido elegido por las bases? ¿Cómo es posible que se hable cínicamente de ausentarse 11, de libertad de voto o de abstención obligada, como si con ello fueran distintos los efectos de la traición que posiblemente se hará a los votantes?

Está claro que juegan con el ciudadano, y lo hacen con tanta soltura, con tanta desfachatez, que dan la sensación de estar predicando la revelación divina recibida en los sueños de la noche y que tenemos la obligación de aceptarla como tal.

Nunca como ahora se pone de manifiesto lo poco que le importa a los partidos políticos el ciudadano en general. Parece como si retrocediéramos al Despotismo Ilustrado. “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”, con el agravante de que ese “todo para el pueblo” es en realidad es un “todo para las élites”, basándose en la palabra “democracia”.

No importa que aún resuene en nuestras calles el grito de “LO LLAMAN DEMOCRACİA Y NO LO ES”. No importa que las decisiones claves de la política sean tomadas por aquellos apoltronados cuyo statu quo depende directamente de ello. Pero no importa, porque somos: dóciles, crédulos, seguidores fieles, pacíficos, maleables, estoicos, sacrificados, y convencidos por educación, de que todo es por nuestro bien y el bien y la unidad de eso que llaman Patria y España.

¿De dónde procede esa idiosincrasia, esa apatía y esa tolerancia de los españoles?

Noam Chomsky,en su magnífico libro, “La (Des) Educación” (1) generaliza el problema a todas las democracias contemporáneas: Según Chomsky, las democracias basan el mantenimiento de su sistema, en los efectos de una (des) educación que reproduce una sociedad que acepta el dominio y las decisiones de las élites a las que les da su apoyo mientras permanece en silencio y se limita a votar. Según él, esta (des) educación es programada por los Estados y está encaminada a obtener ciudadanos carentes de sentido crítico y de inquietudes sociales.

Dando a Chomsky el valor que se quiera, lo cierto es que nuestra sociedad se manifiesta perfectamente acorde con su teoría; no obstante, creo que dado el comportamiento estadístico de nuestros votantes, que centra la mayor fidelidad en los mayores de 50 años, es posible que aquí la (des) educación tenga dos vertientes; la que sale de nuestras aulas y la que salíó de las aulas de la dictadura.

Con el brazo extendido del saludo romano, el canto diario del “Cara al Sol” en los patios de los colegios mientras subía o bajaba la bandera de la España “Una,Grande y Libre”, con estas y otras parafernalias puestas en práctica y con el bombardeo de los contenidos adoctrinantes, gran parte de las generaciones del pantalón o falda de dril, camisa o blusa de muselina y alpargatas de lona, quedaron impregnadas por los conceptos de una ( des) educación “obligada, y bien obligada”.

Los contenidos resaltaban los días de: El caudillo, José Antonio, la Falange, el Movimiento, La Purísima (asociada al ejercito y a la madre), del Glorioso Alzamiento Nacional (doble paga), de La Fe, de La Justicia, de La Victoria, La Hispanidad, Los Caídos y todos los que puedan escaparse a mi memoria.

La tarea diaria consistía en reproducir, cuando no aprender de memoria, las máximas y las consignas que tenían que quedar reflejadas en el cuaderno de rotación requerido por las inspecciones del sistema.

Los salvadores de la patria en connivencia con la iglesia, crearon unas parafernalias muy efectivas. El caudillo y sus gobernadores fueron paseados compartiendo honores con el mismo santísimo bajo los rojos palios bordados de oro y plata, lo que, indudablemente, les confirió cierto paralelismo con la divinidad y lo que ello supone: honor, dignidad, verdad, justicia y todo un cúmulo de virtudes.

Los 40 años de adoctrinamiento dejaron impresos en gran parte de nuestro pueblo, una enorme cantidad de prejuicios que configuraron una sociedad sumisa, temerosa, inoperante y apolítica.

Aprendimos tanto y tanto de las enciclopedias de Álvarez, se nos instruyó muy bien para que no nos metiésemos en política, que se nos hizo creer que eso era cosa del poder y que el poder era intocable. La represión sufrida y contada por los mayores incrementó la fobia a lo político. Se nos hizo odiar y temer tanto a la política que llegamos a creer que ese papel pertenece a una clase privilegiada y que hagan lo que hagan, ese mundo les pertenece y que además, debemos darles nuestro consentimiento para que sigan ejerciendo su papel y casi agradeciendo que lo hagan.
El concepto aprendido del bien y el mal, aún hoy, justifica muchas fobias y da origen a muchas actitudes frente a la política, siendo un producto claro de aquella “des educación”.

Resultado de las técnicas alienantes y subliminales aplicadas , los malos de este país son a priori los que “no dan una a derechas”. Los buenos se sientan a a derecha del padre y por supuesto la verdad es lo que dice el gobierno. Mentira es lo que dice la oposición que lo que que quieren es acabar o romper esta España gloriosa, que “marcha por el imperio hacia Dios” .Y que conste que los adoctrinados son víctimas y no verdugos.

Posiblemente esta actitud ciudadana esté también alimentada por las luchas de poder que encontramos en los que nos proponen otros modelos; modelos con las mismas contradicciones, las mismas mentiras, los mismos cambios de postura despreciando los votos recibidos. Las mismas zancadillas y los mismos egocentrismos intolerables.

Y así va el sistema, descompuesto y envuelto en una patética batalla tratando de vender la inocencia de los responsables de tanta corrupción. Se deja ver el miedo a que el pastel ya no dé para tantos. Se teme especialmente que las militancias o bases adoctrinadas vayan poco a poco desapareciendo frente a un voto más crítico y las élites se enredan ahora en articular un lenguaje imposible, que por una parte necesita el apoyo de la militancia y por otra no se resigna a dejar que decida y se deshacen de los candidatos electos.

Este patio está tan blanco (como lo diría un negro) que lo único que suena algo bien en estos días, es la propuesta del Señor González: “Si hay terceras elecciones deben desaparecer todos los candidatos”.

Correcto; la política necesita otra orientación, que cierren la boca todos los candidatos, los de ahora y los de antes; que se cierren muchas bocas comenzando por la suya, porque si los recientes son culpables de no resolver la situación, peor culpa llevan los que la propiciaron y encima no dejan de meter su rejo en defensa de la maravillosa democracia que nos han “regalado”.

Hablo mucho de política con mi hijo y tenemos claro que la (des) educación, la de antes y la de ahora, es la causa fundamental de la situación de la política en general y, aunque es triste caer en la desesperanza, no me queda más remedio que darle el testigo de:
Vivir para ver, porque la cosa va de largo y habrá que ver si los menores de 50 consiguen escapar de estos esperpentos sin que se conviertan en pasotas, anarquistas, o que se escuchen por nuestras Bosnias el repiqueteo de las ametralladoras o el eco profundo de los morteros.

Continuamos.

(1) Chomsky Noam “LA ( DES) EDUCACION” Planeta 2012.

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